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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La paradoja del penalti

Mirar el mundo de una determinada manera no vincula ni debería confundirse con ninguna militancia

'Narrativas fragmentadas', instalación en el Museo del Arte de Singapur.
José Luis Sastre

Es martes y hace calor y el artículo está por escribir, que es lo que suele pasar los martes si lo has dejado para el final a la espera de que tengas claro un tema o una tesis o a la espera de que pase cualquier cosa sobre la que tengas algo que decir, que para eso están las columnas. Y te toca escribir como tantas otras veces contra el reloj, en las notas del móvil, subido en un tren, tratando de no repetirte y de aportar una mirada que sea original y, más que eso, que sea propia porque, en esto del periodismo, no hay mayor patrimonio que ese: tu firma. Lo que venga después de ella. Lo que escribas o digas después de tu nombre.

Hace unos días, escribí aquí sobre el escándalo de corrupción que afecta al PSOE y por el que se espera que este miércoles —tantos días después— el presidente del Gobierno anuncie una serie de medidas en el Congreso, donde preserva una frágil mayoría. Escribí que Pedro Sánchez intenta ganar tiempo. Escribí que en este caso, como en los demás, conviene preguntarse qué estarían diciendo si esto hubiera sucedido en el partido de enfrente, si les hubiera parecido una reacción suficiente y a la altura.

Hubo lectores a los que les pareció mal y eso está bien, solo faltaba. La discrepancia es una de las virtudes de una columna, porque aviva el debate y lo enriquece. Algunos de ellos, sin embargo, creyeron ver en el texto un eslabón más en una supuesta operación contra el Gobierno, dando por hecho que esto está escrito al dictado y que la independencia de un articulista acaba justo donde empieza la discrepancia del lector. Hablaban de un teórico cambio editorial en el periódico, como si hubiera habido antes una línea editorial que pasara por alto grabaciones e indicios como los que aparecen en el informe de la UCO y por los que un juez ha ordenado encarcelar a Santos Cerdán. Como si quienes escribimos aquí hubiéramos recibido una llamada y, sin juicio ni criterio propio, nos hubiéramos puesto a complacer. Como si cambiara el periódico, no la realidad.

No sé qué cosas pasarán en este grupo ni en los demás. Sé las cosas que de momento pasan, o por lo menos me pasan a mí: las columnas pertenecen a quienes las firman. Mirar el mundo de una determinada manera, según unos valores que pueden ser tomados por progresistas o conservadores, no vincula ni debería confundirse con ninguna militancia, y menos con ninguna militancia partidista. A lo sumo, vincula con la militancia de poder decir lo que uno crea que debe decirse. El ejercicio de preguntarse qué dirían en el caso de que este escándalo afectase al partido rival es, primero, una exigencia de honestidad. Y luego es un deber en este país tan dado a lo que podría llamarse paradoja del penalti, por la que toda caída es falta en el área de enfrente pero nunca lo es en la propia. Más habría que hacerlo.

Quizá no hay otra manera de desmontar supuestas conspiraciones: no dejar de decir lo que honestamente debas decir. Para empezar, porque lleva tu firma, que es lo más valioso que tiene quien escribe.

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Sobre la firma

José Luis Sastre
José Luis Sastre (Alberic, 1983) es licenciado en Periodismo por la UAB con premio Extraordinario. Ha sido redactor, editor, corresponsal político y presentador en la Cadena SER. Creador de varios podcasts, actualmente copresenta Sastre y Maldonado. Es subdirector de Hoy por Hoy y columnista en EL PAÍS. Autor de Las frases robadas (Plaza y Janés).
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