“Quería que todas las modelos se parecieran a Carole Lombard”: así empezó la epidemia de las cejas finas de los 90 que vuelve a estar de moda
En los años 20 y 30, las actrices, que eran las influencers del momento, las pusieron de moda. En los 90 se convirtieron en epidemia. Ahora una de las modelos más importantes del mundo, Angelina Kendall, las lleva

La fotografía que aparece en el perfil de Instagram de Angelina Kendall, una de las pocas modelos actuales a las que se las puede añadir el prefijo súper, es una imagen de su infancia. En ella aparece una niña con las cejas muy finas. Esas mismas cejas siguen estando en su rostro, y ese rasgo es uno de los que convierten a esta modelo australiano-brasileña en una fuerza imparable en el mundo de la moda. Que el rostro del momento no comparta la tendencia imperante de cejas pobladas, quizás sea un síntoma de que dicha tendencia no es la única. También, que la sombra de los 90 es alargada o, por hacer el chiste fácil, fina.

Al siglo XXI le corresponden una cejas abundantes y, en apariencia, naturales, pero como toda corriente lleva arrastra su contracorriente, también las finas y dibujadas. Son esas que abren la mirada, que la limpian y que, tras una década de desmelena capilar à la Carlota Casiraghi, están reclamando su sitio. Esto puede ocurrir por varios motivos: el propio desgaste de la tendencia anterior, porque hay espacio para todas las bellezas o por que le toca a los 90 volver. O por todas las anteriores y sin que haya demasiado consciencia del fenómeno.
Hubo un tiempo en el que el cine proponía las tendencias de moda y belleza. Era el gran medio de comunicación de masas: no tenía competencia visual. Por eso, las actrices eran las influencers. En los años 20 del siglo pasado, ese nuevo arte había dejado al mundo con la boca abierta y, pronto, lo dejaría con la mirada también así: las actrices aparecían en las películas con las cejas depiladas en extremo; pensemos en las de Clara Bow, Claudette Cobert o Greta Garbo. Esta decisión era cinematográfica: a falta de palabras, se confiaba la expresión a la mirada para contar la historia. El cine sonoro no llegó hasta 1927 con El cantante de jazz, así que hasta que la industria asimiló el sonido, hubo muchos años en los que las cejas finas eran el canon de belleza. No hubo un salto radical hasta los 90, momento en el que vuelven a encontrar su sitio porque, sencillamente, nunca desaparecieron. Quizás las de su madre y abuela estaban eran así. También lo fueron las de Sofía Loren en los 60 o la de Jaclyn Smith, Ángel de Charlie, en los 70, que no estaban tan sobre depiladas, pero eran finas. ¿Y si las cejas así nunca se han ido? ¿Y si lo menos frecuente en llevar una ceja poblada?

Los años 20 y 30 no los recordamos, aunque veamos películas de Lubitsch siempre que podamos, pero sí los 90. Una de las imágenes que asociamos a esa década fue la de las supermodelos, esa comunidad de mujeres que lograron que conocieran su nombre hasta quienes no habían comprado una revista de moda, que se convirtieron en mujeres de negocio y que llenaron las carpetas de todo el mundo. Todas ellas, Helena Christensen, Claudia Schiffer, Linda Evangelista, Naomi Campbell o Cindy Crawford vieron depiladas sus cejas. En esta decisión el maquillador Kevyn Aucoin tuvo gran responsabilidad. El diseñador Isaac Mizrahi, su colaborador, cuenta en el documental Larger Than Life: The Kevyn Aucoin Story (Tiffany Bartok, 2017), que ambos decidieron que todo el mundo tenía que parecerse a Carole Lombard. Sin saberlo, pero intuyéndolo, construyeron imágenes que aún siguen en nuestra retina. La propia Crawford ha declarado que su agencia y ella entraron en pánico pensando que, por culpa de esas cejas, su carrera se hundía. No lo hizo. Pero esto no se terminó con ellas, la siguiente supermodelo, Kate Moss, también paseó por portadas, pasarelas, fiestas y clubs, sus cejas finas. En el documental declara que Aucoin: “tenía un sillón como de dentista, me agarraba por la barbilla y empezaba a depilarme las cejas”. No fue ese el único legado de Aucoin: él también fue pionero en el contouring y en trabajar la piel para que tuviera un acabado natural. Sin embargo, fueron esas cejas finas y arqueadas el rasgo que más influencia tuvo en el resto de la sociedad.
De las revistas saltaron al cine: pensemos en Cameron Díaz, Drew Barrymore o Reese Witherspoon, reinas de las comedias y los éxitos noventeros o en la propia Melanie Griffith en Armas de Mujer, buscando su sitio en una oficina de Manhattan. En el cine de los 90 solo hay cejas finas: por tanto, hablamos de protagonistas de mirada abierta, de rasgos, a la vez, inocentes y traviesos, de rostro limpio. Y, de ahí, a la música: ooops, Britney también lo hizo y Gwen Stefani o Victoria Beckham. Y, de repente, las cejas finas fueron una epidemia: las veíamos en la televisión, la oficina, el metro y la calle. Y, quizás, en el espejo en el que nos mirábamos cada mañana. Las madres unieron a su clásico consejo de “lávate la piel cada noche, pero no con la pastilla de jabón de las manos” uno más: “no te depiles las cejas demasiado”. No fueron obedecidas, porque los referentes pop eran demasiados y estaban en todas partes. Fue, además una tendencia transversal: se veía en el metro y en las mansiones del Upper East Side. Busquemos imágenes de Carolyn Bessette, epítome del mimimalismo de clase alta, ahora revisitada gracias a la serie que Ryan Murphy prepara sobre ella y su marido; sus cejas son mínimas y… de clase alta.

