“Como los hombres saben que son más fuertes, no puedes hacer nada contra ellos si te hacen algo malo”: así afectan a las niñas las normas de género
Un estudio de Plan International ha seguido a 142 jóvenes de nueve países desde su nacimiento hasta la mayoría de edad y desvela que el 91% experimentaron violencia desde los 11 años. El 62% ve la violencia masculina como algo inevitable


“[Me siento insegura] al sacar agua del pozo por la noche. […] Porque hombres malos podrían violarme”. Jane, 12 años, Uganda.
“Si no escucho los consejos de mis padres, correré muchos riesgos como ser secuestrada, sufrir abuso sexual o ser asesinada”. Thom, 12 años, Vietnam.
“No deberíamos tener que caminar con miedo, ni andar con cuidado; [sino] que son los demás quienes deben respetarnos”. Gladys, 17 años, El Salvador.
¿Cómo es crecer siendo niña en El Salvador, Vietnam o Uganda? ¿De qué manera perciben el mundo que les rodea? ¿Qué estrategias encuentran para resistir y enfrentarse a la violencia y a los estereotipos de género? ¿Cómo evoluciona su mirada a lo largo de los años? Estas son algunas de las preguntas y reflexiones que plantea un nuevo informe de Plan International publicado este lunes: No deberíamos tener que caminar con miedo: Cómo las normas de género moldean la percepción de las niñas sobre la protección, el riesgo y la responsabilidad. En él, se analiza cómo 142 jóvenes de nueve países (Benín, Brasil, Camboya, República Dominicana, El Salvador, Filipinas, Togo, Uganda y Vietnam) entienden la violencia que viven y cómo intentan desafiarla.
La amenaza de la violencia y la sensación de inseguridad y vulnerabilidad son temas recurrentes en la vida de estas niñas. El 91%, es decir, 9 de cada 10, han vivido algún tipo de violencia desde los 11 años. Los lugares más comunes donde la experimentaron fueron en la escuela (42%), en casa (31%) o en su comunidad (28%). También se les preguntó dónde se sentían inseguras y, del 19% de las niñas que indicaron el hogar, la mayoría hicieron referencia a la violencia machista. Ese fue el caso de dos niñas de El Salvador: Raquel, cuyo primo agredió y amenazó de muerte a su tía, y Karen, una de las pocas participantes del estudio que destacó el impacto que le provocaba la violencia psicológica. Esta niña salvadoreña explicó que su padre le reprendía y se burlaba de ella cuando estaba borracho, algo que la hacía sentir insegura, sobre todo cuando se quedaban a solas. “Que este sea un caso aislado [dentro del estudio] nos indica que, debido a la falta de conciencia sobre estos tipos de violencia, las propias niñas, las víctimas y supervivientes puede que no reconozcan las experiencias que están viviendo como violencia de género”, menciona Kit Catterson, líder de la investigación, en una entrevista por videollamada con este diario.
“Y si no lo reconoces, ¿cómo vas a estar en condiciones de cuestionarlo o de buscar ayuda? Creo que esta historia muestra la necesidad de generar más conciencia para que la sociedad tenga una mejor comprensión de cómo puede manifestarse la violencia de género”, explica. “La gente tiene menos probabilidades de buscar ayuda si piensa: ‘bueno, al menos nunca me golpeó”, añade.
El informe es la última edición de Real Choices, Real Lives, una ambiciosa investigación que Plan International puso en marcha en 2006. La ONG decidió seguir la vida de 142 niñas en nueve países durante 18 años: desde su nacimiento hasta alcanzar la mayoría de edad en 2024. “Cada año, los entrevistadores han visitado a las familias. Siempre son locales de las zonas específicas, por lo que hablan el idioma, están familiarizados con la cultura y las costumbres locales”, explica Catterson. A lo largo de este tiempo, los expertos preguntaron a las niñas y a sus cuidadores (a estos, desde 2006, a las menores a partir de los siete años) sobre diferentes cuestiones, desde el cambio climático, sus derechos sexuales o la violencia machista. Algunas preguntas se repitieron a lo largo de los años, para poder ver así la evolución en sus opiniones.
En concreto, el informe de este lunes se centra en la adolescencia de estas niñas, un periodo clave en el que las normas de género se asientan. “El valor del estudio reside en que se trata de poner en primer plano las experiencias, opiniones y recomendaciones de las chicas. Es un complemento poderoso a esos estudios cuantitativos a gran escala que ofrecen estadísticas, pero no nos dicen cómo se sienten las niñas al respecto”, explica Catterson.
La violencia masculina como algo natural
En 2021 (cuando tenían entre 14 y 15 años), el 68% de las niñas percibían la violencia masculina como algo natural. En 2024, con 17 y 18 años, el 62% seguía manteniendo esta creencia. A los 15 años, Melanie, de Filipinas, explicaba que los hombres son violentos “porque son hombres”. Y Fezire, de Togo, afirmaba a los 18 que “como [los hombres] saben que son más fuertes, no puedes hacer nada contra ellos si te hacen algo malo”. “Las niñas decían que Dios había creado así a los niños y a los hombres. Esto les daba una sensación de algo inevitable, que no se puede cambiar ni cuestionar”, cuenta Catterson.
