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Ciudad de México: la capital que naufraga entre baches

Las promesas de erradicación y los programas repetidos cada año no acaban con los miles de hoyos que dañan autos y motos

Socavon registrado sobre la Calzada de Zaragoza, en las inmediaciones del metro Canal de San Juan, colonia el viernes 15 de agosto, en Ciudad de México.
Verónica M. Garrido

Las llantas, los conos o acordonamientos improvisados que colocan los vecinos para indicar que ahí hay un bache son parte del paisaje de la Ciudad de México. Hay algunos tan eternos que les han puesto nombre o festejado el cumpleaños con Las Mañanitas y pastel. El pasado lunes, después de una intensa lluvia que dejó inundaciones, calles colapsadas y retrasos en toda la ciudad, el gobierno capitalino anunció la reparación de 414 baches. Apenas cuatro días antes, se habían tapado otros 892. Son cifras que parecen grandes, pero en una ciudad donde hay hasta 2.000 baches por colonia, el avance es apenas una gota de asfalto en un océano de hoyos.

El problema se agudiza con las lluvias, pues quedan ocultos por el agua y aumenta el riesgo de accidentes entre ciclistas y motociclistas. “Está tan inundado que no ves los hoyos. La llanta de la moto se desliza y es peligroso”, explica Diego Gallegos, que ha vivido en carne propia las consecuencias. Lleva seis años conduciendo moto por toda la ciudad y ha sufrido diversos accidentes a causa de los baches. El peor ocurrió en la carretera Picacho-Ajusco. Llovía. El motociclista cayó en un bache y al intentar orillarse, patinó con grava y se fracturó el pie. El golpe provocó una fuga de aceite. En el ISSSTE le diagnosticaron fisura en el cuarto metatarso: tuvo que pagar placas médicas, una bota ortopédica y, sobre todo, dejar de trabajar por un mes. “Es el pan de cada día. Mientras yo esté bien, lo demás pasa a segundo plano”, dice, con resignación. Entre cada reparación y cada susto, asegura que la ciudad se ha acostumbrado a vivir con baches: “Es un problema constante, pero ya está normalizado”.

Desde octubre del año pasado, Clara Brugada, Jefa de Gobierno, impulsa el programa Bachetón, junto a las autoridades de las 16 alcaldías, con el objetivo de lograr una capital “libre de baches”. El plan arrancó con un diagnóstico calle por calle y la promesa de cubrir el 100% del territorio antes de que llegaran las lluvias. Entonces, Brugada dijo que se habían detectado más de 42.000 baches solo en 56 colonias. A nueve meses de esa promesa, se han cubierto más de 154.000 baches en 169 vialidades primarias.

Bache en Av. Prol. Plutarco Elías Calles, el 13 de agosto del 2025.

El Bachetón no es nuevo. Como jefa de Gobierno de la Ciudad, Claudia Sheinbaum lo llevó a cabo en 2021 y 2022, con un presupuesto de 130 millones de pesos destinados a 69 vialidades principales. Pero el proceso tiene que repetirse cada temporada de lluvias. El pasado mes de julio concluyó con una precipitación acumulada de 298 milímetros, lo que representa casi el doble del promedio histórico, que ronda los 150 milímetros para este mes. En un año electoral, el Bachetón funciona también como escaparate político. La imagen de políticos tapando hoyos se repite en boletines y redes sociales. Pero en la calle, los ciudadanos saben que, al primer aguacero, esos cráteres volverán a abrirse. Entre el desgaste del asfalto, las lluvias, la presión del tránsito pesado y la falta de mantenimiento de fondo, el problema persiste.

El ingeniero civil Israel Briseño, creador de la tecnología Paflec, explica que el asfalto no se rompe de la nada, sino que se desgasta poco a poco por varios factores. El paso constante de los vehículos, la exposición al sol y, sobre todo, el agua que se filtra hacia la base del pavimento debilitan su estructura. Cuando esto ocurre, las capas inferiores se expanden y contraen, lo que provoca grietas que con el tiempo se convierten en hoyos. Las lluvias, pues, aceleran este proceso. A ello se suman problemas propios de la Ciudad de México, como los hundimientos del suelo y las fugas en el drenaje, que terminan por fracturar el material. Cuando una de las capas cede, el resultado es inevitable: aparece el bache.

