Las fobias
El insulto, la marginación y la persecución del inmigrante tiene graves consecuencias


El insulto, la marginación y la persecución del inmigrante es un deporte de riesgo. Todo tiene consecuencias y sería bueno que quienes perpetúan su rechazo reflexionaran antes sobre el efecto que pueden causar. En Estados Unidos estamos viendo en los últimos tiempos cómo la persecución contra los inmigrantes, cargada de una enorme retórica de odio y señalamiento, ha conducido a situaciones terribles. Las protestas en Los Ángeles, tradicionalmente una ciudad de migrantes, estuvieron a punto de desembocar en una reedición de sus ya históricos riots, que son los disturbios incontrolados que de década en década sacuden los cimientos sociales de la ciudad por culpa de la marginación y la desigualdad. Solo la intervención de las organizaciones cívicas logró frenar una escalada que fue alimentada con el envío de tropas de choque.
Es intolerable para muchos angelinos que se persiga a los inmigrantes, se les detenga cuando acceden a sus trabajos o se les expulse sin proceso a limbos parecidos a campos de concentración. Cuando los empresarios del campo y hostelería avisaron al Gobierno de que las políticas de deportación indiscriminadas perjudicaban a sus negocios, se dictó la orden de alejarse de estos núcleos laborales y pasar a golpear sobre zonas menos asentadas en la economía nacional y sobre individuos sin apoyo ni capacidad de defensa. Por coherencia, los ultranacionalistas no deberían revolverse contra los inmigrantes, sino contra los empresarios que los precisan.
El discurso de las fobias es una versión barata de la estrategia de la provocación. Basta que afrentes a alguien de manera continuada, y condenarlo a una vida precaria y sin futuro es una forma de humillación, para que finalmente consigas el propósito de desencadenar un conflicto. Es obvio que si no se logra la integración de migrantes o refugiados, tarde o temprano van a protagonizar delitos, y estos van a ser usados por los ultranacionalistas como un refrendo de sus soflamas. Lo increíble es que una dinámica tan obvia obtenga éxitos tan inmediatos. Quizá porque una de las armas que falta en las sociedades actuales es la capacidad de autoanálisis. Igual que la fobia a las alturas te puede llevar a detestar las terrazas y balcones, una fobia al distinto te puede acabar por provocar el miedo y la fabricación de una amenaza. Lo interesante es remontarse al origen de la fobia, al mecanismo por el cual tu cerebro empezó a alimentar un rechazo.
Es habitual que un episodio criminal, ya sea una agresión, un asesinato o una violación provoquen un clima de indignación general. Lo extraño es que se escoja con afilada precisión aquellos sucesos en que el culpable es inmigrante para diferenciarlo de cualquier otro caso similar protagonizado por un local. Ahí la participación voluntaria de alcaldes, agitadores y demás voceros en la fabricación de una fobia es fundamental. Pero verse arrastrado por una manipulación tan zafia solo puede responder al deseo particular de dejarse engañar, de hacerse trampas a uno mismo. No hay fobia innata ni inocente. Todas son provocadas por experiencias traumáticas o sencillamente por la traslación de un miedo a tu retórica de pensamiento. La sabiduría no consiste en separarse de tus propios instintos, sino en enriquecerlos con perspectiva, reflexión y cordura. Exactamente los tres valores que algunos están intentando boicotear.
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