Fuera de borda
En tres páginas de párrafos angustiantes y al mismo tiempo serenos a la inglesa, Churchill confecciona una narración directa desde la primera línea


Hay por lo menos dos novelas mexicanas con el título de Hombre al agua y así tradujo Javier Marías un cuento inglés, genial y poco conocido de Sir Winston Churchill, cuyo título en inglés Man overboard se acerca más a Un hombre fuera de borda que al juego del agua que se entiende en la traslación al español. Sabemos que Sir Winston Churchill escribió no pocos discursos y ensayos trascendentales, una monumental historia de la Segunda Guerra Mundial (de la que fue protagonista clave), pero pocos recuerdan que realizó notables crónicas periodísticas cubriendo la Guerra de los Bóers y por lo menos dos cuentos perfectos: el mencionado que intento evocar a continuación y otro titulado El sueño donde cuadra cuentas pendientes con el fantasma de su padre. Pocos tampoco saben que en 1953 obtuvo el Premio Nobel de Literatura y bien acota Javier Marías que el rescate del cuento Hombre al agua (publicado originalmente en 1899 en The Harmsworth Magazine) es “levísimo desagravio a cuantos se han sentido ofendidos desde 1953 porque dicho premio recayera en alguien tan conocido por sus hechos como por sus palabras”.
Para quien quisiera leer la joya, comparto su disposición en el volumen Cuentos únicos de Javier Marías, deliciosa antología de relatos breves que merecen el adjetivo de únicos ya porque fueron la única obra cuajada por los autores, el único cuento bueno o genial de los mismos o bien, el único escrito por ellos. Repito que me late más referir la trama a la condición “fuera de borda” del personaje protagonista, pues es mucho más que un simple “hombre al agua”.
En tres páginas de párrafos angustiantes y al mismo tiempo serenos a la inglesa, Churchill confecciona una narración directa desde la primera línea donde se declara inaugurada la escena sin rodeos: el pasajero de un barco había salido a fumar a cubierta, con el negro manto del mar de Suez como silenciosa alfombra solo rasgada por la estela y espuma que rajaba el propio barco en su trayectoria y por un azar que tiene que ver con los goznes y tornillos de la barandilla… se ve de pronto en vuelo y de espaldas, quizá de smoking elegante y cigarrillo aún entre los dedos, hacia las aguas templadas de mar. Los demás pasajeros y tripulación están atentos y distraídos al mismo tiempo con un conciertillo que se celebra en un salón del buque y nadie escucha los gritos del hombre al agua… ya fuera de borda.
Desbordada su mente en la aceptación terrorífica de que ha de morir ahogado al ver cómo se alejan las luces de la nao y se van calmando los ripios del agua que parece abrazarlo como mortaja… y decide acelerar su propia condición desbordada y se deja hundir ya con una posible última bocanada de aire, pero se arrepiente. Churchill narra con soberbia delicadeza inglesa el esfuerzo inmenso para bracear y volver a la superficie con una plegaria en la garganta… un grito más que rezo… y hasta aquí lo dejo para el cuento de Churchill se lea y relea por quienes quieran enterarse de la respuesta o resolución divina que se le concede al hombre fuera de borda.
Sin vergüenza alguna añado que con las constantes, continuas y contundentes lluvias que azotan desde hace semanas a la Ciudad de México se han crecido las inundaciones callejeras, los baches y hoyancos de casi todas miles de calles, pero también la anegación espesa y salival de la imbecilidad de políticos y funcionarios de toda estatura. Nos estamos ahogando en pendejadas y en el albur impredecible de que las aguas se estancan bajo puentes peatonales, viaductos vehiculares, esquinas con coladeras tapiadas y callejones de por sí hundidos para quedar empapados, bogando sin solución, desbordados.
Literalmente, fuera de borda, iluminados en el desahucio por la Luna como testigo del naufragio más que metafórico que abraza ácido al suspender toda buena voluntad, toda serena bocanada que deseábamos aprovechar como remanso, recargados en la barandilla de la vida sin imaginar que un tornillo descuidado por cualquier razón ha de lanzarnos de espaldas al vacío de todos los días.
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