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Del ‘Brat summer’ al ‘Britpop summer’: Oasis y el enardecimiento de lo masculino y lo heterosexual

Si el Brat fue un verano predominantemente femenino y queer, el de Britpop es el enardecimiento de lo masculino, de la conciencia de clase obrera, y de lo heterosexual. En tiempo de inquietud, la nostalgia, es decir, lo predecible funciona como ansiolítico

Asistentes al concierto de Oasis en Londres.

“Tengo entradas para Oasis, pero coincide con mi boda, ¿alguien quiere ir en mi lugar? Juzgado de Manchester a las 15.00. Se llama Sarah”. Chascarrillos de este tipo inundan las redes desde que Oasis dio su primer concierto en Cardiff a principios de julio. Ya en agosto de 2024 cuando los hermanos Gallagher anunciaron su reconciliación y consecuente gira, una usuaria de X adelantó, casi palabra por palabra, este tipo de memes. Pero no hacía falta ser Nostradamus para adivinar lo que vendría con la reunión de Oasis. El vacile, las patillas mods, los sombreros tipo cubo, los cantos futboleros, las gafas redondas, los clones de Paul Weller haciendo la cola del supermercado. Un déjà vu del déjà vu.

El verano 2025 ha quedado oficialmente bautizado como el Britpop Summer, el polo opuesto del Brat Summer del año pasado, con Charlie XCX como absoluta reina estival. Si el de Brat fue un verano predominantemente femenino y queer, el de Britpop es el enardecimiento de lo masculino y heterosexual. Charli XCX se ha casado, celebrándolo con cigarrillos y martinis, sí, pero la hemos visto vestida de novia, no con un mechero BIC y una camiseta blanca de tirantes como único atuendo. Estos meses estivales, además de Oasis, se han planificado directos de otros grupos de la época como Pulp, Suede y Supergrass.

Charli XCX actuando en el Roskilde Festival 2024.

En tiempos de inquietud, la nostalgia, es decir, lo predecible, funciona como ansiolítico. Esta vez, incluso los más jóvenes, se han lanzado de lleno a ella. Las marcas de moda no han dejado pasar la oportunidad de capitalizar esa emoción. Burberry sacó una selección de festival con Liam Gallagher, Adidas Originals ha comercializado una colección entera dedicada a Oasis y Levi’s tiene su propia colaboración con la banda de Manchester. En la competición entre hermanos, Liam parece estar llevando ventaja a Noel en lo que a estilo se refiere. Entre un aluvión de contenido dedicado al armario de Liam, y campañas de moda como la de Stone Island, las marcas están rebuscando en sus archivos y reeditando estilos que años atrás popularizó el vocalista. Umbro ha vuelto a vender una sudadera que Liam se puso en 1996; y Berghaus, la empresa dedicada al trekking y al senderismo, ha relanzado su modelo de chaqueta Meru que Liam llevó en un concierto de Oslo en 1997. Lo mismo ha sucedido con la parka Falkland 95 de la firma escocesa de ropa para el aire libre Keela, que el artista lució en su actuación del festival de Glastonbury en 1995.

Mientras tanto el algoritmo anda en bucle enseñándonos chistes de pedos, padres de familia que lloran por primera vez en su vida tras descubrir que le han regalado unas entradas para Oasis, fans que se cuelan en conciertos de los de Manchester disfrazados de barrenderos municipales o vídeos de Liam durante un concierto diciendo que los infieles entre el público pueden estar tranquilos, que ellos no usan cámaras chivatas como Coldplay. Un desparrame divertido, cafre, que encaja a la perfección en el formato meme y que nos resulta extremadamente familiar.

Un fan de Oasis en Londres este verano.

El reencuentro entre hermanos es algo que artistas como Dua Lipa, Anya Taylor-Joy, o Mel B de las Spice Girls también han celebrado disfrutando de los conciertos. Aunque también se menciona a menudo la palabra ‘pereza’, sobre todo entre mujeres. Durante la entonación colectiva de Wonderwall, se nota algo de cansancio por comprobar que hay un retorno a lo de siempre y los tíos con guitarras han vuelto a la primera línea del panorama musical. El hastío apunta también a la coincidencia entre la vuelta de la ‘lad culture’, esa cultura de borrachera y peleas de gallos, y los movimientos reaccionarios que se propagan entre los jóvenes. Quien antes podría sentirse cohibido exhibiendo ciertas actitudes, digamos nostálgicas, ahora pueden creer que todos los cambios anteriores fueron un espejismo.

“No creo que el revival Britpop tenga mucho que ver con la vuelta de roles tradicionales de género en sí misma”, argumenta Edmond Lau, especialista en estrategia cultural. “La principal distinción con el verano anterior es que el Brat Summer capturó la esencia de su tiempo, y era realmente una expresión del presente, mientras que el Britpop Summer mira al pasado como algo a lo que aspirar. En épocas de incertidumbre, la gente se aferra al pasado nostálgico, o la idea de un futuro pasado”.

Marta, residente en Londres, vivió en primera persona uno de los cinco directos consecutivos de la banda en el estadio londinense de Wembley, y perdió la voz de tanto cantar. “Entre el público había muchas mujeres, diferentes generaciones, familias enteras. Había muy buen ambiente, el público iba a disfrutar y casi no se veían móviles grabando. Aunque los precios de las entradas eran altos si no pudiste entrar en la lotería, los asistentes parecían celebrar la cultura de la clase obrera”.

Lau opina que el humorista y periodista musical Marc Burrows dio en el clavo en un reciente ensayo en el Huffington Post describiendo a los hermanos Gallagher, los chicos de clase obrera del norte de Inglaterra, actuando como estrellas del rock hasta que lo fueron. “La idea de triunfar desde la nada es especialmente atractiva en una época en la que se percibe como algo especialmente difícil de lograr”.

Burrows admite en su tribuna que el Brit Pop también estaba plagado de sexismo normalizado. “Era un movimiento con alrededor de 436 hombres en 90 bandas indie conocidas. Y once mujeres”. Por otra parte, las personas no blancas en la escena se podía contar con los dedos de una mano: Sonya Madan y Debbie Smith de Echobelly, el batería de Ocean Colour Scene Oscar Harrison, y Rob Cieka de Boo Radleys. Y, sin embargo, en una sociedad tan clasista como la británica, Burrows recuerda un espíritu de cambio, aunque fuera momentáneo. “El verdadero legado del Britpop es la actitud. [...] La negativa a que te digan que no puedes hacer algo solo por tu origen o tu acento. La insistencia en que la cultura de la clase trabajadora no es solo algo para ser tratado con condescendencia o compadecido, sino celebrado y enaltecido”. Como observó una usuaria en redes: “La gente no sabía lo que realmente significaba Oasis para la gente”.

Con derechos que creíamos fundamentales desmantelados, la certeza de que los vuelos baratos, la ropa barata y las entregas a la puerta de casa tienen inevitablemente un coste humano y medioambiental, no hay duda de que se construye una renovada conciencia de clase. Durante este verano, los éxitos de Oasis son para muchos su himno.

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