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En colaboración conCAF

El improbable camino de un deportista con discapacidad al parasurf en México

Isaac Rendón, de 33 años, y quien padece espina bífida mielomeningoce, ha encontrado en el surf adaptado una vía de liberación. Pero su historia muestra lo inaccesibles que son las playas mexicanas para personas con discapacidad

Isaac Rendón spina bifida

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Después de superar 19 cirugías para arreglar su espina bífida, un sinfín de terapias, pero sobre todo, de un batallar contra lo inaccesibles que son las playas públicas del Caribe mexicano para deportistas con discapacidad, Isaac Rendón creía estar listo para participar en la World Surf League, a celebrarse en Baja California Sur, México, que integró este año, por primera vez, la categoría de surf adaptado, pero no fue así.

La discapacidad de Isaac, 33 años y originario de Cancún, es de nacimiento. La condición se llama espina bífida mielomeningocele. “Nació con una como llaga en la espalda. Su columna quedó expuesta, por ahí se veía todo por dentro. Apenas nació y lo tuvieron que operar para cerrarle el meningo (las membranas protectoras que rodean la médula espinal)”, cuenta Huguette Rendón, la madre. Como en Quintana Roo no había especialistas, viajaron a Puebla y ahí comenzó el recuento: las seis primeras operaciones, cuatro meses hospitalizado, un montón de dinero, seis meses como pronóstico de vida y un rosario de comentarios desatinados, del urólogo, del oftalmólogo, el nefrólogo y todo especialista que intervenía. “Los doctores me decían que para qué seguíamos intentando”, recuerda la madre.

Pero Isaac sobrevivió, aunque con nula movilidad en las piernas. Al kínder iba en una patineta adaptada. Con los años, consiguió una andadera. Siguieron otras 13 operaciones, la mayoría para cambiar la válvula que tiene en el cerebro desde los primeros días de nacido para regular el líquido cefalorraquídeo. En una de esas intervenciones, cuando aún era niño, quedó en coma por dos semanas. Cuando volvió en sí, la parte izquierda del cuerpo ya no le respondía y tuvo que salir del quirófano en silla de ruedas. De modo que le quedó la mano derecha como única extremidad obediente. Y así, con la diestra, logró más que cualquiera de sus compañeros de aula: se graduó de gastronomía técnica y saber de texturas y colores le llevó a pintar en lienzo y luego la inquietud le llevó al tiro con arco, lanzamiento de bala, boxeo, ciclismo, carrera, baile y natación.

“Iba a clases de natación como parte de su rehabilitación, pero un día estaba nadando con otras personas con discapacidad mental y, en un accidente, casi lo ahogan. Me dijo que ya no quería volver a entrenar ahí”, dice Huguette.

Isaac conoce el surf

En una de sus habituales terapias de rehabilitación física, cuando tenía 25 años, conoció a Javier Ortiz, que además de fisioterapeuta deportivo, es parte de la Asociación de Surf de Quintana Roo. Un día, le propuso llevarlo al mar para deslizarse por las olas en tabla. “Aquí encontré mi verdadera pasión”, dice Isaac.

—¿Qué tiene el surf que no tenga otro deporte?

—Es terapéutico. Te relaja el contacto con el mar, la arena. Es muy bueno, es muy terapéutico, muy físico y mental. Haz de cuenta yoga, pero en agua. No pensar en nada, más que en disfrutar, entrenar y cansarte, responde Isaac.

Empezaron a ir con frecuencia a la zona hotelera de Cancún para entrenar, pero se toparon con playas inaccesibles. El desarrollo turístico en este famoso destino vacacional ha ido en detrimento de las playas públicas: ahí donde había lotes para estacionamientos, equipamiento urbano o accesos, ahora están ocupados por bares, hoteles o antros.

“Entrenamos en playa Delfines y Forum, pero ninguna es accesible. Delfines tiene una rampa empinadísima, que es súper peligrosa, pero solo llega hasta los baños, luego ya no hay nada, no podemos pasar después de eso, porque hay puros escalones. Y en Forum, el pasillo del acceso no llega hasta el mar. Podría haber un caminito con madera que no dañe la playa, pero no hay nada. Cada que entrenamos, venimos varios, para cargarlo hasta el mar. Es pesadísimo cargarlos, además de traer las tablas, las sillas de ruedas”, dice Javier, el terapeuta y entrenador de surf de Isaac.

Una mañana de noviembre, Isaac y Javier van acompañados por Daniel Landaverde, cuya discapacidad motriz en las piernas proviene de un accidente en moto. La rutina consiste en calentar los músculos, leer el mar para descifrar el mejor lugar para entrar y la mejor estrategia para montar las olas. En esta playa, la frecuencia de olas es de unos siete segundos. Son rápidas y de poca altura.

A Isaac lo cargan, le ayudan a entrar al mar, le acercan la tabla, en la que se sube, y Javier lo lleva unos 100 metros adentro, desde donde surfea con cierta gracia hasta la orilla. Ahí, debe de haber otra persona para recibirlo y ayudarlo a volver a subirse a la tabla y repetir la faena. Esta vez le fue bien, sólo salió con los ojos rojos, a diferencia de otras veces, que termina con la nariz sangrando por golpes con la tabla. “Es lo que a mí me gusta, que sea un reto, que no sea fácil. Me gusta que el público vea que no tenemos límites, que podemos hacer esto”, dice Isaac.

La dedicación del equipo ha llevado a Isaac a coronarse en los torneos de surf en Quintana Roo de 2019, 2022 y 2024. El año pasado también ganó el Campeonato Nacional organizado por la Federación Mexicana de Surf en Colima. Y ahora tenía su vista puesta en el World Surf League, celebrado del 20 al 23 de noviembre pasados, donde se incluyó, por primera vez, al surf adaptado, en modalidad de exhibición. “Nos habían invitado, pero no fuimos. No alcanzamos a juntar el dinero que necesitábamos”, se lamenta Isaac.

Un mundo no pensado para ellos

Las personas con discapacidad no solo batallan con un mundo no pensado para ellos, que tiene como consecuencia una esperanza de vida de 12 años menor que el promedio, por el alto coste de la atención médica, por los riesgos de transitar en ciudades que no piensan en ellos, por la probabilidad de desarrollar con el tiempo otras condiciones de salud, como ha revelado un estudio reciente de The Lancet. Además de esto, no encuentran una inclusión laboral que les garantice independencia económica que les facilite, por ejemplo, viajar para exhibir sus habilidades e historias de superación en una competencia internacional de surf.

En 2023, apenas el 1,5% de los 100.000 establecimientos en México emplearon a personas con discapacidad, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

“El caso de Isaac es muy complicado. Estudió Gastronomía, pero no hay ninguna cocina adaptada para él. Podría emplearse en una oficina, pero solo le es funcional una mano. Es muy complicado. En algún momento vendió las pinturas que hacía, pero por ahora no trabaja. Su hermana y yo nos hacemos cargo de él”, dice Huguette, la madre.

Quizá el año que viene sí junten dinero para la competencia internacional, quizá para entonces las playas sean más accesibles o quizá todo siga igual. Lo que Isaac sí sabe con certeza es que no renunciará a su pasión por las olas.

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