¿Por qué Trump quiere borrar al activista LGTBIQ+ de los setenta Harvey Milk?
El Gobierno de Estados Unidos elimina de un buque de la Armada el nombre del icónico político, uno de los impulsores de la bandera arcoíris como emblema del colectivo


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Harvey Milk fue el primer hombre abiertamente gay elegido para un cargo público en Estados Unidos. En 1977, llevando como prioridades los derechos LGTBIQ+, los problemas de vivienda, o la discriminación laboral, ganó las votaciones para convertirse en miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco. Tenía 47 años y mucho activismo a sus espaldas. Llegó en 1972 al barrio de Castro, donde abrió una tienda de fotos (en cuyo mostrador conoció al fotógrafo Dan Nicoletta que luego retrataría su vida, su muerte y su legado). Previamente, había servido en la Marina estadounidense, durante la Guerra de Corea, aunque solo duró cuatro años antes de ser expulsado por homosexual.
En San Francisco se convirtió en un líder local y, al constatar la falta de visibilidad de personas diversas en el ámbito político, se presentó a diferentes cargos de representación pública. Lo intentó tres veces hasta que en 1977 tuvo éxito. Le llamaban “el alcalde de la calle Castro”. Una de sus luchas fue contra la Iniciativa Briggs, la Propuesta 6, como se conocía al intento normativo de prohibir a lesbianas y gais trabajar en las escuelas públicas. Milk ganó esa batalla. También consiguió que el Ayuntamiento avanzase en la aprobación de una ley en contra de la discriminación.
Además, es parte de su legado la bandera arcoíris. Fue Harvey Milk quien encargó al artista Gilbert Baker la creación de un símbolo que representara a la comunidad LGTBIQ+. Hasta ese momento, se había usado el triángulo, aplicado por los nazis para marcar la homosexualidad y resignificado después como símbolo de resistencia. Baker entregó al político y activista la enseña multicolor. La primera vez que se agitó fue en el Orgullo de San Francisco de 1978.
“Milk era un líder que defendía la idea de no esconderse en las sombras”, detallaba el experto en historia LGTBIQ+ Craig Loftin en The Guardian. Para este profesor de estudios estadounidenses en la Universidad Estatal de California, “la búsqueda de visibilidad y de reconocimiento público está en el centro de la narrativa de la historia de los derechos LGTBIQ+”.
En noviembre de 1978, tras 11 meses de mandato, Milk fue asesinado a tiros junto al alcalde de San Francisco, George Moscone. Tras su muerte, se convirtió en un icono del movimiento por los derechos LGTBIQ+. En 2009, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad a Milk. En 2016, un buque de la Armada estadounidense fue nombrado en honor del activista y político: el USNS Harvey Milk. Hace unas semanas, el Gobierno de Trump ha cambiado el nombre al buque.
“Me complace anunciar que la Armada de los Estados Unidos cambiará el nombre del USNS Harvey Milk al USNS Oscar V. Peterson. Estamos eliminando la política del proceso de nombramiento de los buques”, publicó en redes sociales el Secretario de Defensa de EE UU, Pete Hegseth, el 27 de junio, oficializando el renaming. “Es un vergonzoso intento de borrar las contribuciones de las personas LGTBIQ+ a la sociedad”, critican desde la Fundación Harvey Milk, que defiende el legado del activista y ahora vende camisetas con la forma del navío y el nombre original. Unas críticas compartidas por más organizaciones del colectivo y también por la oposición demócrata, que también considera el cambio de nombre “una ofensa a los valores fundamentales estadounidenses de honrar a los veteranos y a quienes trabajaron para construir un país mejor”.

La figura de Harvey Milk fue narrada en Los tiempos de Harvey Milk (de 1984 y que ganó el Oscar a mejor documental un año después). También en 2008, en Mi nombre es Harvey Milk (Milk en el original), la maravillosa película de Gus Van Sant y protagonizada por Sean Pean. Penn ganó el Óscar a mejor actor por interpretar a Milk. La promoción de la película tuvo que retrasarse un poco porque en noviembre de 2008 se votaba en California la Proposición 8, que amenazaba con vetar las bodas igualitarias en todo el Estado. Los responsables del filme no querían que la gente confundiera los clips de la película con el debate político del momento. Al final hablaban de cosas parecidas: de derechos LGTBIQ+, aunque con 30 años de diferencia.
La propuesta número ocho defendía eliminar el derecho a casarse a las parejas del mismo sexo, a través de una enmienda de la Constitución del Estado con la finalidad de que solo se reconociera como válido el matrimonio cuando este se realizaba entre un hombre y una mujer.
Un 52% de los votantes californianos apoyaron la propuesta: las bodas igualitarias quedaron suspendidas en California. En 2010, un tribunal federal declaró inconstitucional la enmienda. Y tres años después, fue amparado por el Supremo. En 2015, el fallo Obergefell v. Hodges dio amparo legal en todo Estados Unidos al matrimonio igualitario, pues el Supremo consideró que la Constitución garantizaba ese derecho.
Ahora, en 2025, hay movimientos radicales en EE UU, principalmente religiosos, que presionan para pedir al Tribunal Supremo la derogación de Obergefell v. Hodges. Quieren repetir el barrido de Roe v. Wade, sentencia de 1973 que protegía el derecho al aborto en todo el país y que fue derogada en 2022 gracias a la súpermayoría conservadora del tribunal.

Tras el segundo triunfo de Trump, en noviembre del año pasado, las bodas entre personas del mismo sexo aumentaron en Estados Unidos. Las parejas veían en el matrimonio un marco legal que les otorgaba mayor protección. En 2022, el demócrata Joe Biden firmó la Ley de respeto al matrimonio (Respect for Marriage Act), justamente para blindar los matrimonios entre personas del mismo sexo en el caso de que en un futuro cambiase la legislación. Esperemos que no.
“Mi pensamiento optimista es que, debido a que nos están golpeando tan fuerte y tan rápido, el péndulo se moverá de regreso en la otra dirección. Ojalá con más fuerza y rapidez”, expresaba el profesor Loffin en el mencionado artículo de The Guardian. “[Trump] está despertando a un dragón”.
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