Las calles parchadas tampoco convencen a los conductores: “La calle queda rugosa y se juntan los baches con las reparaciones”, reclama Angélica Ramírez, que también se mueve en moto por la capital. En temporada de lluvias, el gobierno recibe un promedio de 169 reportes diarios por baches, pero apenas se atiende un 25%, según el Sistema Unificado de Atención Ciudadana. Reparar un bache de medio metro cuadrado cuesta alrededor de 52.50 pesos, pero el costo real de su permanencia se mide en suspensiones dañadas, llantas rotas y accidentes. Según la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana (INEGI), el 83% de la población considera que los baches son el principal problema de su ciudad y solo 30% cree que su gobierno local es eficaz para resolverlo. La Ciudad de México no figura entre las mejor evaluadas.

El problema va más allá de la capital. Sheinbaum presentó en octubre del año pasado el programa con el mismo nombre para la rehabilitación de carreteras federales en los 32 Estados del país. El titular de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, Jesús Esteva Medina, dijo que el programa opera con una inversión de 4.000 millones de pesos que se destinarán a la reparación y mantenimiento de los 44.574 kilómetros que componen la red federal de carreteras.

En un recorrido de EL PAÍS por diversas colonias de la capital, fue evidente que los baches no distinguen colonias ni clases sociales. Desde vialidades principales hasta calles secundarias, el problema se repite. En las noches, Insurgentes Sur frente a la estación del Metrobús Centro Cultural Universitario, se ilumina con las luces intermitentes de los autos que han tenido que parar por llantas ponchadas a causa de un hoyo en el carril de alta velocidad. En la Avenida Canal de Tezontle de Iztapalapa, Adolfo José carga una cubeta con grava en una mano y una pala en la otra. Detiene el tráfico con señas para llegar al bache que se abrió hace más de un mes y repararlo por cuenta propia. Explica que ha tomado la iniciativa porque cuando pasan vehículos grandes, hacen vibrar toda su casa. No confía en que las autoridades lo resuelvan pronto: “Así están todas las calles”, lamenta.

Adolfo José, tapa el bache en Canal de Tezontle, el 13 de agosto.

Además de los baches, también existen agujeros en las calles que se abren por fugas de agua, coladeras sumidas o sin tapa y socavones. Los vecinos de la calle Corneja de la Magdalena Contreras llevan dos meses con dos enormes hoyos, donde cayó un taxi. “Dicen que van a venir a repararlos, pero solo vienen a poner las máquinas y no avanzan porque no pueden trabajar en la lluvia”, explican los habitantes. En la última semana, se reportaron dos socavones sobre la Calzada Ignacio Zaragoza, al oriente de la Ciudad de México, que han causado indignación y un caos vial.

Marco Antonio Sánchez de la Vulcanizadora Dayton en Eje 5 sur, arregla llantas desde que era un niño. Explica que un impacto con un bache en un auto puede afectar la suspensión, los amortiguadores, así como los neumáticos. En carros de lujo como un Mercedes o un BMW, una llanta cuesta hasta 10.000 pesos. “Nosotros vivimos de los baches, pero son muy peligrosos porque ocasionan choques y pueden afectar a terceras personas”, explica. Sánchez aconseja usar nitrógeno en los neumáticos, calibrar las ruedas y llenarlas al 80% de su capacidad para prevenir daños.

El Gobierno capitalino ofrece indemnizaciones por daños causados por los baches. De acuerdo con la Secretaría de Administración y Finanzas, se cubren las afectaciones que sufran los vehículos por consecuencia directa de un impacto con baches, coladeras o socavones que no estén debidamente señalados o abanderados. Para recibirlos es necesario reportarlos en las primeras 24 horas al 072.

Mientras tanto, los conductores siguen circulando por la ciudad esquivando hoyos, charcos y coladeras. “Hubo una temporada donde se arreglaron, pero los que están son muy grandes”, dice Gallegos. Y cuando no hay reparación oficial, la comunidad aprender a convivir con ellos, les ponen nombre y le cantan las Mañanitas.

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Sobre la firma

Verónica M. Garrido
Periodista de EL PAÍS México. Antes estuvo en la sección de Ciencia, Salud y Tecnología. Graduada en Comunicación Social por la UAM-Xochimilco y Máster de Periodismo UAM-El País. Escribe ocasionalmente sobre deportes y en los tiempos libres disfruta haciendo fotografías.
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