Asesinato en Washington
La muerte de dos empleados de la embajada de Israel es un crimen que merece ser condenado por todos y no manipulado por su Gobierno


El asesinato en Washington de dos empleados de la embajada israelí en la madrugada de ayer es un crimen injustificable que merece una condena rotunda sin matizaciones. La terrible situación en la franja de Gaza no puede validar un acto de esa naturaleza, entre otras cosas, porque recurre a la misma dinámica que supuestamente pretende denunciar, no contribuye en absoluto a una resolución pacífica de la guerra e incide en una espiral de violencia que no debe progresar.
Los fallecidos son una joven pareja tiroteada en las cercanías del Museo Judío de la capital estadounidense, donde se celebraba un acto para personal diplomático y profesionales de la comunidad judía. El autor de la agresión es un hombre de 30 años que, según informó la policía local, gritó “Palestina libre” cuando fue detenido. Aunque no ha cerrado otras líneas de indagación, los agentes investigan los hechos como un crimen de odio.
Inmediatamente, el Gobierno israelí ha relacionado el crimen con una supuesta oleada de antisemitismo desatada a raíz de la ofensiva militar iniciada contra Gaza tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023. El ministro de Exteriores, Gideon Saar, ha llegado a pedir “a los líderes mundiales que se rinden a la propaganda terrorista palestina” que “paren su incitación contra Israel y dejen de hacer falsas acusaciones”. Se trata de una estrategia sistemática de comunicación que consiste en ligar cualquier hecho condenable como el de ayer —o toda crítica a la política de Benjamín Netanyahu respecto a Palestina— con la deleznable ideología de odio contra todo un pueblo que ha servido de base para algunos de los episodios más abominables de la civilización occidental.
La desproporcionada ofensiva militar israelí contra Gaza —que ha causado más de 50.000 muertes de civiles y sigue en curso en estos momentos, con nuevos fallecidos prácticamente a diario (solo en las últimas horas ha habido 30 muertos)—, las inhumanas condiciones en las que se ven obligados a sobrevivir casi dos millones de palestinos inocentes y la descarada política de anexión ilegal anunciada por Netanyahu no solo son criticables, sino que justifican la adopción de medidas dentro de la legislación internacional para que el primer ministro israelí ponga inmediatamente fin a la matanza. Y nada de eso tiene que ver con el antisemitismo ni de ninguna manera otorga cobertura o legitimidad a actos criminales como el perpetrado en la capital estadounidense. La indignación ciudadana provocada por las imágenes que llegan a diario desde Gaza no está inducida por los responsables políticos mundiales, sino por las decisiones conscientes del Gobierno de Netanyahu contra los civiles palestinos. Relacionar esa indignación con incitar a cometer actos antisemitas o asesinatos como el de este jueves supone una tergiversación absoluta de los hechos y de sus circunstancias.
Condenar la ofensiva israelí en Gaza y, del mismo modo, condenar cualquier ataque contra ciudadanos judíos o israelíes —como ha hecho ayer España por boca de ministro de Exteriores, José Manuel Albares— no solo es posible sino moralmente imperativo. El recurso a la violencia jamás está justificado. Y debe ser condenado y erradicado en cualquier lugar, ya sea un campo de refugiados de Gaza o una calle de Washington.
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