Mujeres y reporteras en Gaza: “Los hombres no sufren la misma presión que nosotras”
Periodistas gazatíes describen las dificultades añadidas que experimentan en su cobertura de la guerra, como la falta de visibilidad, el peso de una sociedad patriarcal y una complicada falta de intimidad


Cada día, cuando Dina Rajab deja a sus tres hijos para ir a hacer sus directos para la televisión iraquí para la que trabaja, siente la misma angustia en el estómago. “¿Los volveré a ver? ¿Me pasará algo mientras trabajo? ¿Soy un blanco de Israel solo por ser periodista?”, se pregunta esta reportera gazatí que dio a luz a su tercer hijo en una tienda de campaña hace pocos meses.
Rajab nunca acepta encargos que impliquen pasar una noche lejos de ellos o dejarlos a cargo de desconocidos. Pero, al mismo tiempo, está siempre lista para entrar en directo si hay alguna noticia de última hora y deja de dormir para poder entregar a tiempo un reportaje por miedo a que sus jefes piensen que el hecho de ser mujer y madre obstaculiza su trabajo.
“¿Cree que un hombre periodista vive todo esto de la misma manera?” “No, los hombres no sufren la misma presión que nosotras”, responde, entre risas, desde Ciudad de Gaza.
Ese no rotundo se repite en todas las periodistas gazatíes protagonistas de este reportaje, que se juegan la vida cada día, al igual que sus colegas hombres, y sufren además algunas dificultades añadidas por el hecho de ser mujeres, comenzando por la falta de visibilidad. “¿Cuántos nombres de periodistas palestinas son conocidos fuera de aquí?”, se preguntan, conociendo la respuesta.
A esto se suma la falta de acceso a la información en determinados reportajes, discriminaciones salariales y una total falta de intimidad en su día a día que les ha hecho plantearse dejar el oficio en algunos momentos. “También sentimos una especie de presión familiar sobre nosotras que restringe nuestros movimientos. Nuestros allegados se preocupan más por nosotras, porque culturalmente aquí es así. Y a veces decido quedarme en casa para preservar a mi familia”, admite Rajab.
En estos más de 22 meses de guerra, más de 200 periodistas han perdido la vida violentamente, según cálculos de Reporteros Sin Fronteras (RSF), los últimos esta semana en Ciudad de Gaza, cuando Israel bombardeó la tienda de campaña en la que estaba el equipo de la televisión catarí Al Jazeera, entre ellos uno de sus reporteros más emblemáticos, Anas al Sharif, que había sido directamente señalado por responsables militares. Siete personas murieron en el ataque.
Según cálculos del Sindicato de periodistas palestinos, una treintena de mujeres periodistas han muerto en ataques israelíes desde octubre de 2023 en Gaza. Entre ellas, Fátima Hassouna, fotoperiodista que perdió la vida en un bombardeo en abril. Este periódico publicó su diario fotográfico de manera póstuma el mes pasado.
Sentimos una especie de presión familiar sobre nosotras que restringe nuestros movimientos. Nuestros allegados se preocupan más por nosotras, porque culturalmente aquí es asíDina Rajab, periodista
Desde el campo de refugiados de Al Shati, en el norte de Gaza, Shoroq Shaheen, de 32 años, periodista de la televisión siria, admite que las mujeres reporteras en Gaza sufren mucho por sus familias cuando salen a trabajar. “Porque seguimos manteniendo esos roles y obligaciones tradicionales de nuestra sociedad, en nuestra calidad de madres, hermanas, hijas…”, dice la reportera, que ha vivido semanas en una tienda de campaña junto a otras compañeras para sentirse más segura y menos sola.
Las periodistas entrevistadas para este reportaje coinciden en que realizan gran parte de las tareas de casa antes de salir a trabajar y, cuando son madres, sienten una culpa que les impide encontrar satisfacción en su trabajo. “Yo sé que hoy, la que da seguridad a mis hijos ante el miedo, el hambre o el estruendo de las bombas, soy yo”, dice Islam Zanoun, periodista para la radio y televisión de la Autoridad Palestina.

