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Jon Rahm encalla en el festival de Scheffler en el Open Británico

El número uno mundial pone a todos en fila en Royal Portrush con -10 y el golfista vasco sufre un mal día y baja al par

Rahm, en el hoyo 5 de Royal Portrush.
Juan Morenilla

El número uno del mundo ha puesto a todos en fila en el Open Británico. Scottie Scheffler manda en Royal Portrush con -10 después de la segunda jornada tras entregar una tarjeta de siete bajo el par. El guión del último grande de la temporada lo escribe el genial golfista estadounidense que este curso ya ha ganado el Campeonato de la PGA. Es Scheffler y detrás quien pueda seguirle: son apenas Matt Fitzpatrick con -9 y Brian Harman y Haotong Li con -8. A partir de ahí se abre algo parecido a un precipicio: Rasmus Hojgaard, Hatton, MacIntyre, English y Gotterup con -5. Más abajo asoma Rory McIlroy con -3. Y más aún Jon Rahm, en el par después de una jornada muy desafinada de uno arriba. Sergio García pasó el corte en el límite con +1, igual que Bryson Dechambeau al recortar seis golpes en la vuelta, y se despidió Ángel Hidalgo con +3.

El cielo de Portrush rompió cuando Rahm debía conectar su segundo golpe en el hoyo 2. Bajo el diluvio, el vasco posó la bola en el green con una precisión de cirujano, a esos seis o siete metros del hoyo que serían la distancia que le iba a torturar el resto de la jornada. Pateó para eagle y ató el birdie en una secuencia que se repitió una y otra vez durante la ronda. La misma película en el siguiente par cinco, el 7, y desvíos en los putts de media distancia en el 5 para birdie y en el 8 y el 9 para salvar el par. En esas dos estaciones falló Rahm las calles al visitar un búnker a la derecha en el primero y el rough de la izquierda en el segundo, y cargó con dos bogeys que dejaron en tablas los dos birdies de la primera parte. En el ecuador de la vuelta, en paz con Royal Portrush. Mientras aceleraban en la parte alta de la tabla, el español avanzaba dos pasos y retrocedía otros dos. La escena la seguía el chef José Andrés con un puro humeando en los labios y otro esperando turno en el bolsillo trasero del pantalón.

Hoyo tras hoyo, el guión se repetía también en los segundos nueve escalones. Putts de 20 pies se quedaban cortos o tomaban una ligera circunvalación a un lado del objetivo. Parecía imposible acertar en el centro de la diana. Ni siquiera cuando envió un misil en el 11 al medio de la calle y en posiciones avanzadas. El segundo golpe se pasó de bandera y Rahm lanzó frustrado el palo al césped y le arreó un par de puntapiés. El tajo en los greens se complicaba porque seguía errando calles (al búnker en el 12, al rough en el 15) y el colmo fue el bogey del 16 al fallar desde menos de un metro. Solo en el 17 se concedió al fin el gustazo de patear al lado de la bandera para cantar el birdie, pero la alegría le duró tan poco que bajó la persiana con otro putt fallado de poco más de dos metros en el 18, el cierre de un día para olvidar. El emboque más largo de la jornada fue de 1,5 metros en el hoyo 7.

“He jugado muy mal, sin excusas. No me he dejado opciones cercanas para meterla y el problema ha sido también desde el tee, cada vez que fallaba la calle estaba en mala posición. No es que no tenga esperanzas de cara al fin de semana, es que he acabado fatal y estoy de mala leche”, se sinceró.

Pese al enfado, Rahm dio sus explicaciones con profesionalidad al entender que es parte de su trabajo. Hay maneras y maneras de gestionar un mal trago. Sergio García, con 26 ediciones del Open Británico a sus espaldas de 45 años, se machaca el alma después de una ronda de +2 que le deja +1 en la clasificación y dentro del corte. “Es lo que hay. No empiezas bien, luego te recuperas y parece que intentas fallar el corte aposta. No es eso, pero es la sensación que te da. He hecho barbaridades en el campo”, afirmó, furioso por un putt corto fallado en el 13 y un tripateo en el 14 que le costaron dos bogeys sangrantes. De ese green salió maldiciendo incluso cuando unos aficionados le animaban, y en el tee del 15 descargó su furia atizando a la bolsa de palos roja y amarilla de los Fireballs, su equipo en LIV. “¿Tenía que estar feliz, no? ¿Contento? Después de cagarla por todos lados. ¿Cómo no iba a estar frustrado si estoy peleando y hago dos bogeys absurdos? ¿Tengo que estar feliz por eso?”, contestó. El castellonense partió a las 7.19 de la mañana y no aprovechó unas condiciones perfectas, sin viento ni lluvia: “El campo estaba ideal para hacerle tres bajo par y yo fui regalando golpes por todos lados”.

Peor resultado entrega Ángel Hidalgo (+4 en la ronda, +3 en total), pero la actitud y la cara son otras pese a un bogey en el 18 que marca su despedida. El malagueño mira y aprende en su segundo grande, su segundo Open Británico a los 27 años. “Le he pegado bastante mal a la pelota, desde el principio no he estado nada cómodo”, asume; “de martes a jueves le he pegado increíble, pero hoy no le he dado sólido”. Hidalgo encara un “paroncito” en la temporada y enfila en el horizonte el Open de España en el que defenderá título tras el desempate del pasado curso ante Rahm. El vasco se marchó encendido mientras Scheffler revolucionaba el Open.

Clasificación del Open Británico.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.
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