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Guía gastronómica de México
Columna
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La Caña, un restaurante jarocho, una marisquería psicodélica

Este restaurante se ha convertido en un espacio de encuentro para bailadores, tragones y todo aquel que quiera dar un mensaje

Restaurante de mariscos La Caña en la Ciudad de México, el 15 de junio del 2025.
Ana Paula Tovar

Es junio en la Ciudad de México y llueve a cántaros del amanecer al anochecer. A media tarde una mujer policía entra a La Caña cubriéndose del aguacero y pregunta: “¿Quién es la dueña?”. Ali Gua Gua, una de las propietarias del sitio, contesta: “Aquí no hay dueños”. La policía se acerca a la barra y luego entra al baño.

Esa mujer uniformada, los niños que corretean entre las mesas, Julián —un señor en situación de calle acompañado de cinco perros y un pato en una jaula— e incluso yo, entramos sin obstáculo alguno, sin que nadie nos preguntara nada más que: “¿Te sirvo algo?”. Ali Gua Gua explica que, “nos parecía importante que la puerta siempre estuviera abierta para todo tipo de personas, así sean indigentes, policías, perritos; ahorita hay unos amigos que están terminando una filmación, hay músicos… Queríamos que esto fuera un poco como es La Doctores, un crisol de todo”.

Del edificio ubicado en la esquina de Doctor Erazo con Doctor José Terrés sobresalen unos toldos cubiertos de palmas. Estas palapas citadinas están sobre tres puertas por donde pasa quien tenga antojo de comida veracruzana, de oír música, bailar un poco o simplemente echarse una cerveza. El lugar está disponible también para cualquiera en busca de difundir su arte o mensaje. “Mis aspiraciones son más políticas en el sentido de que la ciudad pueda tener espacios culturales independientes y se trate mejor a los que tenemos una cartelera gratuita, que están dando cultura en barrios no marginados, pero sí alejados. La cultura no está peleada con la cerveza”, dice Ali Gua Gua.

Ali Gua Gua y Valeria Tapia, dueñas del restaurante 'La Caña', en Ciudad de México.

En los altavoces suena What a feeling, un clásico ochentero que invita a sacudirse la tristeza, seguir nuestros instintos y creer en nosotros mismos. La Caña nació el 12 de diciembre de 2023 gracias al impulso de un “colectivo cultural integrado por cinco miembros”, dice Ali Gua Gua. Sí, querían una marisquería jarocha y a la par incluirse, no excluirse. “Además de la fiesta y la diversión, nos integramos con los habitantes de la colonia”.

Junio es el mes del orgullo y no hay banderas alusivas a la comunidad LGTBQ+, o en específico a alguno de sus colectivos. Ali Gua Gua, conocida por ser una de las integrantes del grupo Las Ultrasónicas, lo tiene claro: “en lo personal tampoco es que me quisiera poner una bandera. La inclusión tiene que darse sin banderas. Todos somos iguales, todos queremos hacer del mundo un mundo mejor, supuestamente, ¿no?”.

Aquí solo ondea la bandera de los grupos originarios. Incluir para Ali Gua Gua es ofrecer este espacio para todos, todas y todes, y en especial, para quienes la sociedad ha mantenido fuera de los límites o ha delimitado. La Caña se instaló en La Doctores porque “me encanta esta colonia, tengo 20 años viviendo aquí. Y también su reputación me parecía injusta, siempre me sentí muy bienvenida. Y tampoco quería irme al gueto de la Zona Rosa. Como siempre he dicho: ¿Por qué tenemos que tener una zona de tolerancia?”.

Restaurante 'La Caña', en Ciudad de México.

Al centro de la mesa hay un letrero que dice: “Pide lo que quieras en la barra, las mesas se comparten”. Es parte de la esencia de este restaurante, bar, foro, salón de baile o escenario. La Caña es diversa en muchos sentidos. Caben los cocteles de mariscos, la música pop o el son, el cine independiente, las lecturas de poesía o se puede convertir en un micrófono para las madres buscadoras. En medio hay caguamas y un gran taco jarocho: plátano macho con camarones en chipotle gratinados. Según Patricia Caña —así se apellida de verdad— la bartender, “tiene plátano macho porque es jarocho como nosotras”. Patricia y Ali Gua Gua nacieron en Veracruz, por eso la estética de palapa, los azulejos con figuras marinas y la especialidad: el ceviche —cebolla morada, aguacate, cilantro y chile verde, aliñado con limón— servido en un contenedor que encaja perfectamente sobre el vaso de michelada, así puedes comer, beber y mover la cadera al mismo tiempo.

Mientras anochece llegan más personas, se enciende el altar brillante fosforescente dedicado a Yemayá, la diosa del mar en la religión yoruba, protectora de las mujeres. Valeria Tapia es parte de estas catorce mujeres —y un chico— a cargo de La Caña, ella dice que, “es una alianza con trabajo digno y justo. Todas somos compañeras e iguales, esto no sería posible sin el equipo”.

Tostada de camarón y taco jarocho del restaurante 'La Caña'.

La cocinera grita un nombre, sale una tostada de atún, la mesera lo entrega; Patricia sirve mezcal en un caballito, otra mujer cobra, otra destapa una caguama. Son como una banda de punk muy armoniosa. No se siente el ajetreo de un bar, lo único alusivo a bares son decenas de portavasos pegados en la cornisa del techo; es una colección de Ali Gua Gua, “los costers son muy de primer mundo, son muy caros de hacer y los voy guardando junto con las postales. Ahora, con esta locura y porno de la imagen, con los teléfonos y las nuevas tecnologías, lo artesanal ha perdido la importancia que tenía, por eso los conservo”.

La mezcla de adornos, luces, altares, objetos y botellas, combinan y desentonan. La Caña es original, de los pocos lugares que se sienten auténticos en esta enorme urbe. Según Ali Gua Gua, la mejor forma de definirla es como “una marisquería psicodélica cultural gastronómica”.

La psicodelia llega al baño, luz morada, muros con stickers y la portada de un disco de Daniela Romo: pelo larguísimo, playera roja y jeans ajustados. La noche oscurece la Ciudad de México y enciende La Caña, ahora está llena, animada y es bailarina.

Integrantes de la banda 'Las sin permiso' ambientaron el lugar el 15 de junio del 2025.

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Sobre la firma

Ana Paula Tovar
Es periodista independiente. Estudió Relaciones Internacionales en el TEC de Monterrey y la Maestría de Periodismo en la Universidad de Barcelona. Desde 2023 escribe una columna gastronómica para EL PAÍS México, donde recorre las calles en busca de comida e historias ricas que contar.
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