El cambio de siglo quiso dejar claro que había muchos tipos de bellezas. El no make-up y la aparente naturalidad reclamaron su sitio, que fue enorme porque llevaba apareada una consigna casi política: las mujeres estamos demasiado ocupadas como para mantener nuestras cejas. Como si las salvajes de Cara Delevigne, Keira Knightley o Jennifer Connelly no requirieran cuidados. Pero como hay sitio para todas las estéticas, las finas vuelven a verse hoy en mujeres como Hailey Bieber o Bella Hadid, que poseen una capacidad de influencia real.

Que veamos cejas ligeras en las pantallas del móvil no implica que se vayan a instalar como en los tiempos de Algo pasa con Mary o las fotos de Avedon para Versace. La maquilladora Marta Arce lo explica con precisión: “La naturalidad, entendiéndola como los rasgos que cada una tenga, prima ante todo; si tienes cejas finas las querrás mantener y depilarlas es un riesgo porque con la edad, la alimentación, algunas enfermedades y la sobre depilación, las cejas no crecen, y ahí entran técnicas micropigmentación o microblading. Según ella, experta en backstages y editoriales defiende la consigna es “No me toques mi personalidad”. La clave, sostiene, es saber quién eres y qué quieres contar con tu rostro. “La tendencia la haces. Todas las tendencias ya han estado”, resume.
La idea de naturalidad también la mantiene Valentina Troni, CEO de Tebori Brows. Ella tampoco tiene muy claro que la ceja finas extremas vuelva por una razón: El exceso y el defecto no serán parte de la estética. Las personas que hemos visto aparecer con cejas finas han sido por dos motivos: por puesta en escena o bien personas que siempre han tenido la ceja fina”. Ella pone el ejemplo de Pamela Anderson, una de las abanderadas, quizás inconsciente, de esta tendencia: el motivo de que las cejas de pamela sean tan finas es porque ella siempre las ha llevado asi”. Otra razón por la que alguien elige cejas delgadas y esta italiana la esboza, es porque ayuden a construir un personaje y ahí tenemos a Lady Gaga, que incluso las ha cubierto. Troni también explica algunas famosas optan por la ceja corta, fina y alta para hacer “un efecto pony tail o foxy eyes, como es el caso de Gigi Hadid”.

Con seguridad hay alguien leyendo estas líneas que se depiló o afeitó las cejas en los 90 y que se arrepintió de ello. Uno los riesgos de la ceja fina es que parece que no tiene vuelta atrás. Por suerte, la industria cosmética está de nuestro lado y tiene buenas noticias: la ceja se puede recuperar, aunque no de manera natural. Monica Aránguez, experta en cejas, defiende la micropigmentación como al caso de que la persona quiere volver a una ceja con una mayor densidad, Esta técnica permite rediseñarla con trazos precisos a través de la simulación de pelos con una estructura 3D hiperrealista y diseños adaptados a las características específicas de la ceja natural y el rostro. El problema no está solo en la forma, sino en el daño que puede causar la depilación repetida sobre el folículo piloso. Cuando el vello deja de crecer, recuperar una ceja natural se vuelve complicado”. Ella insiste en que, “más allá de la tendencia, conviene tener presente que algunas decisiones estéticas pueden ser difíciles de revertir. Las modas pasan, pero los resultados permanecen” .

Si nos empeñamos en recrear el look de Linda Evangelista ante la cámara de Peter Lindbergh ,pero somos seres temerosos, siempre podemos recurrir al maquillaje. Exige cierta pericia, pero ahí está Tik Tok y las vacaciones de verano para practicar; con corrector y lápices de cejas se puede dibujar una ceja fina. Y sin riesgos. O, si queremos lanzarnos, se recomienda afeitar y no usar la pinza. Siempre estarán el microblading (que dibuja el palo a mano ) o la micropigmentación (que lo hace a máquina) para recuperararla si queremos desfacer el entuerto.
En este punto, ya podemos afirmar que hay dos maneras de entender la tendencia de las cejas finas: una desde la naturalidad y otra desde el artificio. También que hay dos tipos de ceja, las finas y las extremas, mucho más noventeras. Y detrás de ellas hay una verdad quizás incómoda en tiempos de cejas alocadas y llenas: estas cejas mínimas favorecen a muchos tipos de rostro, sobre todo a personas con rasgos muy marcados, que los puede suavizar. Como siempre, el resultado depende de conocerse bien y actuar en consecuencia. Y eso no solo es buen consejo para el maquillaje, también para la vida.
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