León XIV, un papa del Norte para el Sur
La elección del primer pontífice estadounidense es una apuesta osada pero inteligente de la Iglesia

En la encrucijada en la que se encuentra la Iglesia católica en el mundo, con pérdida masiva de vocaciones, una curia anquilosada, el escándalo aún sin resolver de los casos de pederastia y una polarización enorme sobre el camino a seguir, la elección del primer pontífice estadounidense no deja de ser un gesto osado. Es cierto que la biografía de Robert Francis Prevost contiene atenuantes suficientes como para limitar el efecto negativo de su nacionalidad entre los católicos del Sur y seguramente de Europa: ha sido durante años obispo en Perú y, aunque nació en Chicago, sus padres son de origen francés y español. Después de todo, la elección del primer papa de Latinoamérica estuvo también mitigada por el hecho de que Jorge Mario Bergoglio era nieto de italianos.
La Iglesia mide y sopesa cada paso que da y al elegir a Prevost ha vuelto a tener en cuenta las muchas sensibilidades que se conjugan en su biografía, además de indudables razones geoestratégicas. No hay que olvidar que en 1939, en vísperas del estallido de la II Guerra Mundial, los cardenales eligieron como pontífice —también en un cónclave brevísimo—, a Pío XII, quien había sido nuncio en Alemania.
En estos momentos, con una guerra abierta en Europa, y una ofensiva en diversos frentes del inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, la elección de Prevost cobra también especial sentido. Su intervención el jueves en el balcón de la basílica de San Pedro dejó clara además una vocación conciliatoria. Vestía con el máximo respeto a la sacralidad del cargo, pero su llamamiento a la paz, a la unidad de la iglesia y su recuerdo afectuoso de su antecesor no dejan dudas de que, sea cual sea la línea que siga, estará alejada del rigor dogmático de Benedicto XVI y, quizás también, de los golpes de efecto de Francisco.
León XIV, nombre de resonancias clásicas, viene a aplacar a una Iglesia soliviantada y confusa, profundamente dividida. ¿Cómo lo hará? Son ya muchas las voces que se alzan para pedir que siga el camino de Francisco, aunque no esté del todo claro a lo que se refieren, mientras otras reclaman que intervenga en el gobierno un tanto abandonado de la Iglesia. El sector progresista reclama con urgencia una mayor colegialidad en la toma de decisiones y que abra la mano a la participación de las mujeres en ello. León XIV mencionó en su primer discurso el término “sinodalidad”, puesto en circulación por Francisco, abundando en esa necesidad de inclusión del clero, pero también de los laicos, en el análisis de los problemas de esta institución milenaria que no acierta a salir del laberinto en el que le ha colocado el peso de su historia y la inacción ante los vertiginosos cambios que se han ido operando en la sociedad.
Contra los pronósticos que abogaban por la elección de un papa italiano, con el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, como principal candidato, la elección de Prevost, visto desde un principio como un cardenal moderado y de consenso, provoca, no obstante, cierta perplejidad. La rapidez de la decisión, pese a tratarse del cónclave más numeroso y global de la historia de la Iglesia, y, supuestamente, con más dificultad de encontrar un nombre de consenso, puede suscitar algunas dudas sobre el verdadero sentido de este sistema. Una se pregunta si este mecanismo tan espectacular y fascinante no es en realidad más que la escenificación de la verdadera elección hecha en los mítines y reuniones secretos que proliferan en Roma durante el largo duelo por el papa difunto, en el periodo llamado de los novendiales. Pero esta es otra historia.
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