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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Washington DC, militarizado

El despliegue del ejército con excusas falsas para patrullar las calles es un paso autoritario de manual que revela intenciones siniestras

Miembros de la Guardia Nacional salen de la Armería de Washington DC, este martes.
El País

Los habitantes de Washington se enteraron este lunes, por boca del presidente, de que viven en una ciudad infestada de crimen donde la muerte acecha en cada esquina y la “violencia rampante” impide que funcionen con normalidad las instituciones federales. Sobre esta disparatada afirmación, Donald Trump ordenó el despliegue de 800 miembros de la Guardia Nacional del Distrito de Columbia para patrullar las calles de Washington y puso la policía de la ciudad bajo las órdenes de la fiscal general. La seguridad ciudadana en la capital de EE UU ha quedado militarizada y bajo el mando directo de Trump.

La Guardia Nacional es un cuerpo militar de reservistas que se moviliza sólo en situaciones de emergencia, normalmente para ayudar en la logística de catástrofes naturales. Depende de los gobernadores de los Estados, menos en el Distrito de Columbia, donde depende del presidente. Su uso como fuerza de seguridad ciudadana es excepcional. Solo se justifica cuando las fuerzas policiales no dan abasto y es necesario invocar leyes de emergencia para hacerlo. Eso es lo que hizo Trump para colocar bajo su mando la Guardia Nacional de California y desplegarla en Los Ángeles el pasado junio, con la falsa excusa de una supuesta violencia desbocada. Dos meses después, aquel despliegue ha sido inútil en la práctica. Pero le sirvió a Trump para conseguir unas deseadas imágenes de imposición de la fuerza con efecto propagandístico e intimidatorio.

Las mismas razones se pueden intuir ahora en la decisión de militarizar la seguridad pública en Washington DC, una ciudad mediana (un millón de personas si se suma la población flotante que acude a trabajar), segura para los estándares de EE UU, básicamente poblada por funcionarios y con vigilancia en cada esquina, por razones obvias. La ciudad registra las menores cifras de criminalidad en 30 años, pero la Casa Blanca utilizó exageraciones, vaguedades y cifras engañosas para asegurar que Washington es más peligroso que, por ejemplo, Ciudad de México. Trump amenazó al resto de grandes ciudades de EE UU con hacer lo mismo en cualquiera de ellas. Detrás de él, el secretario de Defensa y la fiscal general le reían las gracias.

Militarizar las calles de Washington DC no tiene nada que ver con la seguridad pública. Trump es el presidente que se negó a desplegar la Guardia Nacional cuando el Congreso fue asaltado por sus partidarios. La medida sigue un patrón sistemático para la acumulación de poder en el presidente y la anulación del engranaje institucional norteamericano. Trump ha invocado emergencias falsas para imponer aranceles arbitrarios o aterrorizar a los inmigrantes. Ahora quiere que los ciudadanos se acostumbren a ver en las calles militares que operan a sus órdenes. Los jueces, o los ciudadanos con su voto, tienen que parar esta deriva siniestra que sigue paso a paso, a la vista de todos, el manual de instrucciones de las tiranías.

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