El lento suicidio de Simón Pérez
El hombre que se hizo famoso recomendado hipotecas a tipo fijo mendiga ahora limosna durante horas ante el ordenador, a veces hasta quedarse dormido en directo


En Vilanova i Geltrú hay un hombre suicidándose a cámara lenta. Se sienta frente al ordenador y mendiga durante horas, a veces hasta quedarse dormido en directo. Todos los días arranca un poco de la dignidad que le queda a cambio de un poco de dinero.
Hay un grupo de gente (y no pocos menores de edad entre ellos) pagando para ver este suicidio. Le animan, le insultan, le ofrecen dinero por humillarse. En las últimas semanas, se ha volcado un cubo de vómito sobre la cabeza. Ha bebido su propia orina. Se ha untado el cuerpo con una lasaña fría, y ha mordido esa misma lasaña cuando ya tenía moho. Todo a cambio de pequeñas cantidades que, en ocasiones, llegan a ser de tres cifras. Este dinero lo emplea en comprar crack, cocaína, ketamina, heroína, bebidas energéticas, y a veces un poco de hachís.
Su novia —con quien popularizó las inversiones a tipo fijo— está en proceso de dejarlo con él, y no está mucho mejor. El público de ambos la insulta constantemente. A él a veces le alaban, pero sólo para que siga divirtiéndoles. Cuando muera (que será pronto), habrá unos responsables directos (los que pagan) pero también una empresa que es la colaboradora necesaria. Se llama Kick, y es una plataforma australiana en la que se promocionan sin pudor los juegos de azar (incumpliendo la legislación vigente en España) al mismo tiempo que se permiten registros de menores de edad.
El canal de esta pareja no es el único; les aseguro que hay unos cuantos canales del estilo, aunque ninguno —que yo sepa— tan extremo. Hay dos hermanos que se han hecho famosos (entre los adolescentes) por pagar a discapacitados, mendigos y trastornados para que la gente se ría. Todo esto mientras se promocionan casinos, ruletas, y todo tipo de juegos online. Y nadie lo prohíbe. Porque el problema de esta indignidad no es solo que haya centenares de sádicos detrás del ordenador. El problema es que hay empresas que ganan dinero con ello y que no prohíben este tipo de contenido.
No hay, en la actualidad, forma de evitar que un adicto se quite la vida en directo, pero debería haberla. “Si no está Silvia el canal va de esto, de meterme hasta que me cierren el canal o hasta que me muera” ha dicho Simón en el último directo —por ahora—. No podemos evitar que alguien tire su vida por el retrete, pero sí que se convierta en un entretenimiento. Para cosas como esta tenemos un Ministerio de Consumo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
