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Columna
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Por qué Feijóo debe aprender inglés

Aprender idiomas le reduciría el tiempo y el esfuerzo dedicados a empeños inútiles

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, este viernes en Barcelona.
Xavier Vidal-Folch

Alberto Núñez Feijóo debe aprender inglés. Hace tres años advertimos de que su ignorancia lingüística era una desventaja (EL PAÍS, 24/10/2022). Pero al ritmo europeo de hoy, es ya un peligro: peor si un día lograse encaramarse al Gobierno.

Aprender idiomas le reduciría el tiempo y el esfuerzo dedicados a empeños inútiles. Como resucitar y vocear las insidias del comisario Villarejo y de los altos cargos corruptos de Interior con Mariano Rajoy contra el suegro (¡fallecido!) de Pedro Sánchez. Y concentrarse en elaborar alternativas en vez de ponencias huecas de programa, aunque llenas de lemas (echar okupas, echar inmigrantes, echar nacionalistas) como la ponencia del reciente congreso del PP.

Pero lo esencial es entender, empatizar, negociar y acordar con los demás líderes. En directo. Mucho más que hace tres o 30 años. En la cumbre europea del 26 de junio, la sesión restringida se celebró solo en inglés, como viene sucediendo en otras. Los intérpretes se quedaron sin faena.

Si Feijóo la hubiera escuchado (y entendido), habría constatado que su rival, Sánchez, no está aislado, sino que es uno de los que, con Macron, Meloni y Merz (mejor que su plúmbeo antecesor Scholz) más influyen, también por su manejo idiomático. Habría oído a un primer ministro del Benelux jaleándole. Lamentando la cumbre de la OTAN que decidió, la víspera, subir el gasto militar al 5% del PIB: “esa cena ha sido la más cara de mi vida, deberíamos habernos opuesto, como Pedro, todos sabemos que no cumpliremos”.

Así que esto ha cambiado desde la era de Felipe González y Helmut Kohl. Son legendarios (y ya de museo) los susurros a sus jefes de los embajadores Javier Elorza y Joachim Bitterlich, ¡emitidos desde debajo de la mesa! Completaban y contextualizaban a los intérpretes. Y peinaban flecos de los pactos hilvanados por sus mayores.

El aprecio a la riqueza lingüística y la pluralidad cultural –también a los otros idiomas españoles distintos del castellano—brindaría a Feijóo pátina constitucionalista y diálogo con los centroderechas periféricos. En vez de humillar a los 19 millones de ciudadanos que habitamos sociedades bilingües.

Aproveche el esfuerzo del Gobierno y sus aliados por consagrar el estatus del catalán, el euskera y el gallego en la UE. Porque además de enriquecer derechos lingüísticos servirá seguramente de palanca para configurar un sistema multinivel viable: un número reducido de lenguas de trabajo; traducción (pagada por la Unión como hasta ahora), de los documentos relevantes a los 24 idiomas oficiales; e interpretación (financiada por cada socio) de los intercambios verbales en las instituciones. O sea, combinar el reconocimiento solemne con la viabilidad práctica cotidiana: hoy las combinaciones posibles de interpretación cruzada son 552; con más socios, serán infinitas... Ah! Y requerir a todos los presidentes destreza idiomática.

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