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Tribuna
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Me duele España

No pensemos que no hemos aprendido nada y que no hay nada que hacer, ya que todo está perdido, porque acabamos creyéndonoslo

Ilustración de David Uclés para su columna 'Me duele España', 17 de julio de 2025.

Me duele España. Me duele la purga contra aquellos que son distintos y contra quienes son iguales aunque parezcan distintos. Me duele que todavía creamos que lo nuestro es nuestro solo porque llevamos un tiempo insignificante en un territorio que muta. Me duele que el tiempo nos hermane más que la propia carne. Me duele el intento humano de hacer estático el movimiento y de pretender que nada cambie en un mundo en el que todo cambia. Me duele escuchar que la inmigración es buena porque conlleva fichajes deportivos excelentes. Me duele que digan que nadie debería ser racista porque los de fuera hacen el trabajo duro que pocos quieren hacer. Me duele que nos riamos con un personaje televisivo racista. Me duelen aquellos que huyeron de sus países rezando por sus familiares asesinados. Me duele ver a cientos de magrebíes durmiendo en las frías estaciones de la provincia de Jaén durante el otoño y siendo llevados al campo por la mañana y sin papeles a recoger “nuestra” aceituna. Me duelen las iglesias y los polideportivos vacíos. Me duelen los pueblos que desaparecen y que podrían acoger a tantas familias. Me duelen los políticos que no denuncian la violencia y que no señalan directamente a quienes no la condenan o a quienes la secundan. Me duelen los mensajes populistas lanzados para que calen entre los más débiles. Me duele que no seamos capaces de entender que, si arrinconamos a un niño y lo criamos entre cardos, disparará astillas de adulto contra todos. Me duele que haya quienes quieran extirpar un miembro para salvar un cuerpo cuyas dolencias son espirituales y no físicas. Me duele ver que hay partidos políticos que sirven de refuerzo moral a aquellos que aplican la fuerza contra inocentes. Me duele VOX. Me duele ver un parlamento con cada vez más hombres sin escrúpulos y sin alma. Me duele ver que la mejor arma dialéctica se ha reducido al “tú más”. Me duele asumir que hay políticos que, en lugar de padecer insomnio por la herida del país, paguen por tener sexo. Me duele asumir que aquellos que me insultaban de pequeño y me pegaban por ser un niño sensible son ahora padres. Me duele pensar que pueda cumplirse el refrán “de tal palo, tal astilla”. Me duele aceptar que la maldad suele enquistarse y hacerse más virulenta con los años. Me duele salir a la calle con miedo. Me duelen las palizas brutales a personas por ser diferentes al hombre blanco heterosexual. Me duelen quienes no se quejan de la injusticia por ser habitual. Me duele el acoso a una periodista. Me duele la fuerza bruta. Me duele que los hombres brutos ignoren la palabra. Me duelen los bíceps inflados y las cabezas huecas. Me duelen los bates y las hojas afiladas. Me duelen las arengas de tiempos oscuros. Me duele pensar que hace años, desde el extranjero, sentía España el mejor refugio del mundo. Me duelen quienes murieron felices pensando que dejaban un mundo más próspero. Me duelen los sacrificios inútiles. Me duele que pensemos que no hemos aprendido nada, que no hemos avanzado, que la historia es cíclica y que no hay nada que hacer, ya que todo está perdido, porque acabamos creyéndonoslo. Hay mucho que hacer. Y no hay tiempo que perder.

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