Para la investigadora, esto influye directamente en cómo se comportan las niñas, a dónde van, en qué lugares se sienten seguras o en cuáles piensan que, si les pasa algo, serán juzgadas por haber estado allí. También debilita su sensación de igualdad frente a los niños. “Algunas decían que los niños merecen tener más libertad, que tienen derecho a salir, a jugar o a acceder a ciertos espacios en la comunidad y que ellas no deberían tener esa misma libertad porque el riesgo de protección era demasiado alto en comparación con los niños”, explica.
En 2024, con 18 años, el 89% de las participantes del estudio creía firmemente que las madres y los padres pueden enseñar a los niños a no ser violentos ni agresivos
Catterson añade que eso afecta a cómo ellas ven su lugar en el mundo y mina la confianza en su capacidad para tomar sus propias decisiones: “Si crees que, si te pasa algo, te van a culpar, es muy difícil mantenerte firme en tus decisiones, porque conlleva asumir un riesgo enorme. Muchas de ellas decían: ‘Es más seguro si mis padres eligen por mí. Si lo hago yo y mi padre no lo sabe, entonces él se desentenderá completamente y no asumirá la responsabilidad de apoyarme”.
En la adolescencia temprana, el 57 % de las niñas afirmaba que era su responsabilidad protegerse de la violencia y el abuso. Ese sentimiento se hizo más fuerte con el tiempo y alcanzó el 67% a los 17 y 18 años. “Esto demuestra cómo estas normas sociales que dictan las expectativas sobre las niñas se afianzan y se consolidan con el tiempo. Y una vez que se arraigan, se hace muy difícil romper ese ciclo o influir en esas percepciones”, explica.
Las consecuencias de que las niñas asuman esta responsabilidad de protección son múltiples, explica el estudio, desde opinar sobre lo que otras niñas deben o no deben hacer, hasta vigilar sus propios comportamientos. Catterson menciona a Jasmine, una niña filipina cuya madre estaba muy preocupada por si ella sufría violencia, especialmente sexual, lo que hizo que desde muy pequeña le impusiera restricciones sobre los lugares a los que podía ir. “Al principio, Jasmine se resistía, pero, con el tiempo, dejó de participar en actividades y de salir de casa. No solo era el miedo a la violencia, sino que le habían inculcado la idea de que, si le pasaba algo, sería su culpa”.
La violencia de género es una crisis que no deja de crecer. Por eso se necesita hacer esa inversión ahora, porque cada día millones de niñas más están en riesgoKit Catterson, líder de la investigación de Plan International
El estudio también aporta esperanza. “A pesar de esa minoría preocupante cuyas libertades, sentido de igualdad y confianza en sí mismas han sido profundamente minadas, la mayoría de las niñas se resiste a esto a medida que crecen. Exigen que los adultos las escuchen, están seguras de que su voz importa, y tienen una fuerte convicción de que merecen los mismos derechos que los niños”, incide Catterson. En 2024, con 18 años, el 89% de las participantes creía firmemente que los progenitores pueden enseñar a los niños a no ser violentos ni agresivos. “Es deber de los padres educar a sus hijos y guiarlos por el buen camino”, señaló Catherine, de 17 años, desde Benín.
Además, mientras que en 2021 el 33% de las niñas creía que los niños debían tener más libertad que ellas, esta proporción se redujo al 18% en 2024. Sin embargo, la investigación menciona que muchas niñas reconocieron que, a pesar de soñar con vivir en un mundo más justo, la igualdad de género aún no es una realidad.

Poner en el centro las voces de las niñas
Se estima que, para finales de 2025, habrá una disminución de 406 millones de dólares (348 millones de euros) en fondos internacionales y de ayuda humanitaria dirigidos a erradicar la violencia contra la infancia. “Estos recortes catastróficos implican que casi la mitad de las organizaciones de mujeres podrían cerrar en el próximo año, y un 51% ya se han visto obligadas a suspender programas, lo que pone en riesgo algunos programas de protección esenciales para niñas y mujeres”, advierte el informe.
“Hacemos un llamamiento a los países que han hecho recortes para que reinviertan en sus programas de cooperación”, incide Catterson. Para la investigadora, es crucial que gobiernos, sociedad civil, los donantes institucionales y las fundaciones trabajen juntos para invertir en servicios de protección que mantengan a niñas, mujeres y supervivientes de violencia a salvo, tanto en el día a día como en contextos de crisis, en particular durante emergencias humanitarias.
Además, pide a los responsables políticos que pongan “en el centro las voces de las niñas en todas las decisiones que afectan a su seguridad”. “Las normas sociales y de género son profundamente perjudiciales, pero pueden desafiarse y desaprenderse. Se trata de invertir en ese esfuerzo”. Y finaliza: “La violencia de género es una crisis que no deja de crecer. Se necesita hacer esa inversión ahora, porque cada día millones de niñas más están en riesgo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
