Ir al contenido
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Demasiado tarde

La piedra de toque del talante democrático es no solo tolerar, sino promover la contención del poder cuando gobiernan los nuestros

El hemiciclo del Congreso, tras la aprobación de la ley de la amnistía, el 30 de mayo de 2024.
Diego S. Garrocho

Muchas veces se olvida. Si nos preguntan en qué consiste una democracia, la imagen que nos viene a la cabeza suele ser una urna. Y es cierto: el sufragio universal y el gobierno representativo son rasgos inherentes a cualquier sistema democrático. Pero, en su forma más lograda, la democracia liberal también incorpora otros condicionantes, como el Estado de derecho y, sobre todo, el sometimiento de todo poder al límite que imponen las leyes. Ninguna autoridad, ni siquiera la soberanía nacional, está por encima de ciertos frenos institucionales que impiden que las mayorías ejerzan una violencia tiránica sobre las minorías.

La receta parece sencilla, pero solemos obviarla, especialmente cuando quienes gobiernan son favorables a nuestras ideas o intereses. Nuestra perspectiva subjetiva nos sesga el juicio y es normal que, cuando una mayoría parlamentaria se nos parece, tendamos a no añorar los límites. Sin embargo, esa es la piedra de toque del talante democrático: no solo tolerar, sino promover la contención del poder cuando gobiernan los nuestros.

Es muy probable que impusiéramos normas robustas a un Gobierno que odiamos o tememos; por eso, la arquitectura institucional ha de ser razonablemente estable: las reglas del juego deben prevalecer cuando gobiernan unos y cuando gobiernan otros. Esta alternancia inocula en el ciudadano un instinto de protección frente al poder político, en la previsión de que algún día podrá ser presidente alguien que encarne valores opuestos a los nuestros. Gracias a esta amenaza, cualquier persona informada promoverá la existencia de pesos y contrapesos.

La consecuencia prudencial se hace evidente: en previsión de la alternancia política, no deberías concederle nunca a un Gobierno una capacidad que no estarías dispuesto a tolerar en un Ejecutivo que odies. A menos, claro, que impugnes esa alternancia y, por ende, la democracia.

Pensaba en este principio básico al leer la ponencia del Tribunal Constitucional sobre la ley de amnistía. Más allá de que el presidente Sánchez diera su palabra de que jamás la tramitaría, la nueva doctrina inaugurada por el alto tribunal permitirá a las Cortes aprobar aquello que no esté explícitamente prohibido por la Constitución. Introduzcan ahora la variable tiempo y calibremos el calado de este precedente si, un día, por ejemplo, Vox tuviera mayoría absoluta.

En el caso de que ese momento llegue, algunos cobrarán conciencia de por qué no todo lo que sale de una Cámara legislativa es aceptable. Pero puede que entonces sea demasiado tarde.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Diego S. Garrocho
Diego S. Garrocho es profesor de Filosofía Moral en la UAM, donde coordina el Máster en Crítica y Argumentación Filosófica. Autor de 'Moderaditos. Una defensa de la valentía política' (2025), 'El último verano' (2023), 'Sobre la nostalgia' (2019) y 'Aristóteles. Una ética de las pasiones' (2015). En 2021 ganó el Premio David Gistau de periodismo.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_