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Criminalizadas tras dar a luz a bebés con abstinencia: el estigma de las embarazadas adictas

Entre 2011 y 2024, casi 500 recién nacidos llegaron a las salas de urgencias de México con trastornos derivados de la toxicomanía de sus madres durante la gestación. Es una realidad invisibilizada y para la que el país no brinda atención institucionalizada

MÉXICO-MATERNIDAD-ADICCIONES

Este reportaje se realizó con apoyo de la plataforma de periodismo CONNECTAS

Por miedo no dijo nunca nada a los doctores. En los dos últimos embarazos de Alejandra, en los que era adicta a las drogas, prefirió no informarles sobre su uso descontrolado de metanfetamina. No les dijo nada ni cuando la internaron por anemia y riesgo de aborto espontáneo, ni cuando llegó de urgencias al hospital a parir a su hija bajo los efectos del cristal, ni cuando se dio cuenta de que la bebé había nacido con síndrome de abstinencia, toda descompuesta, temblorosa y febril. Ni siquiera cuando vio cómo a la recién nacida se le dilataron las pupilas al amamantarla con leche que salía contaminada con esta droga barata y sintética que se ha propagado en México. Prefirió callar por el miedo a ser castigada.

Lo de Alejandra, una joven de Cancún que solicitó sólo citar su nombre de pila, no es algo aislado. La metanfetamina es la droga ilícita más común con la que las personas inician el consumo de drogas, sólo superada por la marihuana, según informes de la Secretaría de Salud (SSA). Es cada vez más común, incluso, entre mujeres embarazadas. Y como consecuencia, cada vez más bebés están naciendo con síndrome de abstinencia, intoxicación y delirios. De 2011 a 2024, se cuentan casi 500 recién nacidos que llegaron a las salas de urgencias del país con trastornos derivados de la toxicomanía de sus madres durante la gestación, según datos obtenidos para esta investigación. Y, como respuesta, las instituciones no brindan atención institucionalizada: rehabilitación compatible con la maternidad y políticas de cuidados especiales para los bebés.

Muy al contrario. En muchos de estos casos hay criminalización, pues el personal médico reporta la adicción de mujeres embarazadas usuarias a las Fiscalías bajo argumentos penales –y no de salud–, sin protocolos que dicten cómo actuar en estos supuestos y con una normativa para atención pre y neonatal desactualizada. Los Ministerios Públicos (MP) inician procedimientos contra ellas por un delito no punible, el de consumo personal en espacios privados. Y por otro lado, las autoridades de asistencia social, en muchos casos, separan a estos recién nacidos de sus madres para ingresarlos a casas hogares, que no fueron creados específicamente para recibir bebés en contextos de drogas o que no cuentan con capacidad ni infraestructura para atender casos así.

Quintana Roo y Jalisco son dos de los estados con mayor aumento en el consumo de metanfetamina, y por ello fueron seleccionados para este trabajo, a fin de revelar y entender el panorama al que se enfrentan mujeres embarazadas usuarias y sus hijos.

Casos médicos legales

La criminalización para las mujeres embarazadas con adicción a drogas empieza desde el control prenatal. En cuanto el personal médico tiene noticia de que la paciente es usuaria de sustancias psicoactivas notifica a las Fiscalías bajo la figura de “caso médico legal”, contemplado en los Códigos Penales de 28 estados país. En ellos, se establece como obligación para el personal médico notificar aquellos casos en los que hay un lesionado por presuntos hechos delictivos, tal como algún apuñalado o herido de bala. En ninguno de ellos se incluye el uso de sustancias psicoactivas como motivo por el cual levantar un reporte, y sin embargo, los médicos notifican ante el Ministerio Público a las mujeres embarazadas con adicción, como si se tratara de delincuentes.

Consumir drogas, siempre y cuando la portación de la sustancia no supere los gramajes permitidos no es ningún delito en México, según lo establecido en la Ley General de Salud. Los actos penados tienen más que ver con narcomenudeo o narcotráfico, con personas vendiendo o traficando drogas: escenarios lejos de una madre con problemas para superar su adicción.

En Quintana Roo, los avisos al MP se hacen a discreción y según el criterio personal de quien está brindando el servicio, de acuerdo con lo informado por el área de ginecología del Hospital Regional Número 17, del IMSS, en Cancún.

