La ‘excusatio non petita’ de Juan del Val en ‘El hormiguero’
El ganador del Planeta tenía hoy un aura diferente, de flipado. Las mieles del éxito


Hay un chiste maravilloso: “Señor juez, si amar es un delito, soy culpable en primer grado”. Y el juez responde “Cállese, que usted está aquí por conducir borracho”. Me ha venido a la cabeza durante la primera – y más larga- parte de la entrevista de Pablo Motos a Juan del Val. Juan del Val, ufano y coqueto, llega al plató y él y Motos se abrazan. Saluda al respetable. Se sientan. Motos, con cara de “mira la verdad que voy a soltar”, dice – atención- “Hablaremos de los escritores y las escritoras que no venden y te tienen envidia. Hablaremos de los mediocres a los que nunca les ha pasado nada en la vida”. En el momento en el que mira a cámara y dice “y las escritoras” me he dado por aludida debido a un artículo reciente. Teniendo en cuenta que Pablo Motos hizo que un subalterno me llamara un día festivo y me tuviera dos horas y media (como se lo cuento) al teléfono porque no le había gustado un artículo mío, no me extraña. Pablo Motos es como el Pirata Roberts: no hace prisioneros. Hace que un empleado mate con una turra inmisericorde.
Juan del Val, que ha llegado subidito, dice que respeta a los escritores que no venden mucho (¡solo faltaría!). Tenía hoy un aura diferente, de flipado. La misma que le hemos visto a Rosalía esta semana y a Oliver Laxe desde que ganó el Premio del Jurado en Cannes. Las mieles del éxito.
Empieza un bloque de victimización en el que del Val ha ahondado en las últimas semanas: lo mal que lo pasó en el instituto, lo mal que lo pasaron sus padres, su pobre abuelo republicano (para que veamos que es tiene un origen “de izquierdas”), y lo desagradable que fue trabajar en una obra. Luego habla de su tratamiento psiquiátrico (psiquiatrizado, como dicen las activistas de Instagram), aunque dice que fue psicoanálisis, y no sé si fue una cosa, si fue la otra, o si fueron alteras. El tema concreto de “ser un malote” y ser malo en los estudios suena —desde fuera— a que ha sido el típico alumno que, no conforme con no dar un palo al agua, no deja dar la clase al profesor. Ser malote en el instituto no es algo de lo que presumir; con la edad te das cuenta de que la actitud de los malotes es siempre patética. Insisto, esto es visto desde fuera. Quizás hubiera un problema educativo que yo desconozco. También dice, por cierto, que hemos hecho sufrir a su gente, y que él durante un rato no quiso salir de casa, como los viandantes fueran a gritarle “¡Menuda birria de prosa que gastas, Juan!”.

Juan del Val, al ser preguntado sobre las críticas a la calidad de su prosa, hace un ollie sobre el tema y se descuelga con que “mi éxito molesta porque soy crítico con el poder”. Hermoso momento digno de una viñeta de Pedro Vera. Achaca esas críticas a “guerras de grupos editoriales” y pasa a explicar la diferencia entre ser empleado de Atresmedia o de El hormiguero. ¡Acabáramos! ¡Que no tiene contrato con Antena 3 como tal! ¡Haber empezado por ahí, Juan!
Dice que ha leído todo que se ha escrito sobre él, pero que esas críticas son de gente que no se ha leído la novela porque no había salido. Le ha podido el pundonor y no ha jugado la carta de la literatura popular. Dice, de hecho, que los pasajes que se han compartido por las redes no eran de sus novelas. Pero sí lo eran, y han salido concretamente de las muestras que la editorial tiene en su página web. Otra cosa es que alguien haya compartido, a modo de broma, eso de “Los diez dedos de la mano y los diez de los pies...”. Aquí del Val juega a citar mal (deliberadamente, creo) una crítica aparecida en este mismo medio, y Motos equipara la situación de su colaborador a la de Umbral, Cela, Moix, y Arrabal. Lo mismo, Pablo. Lo mismo.
Dice Juan que el odio hunde, que las críticas destrozan vidas, y que lo que se le está haciendo es bullying. Ha pasado de ser James Dean en Rebelde sin causa a ser Simón Perez, sin despeinarse. Juan le congratula con preguntas sobre los pasajes de sexo de la novela. Juan mira a cámara. Le gusta ser retratado como un follarín de los bosques.
He podido leer la novela y Juan del Val no merecía este premio. Pero una cosa le reconozco, y es la animación que nos ha dado estas semanas. Y por ello merece un aplauso. Y Pablo otro, que si no se enfada.
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