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COLUMNA
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De Aitana Bonmatí a las series surcoreanas

Extraordinaria rueda de prensa la del pasado jueves de la jugadora de fútbol que emitió el canal Teledeporte de TVE

Aitana Bonmatí, durante una rueda de prensa el jueves 17 de julio.
Ángel S. Harguindey

Extraordinaria rueda de prensa la del pasado jueves de Aitana Bonmatí que emitió el canal Teledeporte de TVE con las preguntas y respuestas en off y en francés, con una dicción perfecta y sin la molesta traducción al castellano pues sabido es que toda traducción es una traición.

Al fin y al cabo si en algo se distingue la ciudadanía española es por su facilidad para dominar varios idiomas. Ocho minutos después de iniciada la rueda de prensa (con señal propia o ajena), a algún lumbrera autóctono se le ocurrió apretar el botón correspondiente para que nuestra políglota audiencia pudiera escuchar las preguntas y respuestas en castellano e, incluso, en catalán, un detalle técnico absolutamente superfluo como lo demuestra el hecho de que no se facilitó ninguna explicación de ese alarde idiomático.

Claro que para alardes el de la elegancia en el vestir de los mafiosos de la serie surcoreana Mi nombre, unos narcotraficantes capaces de compaginar crueldad con Armani y unos perversos guionistas que con profesionalismo consiguen difuminar la ya de por si frágil frontera entre el bien y el mal, entre policías y criminales o, si se prefiere, entre quienes año tras año cumplen honradamente con Hacienda y Cristóbal Montoro.

Pero dejando aparte las ranas de Esperanza Aguirre, de Aznar, de Rajoy y de Pedro Sánchez, lo cierto es que los surcoreanos viven una especie de edad dorada tras el fenómeno de El juego del calamar, una serie que en su tercera temporada y tras sólo tres días de exhibición en Netflix alcanzó los 60,1 millones de visualizaciones. Si en aquel ya lejano mayo del 68 se dijo que “todos somos judíos alemanes” en solidaridad con Daniel Cohn-Bendit, hoy podríamos decir que “todos somos espectadores surcoreanos” al contemplar la historia de Yoo Ji-Woo, la protagonista de Mi nombre (Netflix) que asiste en su infancia al asesinato de su padre, un hecho traumático que condicionará el resto de su vida, pues su principal objetivo será descubrir quién y por qué la dejó huérfana.

Y aquí comienza la compleja relación entre el bien y el mal, pues nuestra protagonista decide integrarse en una banda criminal y, también, unirse al departamento de policía de la ciudad para convertirse en un topo de los narcotraficantes, vueltas de tuerca de la trama que, sinceramente, resultan más comprensibles al contemplarlas que al leerlas. Ventajas de lo audiovisual frente a la galaxia Gutenberg.

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