Cómo el pañuelo palestino sobrevive como símbolo de resistencia: de Bella Hadid a la última fábrica de Cisjordania
Toda prenda es política, pero pocas cargan con tantas capas de significado como el tradicional pañuelo palestino. De Arafat a Madonna, y del campo gazatí a las manifestaciones occidentales, esta es su historia


En casa de Avo Zoughbi siempre hubo una kufiya: su madre y su abuela la usaban con frecuencia. En la familia de esta bordadora palestina de 40 años nacida en Belén (que va a impartir talleres en la Casa Árabe en Madrid) este tradicional pañuelo blanco y negro representaba más que una simple prenda de vestir: “Era un símbolo de orgullo y pertenencia. Empecé a bordar la keffiyeh -kufiya en su acepción inglesa- más adelante, cuando decidí preservar este arte tradicional. Mi madre, experta en costura, me enseñó, y también recibí orientación de artesanas locales para perfeccionar mis habilidades”, recuerda.
Se dice que toda prenda es política, pero pocas lo son tanto como la kufiya, el pañuelo palestino. Desde sus raíces campesinas hasta convertirse en un símbolo global, tiene una historia que mezcla capas de significado tan intensas como la identidad palestina, el espíritu de resistencia, la mirada occidental y los ejes de poder mundiales en una sola pieza.

“La kufiya es más que una simple pieza de tela; es un símbolo cultural que trasciende el tiempo y el espacio”, apunta Zoughbi. Lo es desde su propio diseño, un patrón geométrico con profundos significados que varían según la región de Palestina. “Algunos de estos patrones reflejan la historia de las tribus palestinas y las zonas geográficas de origen de sus individuos”, explica esta bordadora. “Por ejemplo, las líneas diagonales pueden representar la lucha y la liberación, mientras que las formas cuadradas pueden relacionarse con granjas o dunas de arena. En general, la kufiya representa un símbolo de la identidad y la resistencia palestinas”.
Su ascenso a símbolo político no se dio hasta la década de 1930, antes de eso era la prenda que los campesinos o fallahis utilizaban para cubrirse del sol y proteger el rostro. Una prenda práctica y nacida del trabajo. Pero en 1936 los palestinos protagonizaron la “gran revuelta árabe” —considerada por ellos como su primera Intifada— levantándose masivamente contra Gran Bretaña.

Para entender cómo la kufiya se convirtió en un icono, hablamos con Danaé Fonseca, investigadora posdoctoral de la filología árabe y su influencia cultural en el Departamento de Filología Clásica, Románica y Semítica de la Universitat de Barcelona. “En este contexto la represión por parte de las autoridades británicas incluía la identificación de personas, incluido el rostro, por lo que la kufiya se volvió útil como una forma de cubrir los rostros para proteger la identidad de las personas que se levantaron contra los británicos”. La kufiya fue sustituyendo al sombrero tarbush (muy usado entre las clases altas) para identificarse como un símbolo de resistencia contra la ocupación británica y contra la colonización sionista en ese momento. “Incluso en los comunicados de la organización de la Revuelta se llamó a usar la kufiya como una muestra de resistencia”, recuerda esta experta en historia y cultura palestinas. “A partir de esta década la keffiyeh o hatta ha tenido una importancia fundamental como símbolo de resistencia palestina”.

El segundo momento pivotante en la construcción de este símbolo sucedió en 1974. Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina, llegó a las Naciones Unidas con una frase que quedaría para la historia (“Vengo con el fusil del combatiente de la libertad en una mano y la rama de olivo en la otra. No dejen que la rama de olivo caiga de mi mano”) y una kufiya en la cabeza. “Arafat estilizó la kufiya en su cabeza para que fuera como el mapa de Palestina histórica y así llevarlo con él en todo momento”, cuenta Fonseca.
Aquella imagen dio la vuelta al mundo e inspiró a otros líderes a portear una kufiya, en una clara declaración de principios. Nelson Mandela en Argel, Fidel Castro en Cuba. Todas esas fotografías se publicaron en todos los medios occidentales: el pañuelo palestino ganaba eco.
Sin embargo, dentro de Palestina, la kufiya ya había encontrado a sus particulares iconos. Fue el caso de Leila Khaled, la fedayina que fue conocida a nivel mundial por el secuestro de un avión en 1969. “Sus fotografías usando la kufiya y sosteniendo un fusil dieron la vuelta al mundo. La prensa la describía como “la Audrey Hepburn” palestina, resaltando su belleza y con ello buscando desdibujar su acción revolucionaria. Sin embargo, es un icono desde entonces y marcó un giro en el uso de la kufiya porque quedaba claro que esta no era una prenda solo de hombres sino de las palestinas también”, matiza Fonseca. “Dalal al-Mughrabi es otro ejemplo de palestina que usaba la kufiya y que la mostró como símbolo de resistencia. Es una heroína icónica muy conocida en Palestina”, añade.
En cuanto a Occidente, la kufiya comenzó a mirarse como una prenda más de moda, desprendiéndose poco a poco de su origen y simbolismo político. En 1982, Madonna realizó una de sus primeras sesiones de fotos de relaciones públicas en Nueva York. Llevó su propia ropa y se maquilló ella misma: el fotógrafo era Peter Cunningham y la pieza estrella, una kufiya.

