Vengadores y justicieros
Las ejecuciones públicas fueron prohibidas en España en 1900. Los martirios como espectáculo ya veremos si se prohíben alguna vez


Hará un mes que me topé con un vídeo en el que un adolescente ruso maltrataba a su abuela solo para grabarlo y divertirse. Había un corte y lo siguiente era un grupo de matones en su casa, torturándole. Tras otro corte, le abandonaban en una boya en un lago. Antes de que me digan nada, les informo de que denuncié la cuenta en la que estaban subidos ese y otros vídeos del estilo. No seré yo quien lamente que un imbécil reciba un tortazo, ya sea simbólico o real. No obstante, el vengador espontáneo (ya emplee la violencia física o la verbal) no quiere justicia, solo dar salida a sus instintos sádicos. El vengador no deja de ser otro delincuente que necesita apoyarse en un perverso concepto de la justicia. El vengador se dedica, sobre todo, a casos que ni le van ni le vienen.
Con el nefando vídeo me acordé de aquella película estrenada hace ya 21 años. FBI Frikis buscan incordiar, dirigida por Javier Cárdenas, fue en realidad una creación del entonces emergente productor Luis del Val. Costó 200.000 euros, recibió un total de 456.185,23 en subvenciones a posteriori, y recaudó casi un millón en salas, más otro millón en ventas de DVD. Rodada en Mini DV (un formato casero reservado a bodas, comuniones, y gracietas domésticas) y transferida después a 35 mm, la película no era más que un ramillete de bromas de mal gusto (por no decir torturas) a gente de vidas periféricas como Paco Porras, Josmar Gerona, Arlequín o la Bruja Lola entre otros, todo unido por un paupérrimo hilo conductor que fue lo que le dio nombre a la película.
La “trama” se sostenía sobre la idea de que estos vividores merecían un escarmiento, y con esa enclenque justificación hubo un público para reírle las canalladas a Cárdenas, quien por aquellos entonces vivía de humillar y aprovecharse de pobres, homosexuales, discapacitados y algún raro que no le hacía daño a nadie.
Las “bromas” de Cárdenas fueron inexplicablemente jaleadas por el gran público, que accedía en prime time a unos entretenimientos que convierten Sálvame en un capítulo de Pocoyó. Las ejecuciones públicas fueron prohibidas en España en 1900. Los martirios como espectáculo ya veremos si se prohíben alguna vez. El pequeño Pol Pot que tiene cada humano dentro de sí baila encantado cada vez que sucede una desgracia. Me pregunto si no preferiremos la venganza a la justicia.
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