Sin privacidad
Shaheen, que está soltera, estima que hay medios que creen que los hombres tienen “mucha más flexibilidad” que las mujeres para trabajar y para moverse dentro de un terreno de conflicto. “Aunque estemos dando pruebas de lo contrario”, recalca.
“Yo trabajo duramente, como mis colegas hombres. Cubro los mismos temas que ellos: destrucción, desplazamientos, heridos, muertos… He vivido en tiendas de campaña como ellos, aunque eso suponga para nosotras la total pérdida de nuestra privacidad”, agrega.
“Sobre todo cuando tenemos la regla, tenemos que pasar todo el día fuera, sin baño y corriendo sin parar para cubrir las noticias”, corrobora Baraa Lafi, que es palestina, pero creció en Suecia y lleva pocos años en Gaza.
Esta es su primera guerra, la cubre para una radio sueca y otros medios del país europeo desde Jan Yunis, donde comparte una tienda de campaña con otras siete mujeres periodistas. “Ahora somos como una familia”, afirma esta reportera de 28 años.

Después de casi dos años trabajando sin descanso, Shaheen confiesa que está física y mentalmente al límite. “He tenido ganas de llorar muchas veces, pero no he podido porque no he encontrado un sitio para hacerlo”, estima.
Tras sufrir seis desplazamientos y pasar meses sin ver a su familia, ha vuelto a vivir con sus padres y cada día va a Ciudad de Gaza para trabajar. “Pero antes preparo el desayuno y cuando regreso lavo platos”, puntualiza. Para llegar al lugar desde donde debe transmitir sus temas, Shaheen camina una media de cuatro kilómetros, toma carretas tiradas por burros y si hay suerte algún coche.
“Creo que los hombres tienen más oportunidades laborales que nosotras, especialmente en estos contextos peligrosos. También he escuchado que las mujeres están peor pagadas”, agrega.
He tenido ganas de llorar muchas veces, pero no he podido porque no he encontrado un sitio para hacerloShoroq Shaheen, periodista
Una nueva narrativa femenina
Islam Zanoun, la periodista de la televisión palestina, comparte su punto de vista. “Creo que hay medios que prefieren trabajar con hombres porque piensan que nosotras no nos vamos a poder dedicar en cuerpo y alma al trabajo. Y si contratan a una periodista, quieren que esté soltera y a veces también he sentido que prefieren que no use velo”, añade.
“He perdido oportunidades laborales por todo esto. Muchas veces he sentido que los procesos de selección no tenían en cuenta los méritos profesionales”, lamenta esta madre de tres hijos que perdió su casa, se ha desplazado varias veces y actualmente vive en Ciudad de Gaza.
Creo que hay medios que prefieren trabajar con hombres porque piensan que nosotras no nos vamos a poder dedicar en cuerpo y alma al trabajo. Y si contratan a una mujer, quieren que esté solteraIslam Zanoun, periodista
Pero estas reporteras también admiten que esa presencia femenina está favoreciendo una nueva narrativa. “Sentimos y reflejamos en nuestras crónicas esta desgracia de manera diferente”, coinciden. “Por ejemplo, nos cuesta más acceder a algunas fuentes o lugares, pero al mismo tiempo también podemos hacer reportajes que ellos no hacen, sobre todo aquellos que tienen que ver con otras mujeres”, estima Rajab.
Zanoun y otras periodistas también lamentan su precariedad. En el caso de esta reportera de televisión, ninguno de los medios para los que trabaja le hizo llegar un chaleco antibalas, que finalmente consiguió gracias a su hermano, ni tampoco recibió ningún tipo de formación para trabajar en condiciones tan complicadas. El salario fijo que recibe de la Autoridad Palestina, puesto que trabaja para la televisión pública, es pequeño y llega con retraso “debido a la crisis económica” y además, colabora para otra cadena marroquí, con la que no tiene una retribución fija.
Desde Deir el Balah, en el centro de la Franja, Noor Swirki, periodista de la televisión saudí Al Sharq, celebra que cada vez haya más mujeres periodistas, pero subraya que la mayoría escribe o aparece ante la cámara y no ha logrado aún entrar en partes del oficio que siguen estando reservadas a los hombres.
Por ejemplo, en Gaza no hay apenas fotoperiodistas o camarógrafas. Con algunas excepciones como Samar Abu Elouf, que ganó el prestigioso World Press con una foto de un niño mutilado.
Swirki admite que “no es fácil estar en el terreno” cuando se es mujer y madre. La periodista y su marido, que también es reportero, decidieron sacar a sus dos hijos de Gaza cuando empezó la guerra y todavía se podía salir por el paso fronterizo de Rafah, si las personas tenían doble nacionalidad o algún tipo de salvoconducto. “Pero ahora me consume la angustia, porque no sé si podré abrazarlos de nuevo, porque no sé si voy a sobrevivir”, afirma.
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