Carmen Linares, cantaora: “En mi época había miedo, pero yo tuve la suerte de tener un padre y un marido que apoyaban lo que hacía”
Con más de 50 años de carrera, la artista defiende un flamenco con raíces firmes y mirada abierta, como muestra el documental ‘Sosegá’


Carmen Linares (Linares, 74 años) llegó a finales de los años sesenta a un Madrid volcánico. Ella, que acompañaba desde Jaén a su padre, trabajador de Renfe, tenía solo 16 años y un enorme interés por dejarse seducir por lo que era la estimulante y heterogénea escena de la época. En los tablaos como el Café de Chinitas o Torres Bermejas se formó cantando para el baile junto a artistas como Enrique Morente, Camarón o los Habichuela. Aquella escuela, modelada día a día en el duro y no siempre grato escenario, fue el arranque de una de las trayectorias más sólidas y respetadas del flamenco. “Se aprende mucho saliendo a actuar todos los días ante públicos muy diferentes”, explica con la voz algo tocada. “Ha sido un aire acondicionado. Tengo que tener mucho cuidado”, se excusa.
A lo largo de su carrera ha defendido una forma de evolución basada en el conocimiento profundo del cante. Su disco Antología de la mujer en el cante fue un antes y un después: recogía temas creados o recreados por mujeres del ayer (La Niña de los Peines, La Perla de Cádiz, La Mejorana), desde una mirada joven, abierta y con guitarristas de primer nivel como Tomatito o Rafael Riqueni. “Es importante no imitar, sino poner tu personalidad”, dice. Ese proyecto sigue vigente décadas después, y ha servido como inspiración directa para muchas cantaoras actuales. “Todavía hay chicas que me traen el disco para que se lo firme”, cuenta. Y aprovecha para explayarse, explicando como ahora la mujer ha ganado visibilidad y libertad: “En mi época había miedo, pero yo tuve la suerte de tener un padre y un marido que apoyaban lo que hacía”. Esa mezcla de respeto y atrevimiento le valdría décadas después el Premio Nacional de Música (2001), el Princesa de Asturias de las Artes (2022) y el Grammy Latino a la Excelencia (2023). Ha trabajado con orquestas sinfónicas, ha versionado a poetas como Miguel Hernández, Lorca o Juan Ramón Jiménez, y ha afrontado cada disco con una mirada singular y profunda. También con riesgo. Recientemente ha grabado Los tiempos, una soleá sobre bases electrónicas junto a su hija Lucía Espín. “Es muy novedoso, muy bonito”, reivindica con orgullo. Esta libertad creativa la conecta directamente con su visión del flamenco como un arte en transformación constante: “Un artista tiene que ir con la vida que le está tocando vivir”.

En esa línea de apertura se inscribe su participación en Sosegá, el documental firmado por Little Spain para el centenario de Cervezas Alhambra y que cuenta con la dirección musical del productor y compositor Javier Limón, que ha creado para la ocasión un nuevo palo flamenco, la sosegá. El proyecto reúne a 14 artistas de distintas generaciones, como Arcángel, Sandra Carrasco, Juan Carmona o Diego del Morao. Linares pone voz a una granadina dedicada a Enrique Morente, con letra de Limón y guitarra de Dani de Morón. “Me inspiró muchísimo”, destaca, recordando la emoción de grabar una pieza que unía pasado y presente. No participó en la creación del estilo, pero reconoce el valor del proyecto: un compás sin remate final, más pausado, que conecta con una forma de vida y de entender el arte sin prisas. Para ella, eso encaja con una evolución “sana”, basada en la raíz.
La jienense, de fulgurantes ojos verdes, defiende que lo puro está en la verdad del artista. “La pureza la llevamos dentro”, afirma. Por eso valora que los artistas jóvenes estén cada vez más preparados y documentados. No da muchos nombres, para no olvidarse de nadie, pero menciona a Estrella Morente, Arcángel, Miguel Poveda, María Terremoto, Esperanza Fernández o Rocío Márquez. “Todos tienen su mérito, cada uno en su espacio”.
Este verano actúa en varios festivales, como Bierzo al Toque, en Ponferrada —del 23 al 26 de julio, donde será homenajeada junto al Corral de la Morería—, y celebra la proliferación de ciclos nuevos que le permiten conectar con otros públicos. Su voz ha cambiado con los años, como es natural, pero ha ganado en experiencia, interpretación y dominio del escenario. “No tengo la voz que tenía a los 20, pero ahora sé mejor lo que quiero”, explica, “la misión del artista es alimentar el alma de quien le escucha”. Trabaja con calma, se cuida y selecciona con atención cada paso. Está preparando un nuevo disco y también un libro de memorias. “Hay que seguir rebuscándose”, resume con gracia flamenca.
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