Cuando el odio se disfraza de libertad
Los lectores escriben de la situación política, Srebrenica y Gaza, las leyes que aprueba Trump y la crisis de la vivienda entre los jóvenes
Resulta inquietante ver cómo crece, incluso entre los jóvenes, la nostalgia por el franquismo. “Con Franco se vivía mejor”, repiten algunos. En las redes sociales, los agitadores ultras abundan. Acusan a mujeres y personas LGTBI de no manifestarse en países musulmanes por miedo, mientras ellos, tan valientes, gritan desde su móvil que “España es una dictadura”. Una dictadura donde pueden insultar al Gobierno cada día sin consecuencias. Quien añora dictaduras, agita el odio o manipula el pasado, no defiende la libertad. Sólo busca ensuciar el presente y secuestrar el futuro. Algo que los nostálgicos de Franco hacen cada vez con menos vergüenza.
Marcos Pernas Sueiras. Bournemouth (Reino Unido)
No aprendemos
Se cumplen 30 años de la masacre de Srebrenica, calificada de genocidio por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia y confirmada por la Corte Internacional de Justicia. En Gaza, solo contando los asesinatos de niñas y niños duplican las 8.000 personas ejecutadas en Srebrenica. En el mundo bien alimentado aun se están pensando si calificar de genocida al Gobierno de Israel. Qué vergüenza...
José de Nova Armero. Tres Cantos (Madrid)
Grande y hermosa ley
La Cámara de Representantes de Estados Unidos ha aprobado una ley —según Trump “grande y hermosa”— por un escaso margen con la valiosa ayuda del presidente que no duda en utilizar métodos tan de su estilo como la adulación, el chantaje o la extorsión para convencer a los congresistas más díscolos de su partido. La ley prorroga las rebajas fiscales de los más ricos y recorta programas como Medicaid (proporciona cobertura gratuita o de bajo coste a personas con ingresos limitados). Una ley que se desmarca de las energías limpias; que destina ingentes cantidades de dólares a asegurar fronteras, a armarse, a deportar inmigrantes ilegales. EE UU, y también por daños colaterales la comunidad internacional, va a sufrir los graves efectos negativos de la reforma. La historia dictará sentencia sobre un personaje que se cree protector y salvador de su país y del mundo.
Manolo Romasanta Touza. Sigüeiro (A Coruña)
Vivir en Madrid con 21 años
Con 21 años y tras cuatro viviendo en Madrid, me he planteado volver a casa. No por falta de ganas ni de sueños, sino porque remar a contracorriente en un sistema que quita más de lo que da es agotador. Cada vez son más las personas a mi alrededor que están sobrepasadas y que denuncian la situación, pero las soluciones no llegan. Las tenemos que poner nosotros, y eso muchas veces implica abandonar sueños para cuidar la salud mental. Nos llaman frágiles, pero la verdad es que trabajamos más de lo que cobramos, pagamos más de lo que ganamos y aún así no llegamos. Es imposible destinar el 80 % del sueldo a una vivienda. Yo no quiero que me regalen nada. Solo busco que respirar deje de ser un privilegio. Madrid ha sido mi escuela y mi hogar, pero también está siendo difícil aguantar. Si esto te resuena, déjame decirte algo: volver a casa no es rendirse, es cuidarse. Y eso, hoy por hoy, es un acto de resistencia.
Sara García. Madrid
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