Con los 2000 llegó la globalización. “Se fabricaron en China en varios colores y, como comenta el profesor Ted Swedenburg, especialista en estudios palestinos, la revista W calificó la kufiyah rediseñada que apareció en la colección de otoño de 2007 del diseñador francés Nicolas Ghesquière para Balenciaga —y que llevó la supermodelo brasileña Flavia de Oliveira— como uno de los Diez Mejores Accesorios del Otoño 2007”, recuerda Fonseca. Hoy en día una de estas reinterpretaciones de Balenciaga se puede adquirir de segunda mano por 2.860 euros.
En esa misma década fue lucida en todos los colores por artistas como Mary-Kate Olsen, Kirsten Dunst, Cameron Diaz, Colin Farrell, David Beckham, Justin Timberlake e incluso Meghan, la hija de John McCain. En la primavera de 2007, Urban Outfitters comercializó la kufiya, en varios colores, como una “bufanda tejida contra la guerra” hasta que las protestas llevaron a la cancelación de la línea, aunque no a la interrupción de la venta del artículo. La carga de significado que ya había adquirido este estampado llevó a que en 2009 Dunkin Donuts retirara un anuncio en el que aparecía Rachel Ray, conocida presentadora de televisión estadounidense, con una kufiya en el cuello. Una periodista de Fox News, Michelle Malkin, escribió una columna pidiendo que se eliminara la publicidad. “Sin embargo, algunos grupos de rap en Estados Unidos sí que lo usaron como una forma de reivindicación, por ejemplo: Invincible”, rememora Fonseca.

La última fábrica en pie
Uno de los fabricantes tradicionales de Kufiya han sido la familia Hirbawy. Su fábrica está abierta desde 1961 y es la última que queda, en Hebrón (Cisjordania). Con 15 telares y unos 20 trabajadores, fabrica 6.000 piezas al mes que exporta a todo el mundo y aunque enfrenta obstáculos constantes (checkpoints, cortes de electricidad y bloqueos fronterizos) la demanda internacional está en su punto más alto.
Si bien es cierto que hoy en día la kufiyah se teje principalmente en telares industriales, muchos artesanos aún practican el bordado a mano, especialmente en zonas rurales. “La artesanía aún tiene cabida. Los artesanos que la elaboran contribuyen a preservar el patrimonio palestino, con nuevas interpretaciones que se alinean con las tendencias modernas”, analiza Avo Zoughbi. “Al usar colores y patrones contemporáneos, es más accesible para las generaciones más jóvenes, fortaleciendo el vínculo cultural y social”.
Para estas alturas el uso estético y la carga política de la kufiya estaban entrelazadas y a veces en conflicto: “Más que reivindicado, ha sido apropiado por el capitalismo y por las marcas para desprenderlo de su significado político (…) Es una lucha constante contra el borrado político y la comercialización de un símbolo que tiene una larga historia de resistencia. Incluso Israel ha intentado apropiarse también de la kufiya”, apunta Fonseca. Desde Hirbawy consideran que no existe apropiación cultural de la kufiya cuando se usa “con conciencia e intención para apoyar a Palestina”, pero sí piden que se compren aquellas hechas en Palestina o países vecinos, y no versiones producidas en masa en lugares que no tiene conexión con su cultura.
Hoy la kufiya vuelve a cargarse de significado: “En el contexto europeo, prohibida en países como Alemania, se muestra aún más como símbolo de la resistencia palestina. La keffiyeh ha vuelto a su función original porque se utiliza en las protestas por Palestina para proteger el rostro de las manifestantes, tal y como se usaba durante la represión del mandato británico y durante la Intifada de 1987”, analiza Fonseca. “Para el pueblo palestino es un símbolo de identidad y para quienes lo usan en otros lugares, para solidarizarse, significa apoyar una Palestina libre y el fin del genocidio en Gaza. Es también recordatorio visual en la vida diaria que el genocidio está pasando y que lo debemos tener presente en todo momento”.
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