Pobre Melody
¿Qué sentido tiene hacer un festejo musical por la paz cuando dejan concursar a un país como es ahora mismo Israel?

¿Qué sentido tiene hacer un festejo musical por la paz cuando dejan concursar a un país como es ahora mismo Israel? Ninguno. No lo busquen. La única explicación es que el principal patrocinador es israelí. Yuval Raphael, representante de Israel, recibió abucheos y pitos que no llegamos a oír en nuestros televisores porque se silenció el sonido del público durante la retransmisión, y se añadieron aplausos grabados como parte del llamado “protocolo de bienestar”.
Raphael no fue elegida al azar; ella fue una de las supervivientes del ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. Parece que haya pasado una eternidad, pero no han pasado ni dos años de aquello. Dentro de muchos años ese ataque será recordado como el atentado contra el archiduque Francisco Fernando. Mucho me temo que la noche del sábado será un pie de página sobre esas cosas curiosas que suceden alrededor de las guerras. Me gustaría haberme concentrado, como cada año, en las gritonas, los fuegos artificiales, las canciones repetidas, las comparaciones, e incluso en las pocas canciones buenas que hubo (Italia y Gran Bretaña, amén de la excelente puesta en escena de Melody) en otra edición en la que no entendemos por qué no nos dan 12 puntos ni los portugueses. No pude.
La prohibición de la Unión Europea de Radiodifusión para con TVE unida al cartel que puso Televisión Española justo antes de la retransmisión me han dado mucho que pensar. Es muy complicado expresar la propia opinión en un ambiente tan politizado, tan irrespirable. Parece que al defender una causa justa se cae en el centrifugado ideológico que, si no se compra hasta el último dogma, provoca la expulsión a los lúgubres terrenos de la extrema derecha. En una cadena pública más politizada que en la era de Urdaci, hasta las reivindicaciones legítimas resultan sospechosas.
Lo que me queda claro es que, en tiempos convulsos, más te vale tener algo por lo que los demás quieran pagar (ya sean tierras, minerales, oleoductos, o terrenos junto al mar) si quieres sobrevivir. Yo, en este Eurovisión, no he entendido nada. No he entendido el triunfo de Austria con la peor canción del certamen, ni el ninguneo a la pobre Melody, que se merecía ―como decía Luqui― el tres, dos, o uno. Ojalá todo lo que no entiendo de lo que está pasando tuviera la misma naturaleza frívola y pop de Eurovisión. Lo de cantar por la paz tampoco se entiende ya.
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