En Jalisco, en lo que va del año, el Hospital Civil de Guadalajara ha recibido a 38 mujeres embarazadas que informaron a los médicos ser usuarias de alguna droga, la mayoría de metanfetamina. Todas fueron reportadas al MP, según fuentes que trabajan en la dirección del área obstétrica del lugar.

No resulta extraño, entonces, que Alejandra haya preferido mantener oculta su adicción al cristal durante sus embarazos. Una tarde de mayo cuenta su historia, que revela el desamparo de mujeres embarazadas toxicómanas y de bebés con trastornos por este consumo. Lo hace en un centro de rehabilitación irregular en Cancún, que opera sin permiso de la autoridad federal, y que fue el único espacio donde encontró ayuda.

Una habitación de una casa hogar en Cancún.

Alejandra y los avisos al Ministerio Público

Alejandra nunca quiso ser madre y, sin embargo, lo fue cuatro veces. Las primeras dos cuando no había cumplido la mayoría de edad. Entonces, estudiaba y maternaba. Luego, dejó a su pareja y sintió esa sensación de libertad que da la soltería. Cambió tareas por fiestas con amigos y su hermana, en Cancún, el polo turístico de México. Y eso le gustó. A sus 22, comenzó a vivir la vida que no pudo de adolescente. En una ocasión, en Ginza Night Club, su hermana mayor la animó a probar cocaína.

—Al final me logró convencer, pero como ya se la habían acabado me dieron cristal. Me acuerdo que, esa vez que le inhalé, me lagrimearon los ojos —recuerda Alejandra.

Ese día conoció las drogas y al chico que se la ofreció, un narcomenudista novato, con el que empezó un romance con citas llenas de besos y cristal, que evolucionó hasta ser una relación estable con dos nuevos embarazos, los cuales llevó a término con una adicción que se salió de control.

—Me empecé a drogar con él. Solo cristal. Nunca probé otra cosa […] Y luego me entero que tengo dos meses y medio de embarazada de mi hija.

Para entonces, Alejandra ya había dejado la crianza de sus dos hijos previos a su madre y se había mudado a Playa del Carmen, en donde la pareja continuó con el narcomenudeo. Ahí el embarazo evolucionó y el consumo también, a un gramo de cristal cada 15 días. Sólo tuvo dos consultas prenatales, de las cinco mínimas recomendadas. La primera fue a los seis meses y medio por riesgo de aborto espontáneo. El consumo de metanfetamina aumenta la posibilidad perder involuntariamente el embarazo, según el Centro Nacional de Información Biotecnológica de Estados Unidos. La segunda cita prenatal fue para recibir las últimas indicaciones para el parto.

Cuando las enfermeras le preguntaban si consumía drogas, ella decía que no. “Yo no sabía con qué intención me lo decían”, se justifica. A cada mujer que acude a consulta prenatal, explica Sandra Pérez Silva, jefa de ginecología del Hospital Regional Número 17 del IMSS, en Cancún, el personal médico le inicia una historia clínica, en la que se incluyen antecedentes heredofamiliares y también datos personales no patológicos en los que se incluye lo relativo al uso de sustancias psicoactivas. Indagan si tiene adicciones y si la respuesta es afirmativa, preguntan por cantidad y frecuencia y valoran el riesgo.

Si la embarazada reconoce que consume drogas, Pérez Silva asegura que tienen que notificar al MP. “El aviso es un formato institucional, que incluye la información de la paciente, el hecho que provoca el aviso, la fecha y se entrega a nuestro departamento de Trabajo Social”, explica. “La NOM 007 es muy clara: dice que tienes que salvaguardar la vida de la paciente. Si ella misma se está poniendo en riesgo, lo tienes que reportar”.

En realidad, la Norma Oficial Mexicana 007, que establece los criterios para atender y vigilar la salud de la mujer durante el embarazo, parto y puerperio y la atención del recién nacido, sólo indica que se debe promover que la mujer se abstenga de usar drogas durante el embarazo. El documento no habla nada de reportes al MP por consumir drogas durante el embarazo. La normativa, redactada en 2016, solo contempla al alcohol, tabaco y cocaína como las drogas de riesgo para las gestantes.

Finalmente, Alejandra libró el riesgo, la dieron de alta y volvió a casa y también a consumir cristal hasta el día del parto, el 31 de enero de 2020.

—Ella nació de 2.100 kilos. O sea, a mí me dijeron los doctores: con 100 gramos menos se quedaba en la incubadora. Midió 46 centímetros, estaba muy pequeñita.

