Meredith Duxbury, la maquilladora de los 20 millones: “Supe que esto podía ser estable cuando empecé a ganar dinero”
El alcance de las redes sociales hizo que en pocos meses su particular forma de maquillarse estuviera entre las más vistas del mundo. Hoy, cinco años después, el tesón, creatividad y dedicación han hecho de Meredith Duxbury una figura respetada por las industrias de la moda y la belleza


Solo un año después de acabar sus estudios en Marketing y Administración, Meredith Duxbury (26 años) ya había terminado de pagar el préstamo de la universidad —un proceso que a los estadounidenses les suele llevar 10 años—, había dejado el Connecticut donde creció y se había instalado en Nueva York. “Supe que esto podía ser estable cuando empecé a ganar dinero. Cuando me mudé sin la ayuda de mis padres”, cuenta por videollamada desde Manhattan. Ese ‘esto’ al que se refiere es su carrera en la creación de contenidos que la ha llevado entre otros a desfilar para Diesel, a colaborar con Prada, Charlotte Tilbury, Tory Burch, Armani Beauty o Burberry y a ser representada por Creative Artists Agency, la agencia que gestiona los perfiles públicos de medio Hollywood y de otro tanto en la industria de la moda.

Como todo en la era de la viralidad, su éxito fue tan inmediato como apabullante y parte de un relato redondo: nunca le gustaron sus pecas, así que las cubría con dosis desmesuradas de fondo de maquillaje. El proceso, que para ella era cotidiano, se trasladó a varios vídeos en los que extendía cantidades obscenas de producto mientras cantaba en playback temas de Doja Cat o Nicki Minaj. El resultado era casi ASMR visual para amantes del maquillaje. Creó un hashtag con millones de visualizaciones y un reto al que se sumó hasta Selena Gomez. Su contador de seguidores en TiKTok se disparó y antes de que terminara el año superaba los siete millones (hoy suma más de 20 en todas sus plataformas).
@meredithduxbury chocolate strawberry milkshake makeup 🍫🍓
♬ sunet original - Fantomel
Su conquista se podría explicar fácilmente por la mezcla de ingenio y suerte con el algoritmo. Pero la agudeza está en cómo ha conseguido mantenerse en los más alto desde entonces, en un campo acostumbrado a pasar al siguiente viral con un rápido escroleo. “Hay que ser perseverante”, dice, “si te vas a dedicar a la creación de contenidos tiene que apasionarte el tema que trates. Si solo buscas éxito, si no te diviertes, será duro porque te exigirá todo tu tiempo”. Sus propuestas demuestran control del lenguaje audiovisual y de los resortes del entretenimiento: “Una parte importante de mi trabajo es escrutar qué pasa en cada momento. Seguir las tendencias, las canciones virales o los hashtags. Si no lo analizas no vas a poder darle a tu audiencia lo que quiere”. Tampoco le falta audacia para manejar el lujo (y eso que se requiere maña para equilibrar lo comercial y lo aspiracional), ni para haber virado hacia la moda: “Fue difícil deshacer la idea de que yo era solo la chica del maquillaje y que no podía ofrecer un lado más natural que encajara con la estética de las marcas de moda. Pero no acepto un no y me gustan los retos, así que me puse a trabajar para demostrar que también podía. De cualquier manera, en esto nunca hay que tomarse el rechazo como algo personal”.

Nació en Dorchester, capital del condado inglés de Dorset, por casualidad, porque su padre estaba destinado allí con el ejército. “Mi madre es estadounidense y teníamos familia en Connecticut, así que nos mudamos para allá cuando era pequeña”. Creció entre tutoriales de YouTube y dos abuelas artistas que potenciaron su creatividad y su ojo para el color: “Para maquillar necesitas destreza y precisión, pero también una mirada entrenada. No creo que tengas que nacer con ciertas dotes para dedicarte a ello, pero sí hace falta mucho aprendizaje. Yo tenía la habilidad artística, quizá de forma natural heredada de mis abuelas, pero también dediqué mucho tiempo a mejorar”.
Perspicaz e incansablemente obcecada, se ha convertido en una experta evolucionando su punto de vista y hasta el eje de su contenido, que es su rostro. En estos años ha pasado por cabello con voluptuosas ondas rubias, por la media melena pelirroja, el pelo lacio platino, extensiones morenas… El cambio constante afecta hasta a sus facciones con atrevidas depilaciones y decoloraciones de cejas, con pestañas postizas o rellenos de ácido hialurónico. Sobre estos últimos es sincera: “Hay mucha presión en esta industria, tienes que ser perfecta. En mi caso me puse rellenos de labios y me gustaron, pero luego me los disolví y pensé que me sentía mejor. Lo conté todo porque creo que es importante mostrar el proceso, para no fijar estándares poco realistas”. Y, ¿cómo se trabaja la confianza en este escenario? “Recibes mucho cariño, pero al mismo tiempo mucho odio y muchas opiniones. Antes de las redes podías escucharlas de los acosadores del instituto, de tus hermanos… pero eran personas contadas. Nunca tenías esta cantidad tan loca de puntos de vista. En mi caso tengo la piel dura y cuando dudo vuelvo a recordarme que hago esto porque me encanta y porque está impactando en un grupo de personas de forma positiva. Por eso intento no centrarme en los comentarios negativos, arruinarían la alegría que provoca todo lo demás”.

Sus primeros vídeos, aquellos con tanto maquillaje, se convirtieron en protagonistas de decenas de artículos. Su nombre apareció en publicaciones especializadas en belleza, pero también en medios generalistas de todo el mundo, lo que arrastró hasta su cuenta a haters indignados por la cantidad de producto utilizada, a comentaristas preocupados por el impacto en el medio ambiente de esos frascos de corrector, a señores enfadadísimos porque su cara con y sin maquillaje fueran tan distintas, a gente inquieta por ese canon estético inalcanzable… Un nivel de virulencia que solo suele ser frecuente en cuentas de mujeres jóvenes que hacen lo que quieren (y además ganan dinero con ello). “No puedes hacerles caso porque vendrían más. Se supone que el maquillaje es divertido y que puedes hacer lo que quieras con él. Hay gente que se queja y me dice ‘esto no se hace así’, pero en realidad se hace como cada uno quiera”, defiende. Y quizá esa manera tan liberada de entender el maquillaje y el entretenimiento sea precisamente la que conecta con esa legión de seguidores siempre dispuesta a probar el nuevo corrector que tan bien queda en los vídeos de Meredith Duxbury.

Créditos
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
