Gaza: curar no debería sinónimo de muerte

Más de 1.400 sanitarios han muerto en Gaza desde que comenzó el conflicto. No murieron empuñando armas ni participando en combates. Murieron intentando salvar vidas en hospitales colapsados, en ambulancias alcanzadas por misiles, en pasillos donde ya no quedan suministros ni refugio. Detrás de cada uno de ellos había una historia de entrega. Personas formadas para cuidar, no para huir; para remendar cuerpos, no para enterrarlos. Su labor no conoce banderas: atienden al herido, al débil, al que llega sin voz. Convertirlos en objetivos de guerra es una tragedia ética y humanitaria. No se puede naturalizar que un hospital sea un blanco, que un médico muera en su jornada. La protección del personal sanitario no es una concesión: es un deber internacional, un límite que no puede romperse sin consecuencias. Recordarlos es exigir respeto por el derecho a curar, incluso en medio del conflicto. Porque cuando se elimina a quienes sostienen la vida, lo que muere no es solo el cuerpo: también muere una parte de lo que nos hace sociedad.
Joan Jiménez Gómez. Barcelona
¿Las bombas no contaminan?
No se habla mucho ni se publica el daño que causan los miles y miles de bombas lanzadas cada día, ya sea en la franja de Gaza o en Ucrania, al medio ambiente. ¿Seguro que las bombas no contaminan? ¿Seguro que no contribuyen a subir la temperatura global? Y los lanzamientos —fallidos o no— de misiles al espacio, ¿a caso no dejan una estela que no debe ser nada saludable? Ya sabemos que los coches y las vacas contaminan, pero estos deben suponer un mínimo en el cambio climático comparado con lo otro. Pero de lo otro ni una palabra.
Ana Aguilar. Madrid
Sin trabajo a los 22
¿Qué hacer cuando te quedas sin trabajo y eres joven? Esta pregunta refleja la realidad de la precariedad laboral que se vive actualmente en España. Yo, con 22 años, llevo meses buscando otro empleo porque mi empresa ha echado el cierre de forma definitiva. Tengo formación, experiencia laboral, idiomas, habilidades, pero muy pocas empresas me dan la oportunidad de, al menos, tener una entrevista. Es evidente que la fuga de cerebros no es un fenómeno excepcional, sino la única salida posible para aspirar a un futuro. Poder vivir y tener un futuro...¿es tanto pedir? Esto no es una protesta pasiva ni silenciosa, es una forma diferente de decir basta desde donde puedo. Deseo, al menos, que se nos dé una oportunidad a todos aquellos que la merezcan o que quieran trabajar. Trabajar no es un privilegio, es un derecho al que todos deberíamos tener acceso.
Beneharo Guijarro Hernández. Santa Cruz de Tenerife
75.561
Con frecuencia nos quejamos de ser tratados como un número y no como personas. Sin embargo, he de confesar que cuando leí que desde que se aprobó la ley que permite los matrimonios de personas del mismo sexo, 75.561 parejas se habían casado, me emocioné. Y me emocioné porque ese 1 éramos nosotros, mi marido y yo. Somos ese número, pero, sobre todo, somos personas que simplemente se quieren. Ni más, ni menos.
Ignacio Alonso Martínez. Madrid
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