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Ricky Rubio: “Vengo con una ilusión que nunca he tenido”

El genial base explica sus sentimientos al anunciar su regreso a las pistas la próxima temporada con el Joventut de Badalona

Ricky Rubio, nuevo jugador del Joventut Badalona, posa con la camiseta en el Palau Olímpic de Badalona el 23 de julio de 2025 en Badalona, Barcelona, España.
JAVIER BORREGO/AFP7/EUROPA PRESS
Jordi Quixano

Con un vídeo escueto se dio una de las noticias más expansivas de los últimos tiempos en el planeta baloncesto. Bastaron 28 segundos de imágenes enlazadas de niños de la escuela del Joventut de Badalona portando una lona gigante que cubría el parquet del Olímpic y que, al desplegarla, se podía leer: Torrna [Vuelve, en catalán]. Dos erres. Las de Ricky Rubio, que, según expuso el club verdinegro, “vuelve a sonreír” con el fichaje por una temporada. Una sonrisa que se contagia al baloncesto español, que recupera a uno de los jugadores de más talento de su historia. Después de una temporada sin jugar para reflexionar sobre su carrera, Ricky Rubio volverá a los 34 años a defender la camiseta de la Penya, el club en el que se formó y donde nació su leyenda. El base internacional ha explicado este miércoles sus sensaciones frente a este esperado regreso a las canchas. “No me he preparado nada, pero os cuento y voy a ser sincero, a abrirme. Lo primero, gracias porque en un momento difícil se me respetó mucho. Y decir que vengo con una ilusión que hace mucho tiempo no tenía. Una ilusión que nunca he tenido”, señaló Ricky en el acto de presentación en sociedad como verdinegro.

“Escuché la vida con calma y me decidí”, comentó Ricky en el acto del Olímpic de Badalona, en la coqueta sala de prensa del club que se quedó pequeña, reservadas las dos primeras filas para familiares -no faltó su padre- y para el consejo y directiva del club, y el resto ocupadas por bolígrafos, grabadoras y cámaras, una nube de periodistas. También estaba Pau Ribas, su excompañero y ahora ya exjugador, que le devolvió la asistencia a Ricky, que hace un par de meses apareció por el pabellón en el último partido del curso con su camiseta para despedirle con honores. “Estoy por nuestra amistad, para apoyarle y para celebrar con él”, deslizó Ribas; “siempre le aconsejé que hiciera lo que más le apeteciese y venir a la Penya es una gran noticia para reenganchar a la gente y para hacer club. Aunque por desgracia ha venido cuando yo me he ido, por lo que no me ha tenido mucho en consideración”.

Ataviado con una camiseta de su nueva marca de ropa de la Fundación Ricky Rubio -41/2002 para dar visibilidad a la Ley del Derecho al Paciente y conseguir que los enfermos de cáncer de pulmón estén informados-, el base posó primero con la camiseta del Joventut y el nueve a la espalda, su número. Después se abrió. “Al acabar la temporada con el Barça estaba perdido. Me planteé escenarios, pero desde la desesperación. Llegó agosto y me dije que quería tomarme un año en blanco. Y este proceso ha sido una montaña rusa, enriquecedor, pero difícil también por muchos momentos”, comenzó; “y cada vez veía que la retirada estaba más cerca”. Pero de repente, en abril, algo hizo en clic en su cabeza, entre otras cosas porque la entrevista en el programa Lo de Évole le ayudó: “Me abro tanto que me sano por dentro. Tenía miedo, pero hay que entender que todos somos humanos”, reflexionó. Eso y varias cosas que le sucedieron en abril -no especificó cuáles, pues algo se guardó para él-, le hicieron decidirse. “Fue una semilla que entró dentro de mí, con calma, donde el ego no hablaba”. Y se explayó: “Diferenciar la persona del ego ha sido lo más difícil. El ego es necesario, pero tenía que escucharme porque no sabía. No me conocía. Entender las emociones, los sentimientos, canalizarlas, entender cuándo y por qué me enfado. Sanarse por dentro”.

En ese proceso de un año, Ricky acabó por comprender su receta del éxito. “Entendí que quería reconciliarme con el jugador. Hay que entender que antes de jugadores somos humanos, personas. Esto es una parte de lo que hacemos y le dedicamos mucho tiempo, pero se ha de saber compaginar. Y, de paso, vuelvo a jugar, mato dos pájaros de un tiro, a ver si puedo disfrutar un poco”, convino. Por el camino, no le ayudó mucho su hijo Liam. “¿Te gustaría que papá jugara?“, le preguntaba. ”Me da igual", le respondió. “Pero lo importante está dentro de uno mismo. Sentirse bien. Y así estoy. Antes pensaba que las críticas no me afectaban. Pero el mundo exterior te condiciona. Ayer, después de la noticia, recibí alguna crítica. Y, por primera vez, pensé: ‘Pobre, me tiene que criticar a mí. No debe estar bien”. Eso es porque estoy bien por dentro”.

Ovacionado al entrar y salir de la sala de prensa, con su sonrisa natural, con un discurso trabajado, con argumentos razonados, Ricky resolvió: “Sí, será mi último club. No hay dudas. Igual cambio, pero ahora mismo digo que sí, cien por cien”. Y cerró: “Creo que estaré nervioso en mi primer partido, del 0 al 100%, tengo un 200% de ganas de jugar. Pero es que lo siento. Como ayer, que en vez de afrontar todo como un robot, lo hice humanamente. Incluso con un vídeo de un aficionado que le enseñé a mi mujer, se me cayó alguna lagrimita”. Esta, sin embargo, fue de ilusión, la que tiene él y el Joventut, también el baloncesto, de verle en el parquet y verle como jugador y persona.

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Sobre la firma

Jordi Quixano
Redactor de Deportes en EL PAÍS desde 2003. Licenciado en la Universidad Ramon Llull. Ha cubierto una Eurocopa, un Mundial y varias Vueltas a España, además de llevar durante años la información del Barcelona, también del Atlético y ahora de polideportivo.
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