Cuando la dieron de alta, se fue a la casa donde vivía con su pareja, que con el tiempo se convirtió en un punto de venta y también un centro de reunión para otros amigos con adicciones y que incluso soplaban el rostro de la bebé con marihuana para calmarla cada vez que lloraba.

A los cuatro meses, Alejandra se volvió a embarazar. Para entonces, su adicción había evolucionado al grado de tener que consumir tres gramos por día. En este embarazo, no fue a ni una sola cita prenatal. Dice que ya sabía lo que tenía que hacer y que tenía miedo a que los doctores supieran de su adicción y le quitaran a sus hijas.

Alejandra supo que iba a parir por las contracciones y porque expulsó algo de sangre cuando fue al baño.

—Me di dos pases (consumí dos dosis), pues por aguantar, ¿no? Eso nada más era para mantenerme despierta— recuerda.

Era agosto de 2022, tenía 23 años y dio a luz en urgencias del Hospital General Jesús Kumate, de Cancún. A excepción del bajo peso de la bebé, todo salió bien. El problema, como pasa en estos casos, vino después, cuando regresó a casa y notó rara a su bebé, con fiebre, temblores, hiperactividad y llanto desesperado: síntomas compatibles con lo que especialistas han denominado Síndrome de Abstinencia Neonatal (SAN).

La metanfetamina consumida durante el embarazo había atravesado la placenta e ingresado al sistema nervioso de la bebé, desarrollando también en ella dependencia a esta droga y, consecuentemente, síndrome de abstinencia en los días posteriores al parto, pues ya no recibía directamente la sustancia como cuando estaba en el vientre. Por desconfianza hacia la autoridad, Alejandra decidió no visitar a ningún doctor; intentó calmarla como pudo. Pero todo fue a peor.

—Yo volví a drogarme. Era de noche, estaba drogándome normal y ella lloró. Ella lloraba mucho. Le dio mucho eso de llorar y de no dormir. A mí me estresaba eso, ¿no? Decía: “No se calla, le voy a dar el pecho para que se duerma”. Tenía dos días de nacida. Le di pecho y no sé cómo estoy en mi teléfono, volteo y veo que sus ojitos los tenía abiertos, sus pupilas bien dilatadas y su pulso en el pecho y en el cuello estaba alteradísimo. Me asusté.

La metanfetamina que consumen las lactantes llega hasta la leche materna y los bebés terminan por consumirla por esta vía, según lo advertido por el Centro Nacional de Información Biotecnológica del gobierno de los Estados Unidos. Con apenas dos días, la bebé de Alejandra ya sabía lo que era el síndrome de abstinencia y padecía los efectos de esta droga barata, sintética, superadictiva, letal cuando se abusa de ella y que ha causado estragos inéditos en México, especialmente, sobre mujeres embarazadas y bebés, una población invisibilizada cuando se aborda el tema.

Alejandra muestra uno de sus tatuajes.

El cristal y los bebés

La metanfetamina se ha colocado en el 90% del territorio nacional como la droga de mayor impacto, es decir, el motivo principal por el cual los usuarios acuden a pedir ayuda para rehabilitarse. Una de cada tres personas atendidas desde 2011 por los Centros de Integración Juvenil (CIJ), un órgano sectorizado de la SSA dedicado al tratamiento de consumo de drogas, tiene problemas con los fármacos y narcóticos, donde el cristal figura como protagonista.

Por otro lado, desde 2011 se han registrado más de medio millón de ingresos a Urgencias por trastornos derivados del consumo de sustancias psicoactivas, de acuerdo con datos de la SSA. De ellos, casi 500 son bebés con afectaciones a su salud por drogas. 2024 marcó el récord, con 54 recién nacidos con delirios, síndromes de abstinencia o intoxicación por estimulantes. Esta cifra son sólo los que van a hospitales. Los casos como el de Alejandra y sus bebés, que desconfían y hasta temen a las autoridades, están invisibilizados.

Jalisco y sus bebés entre drogas

De 2021 a 2024, el Ministerio Público de Jalisco intervino en 93 ocasiones por el reporte de recién nacidos de madres toxicómanas, de acuerdo con datos obtenidos vía Transparencia. Y tan solo en lo que va del 2025 ya se cuentan otros 72, según Sandra Trelles, titular de la Procuraduría del menor estatal, un dato atípico y alarmante. En todos ellos, el MP solicitó la intervención de la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes para que determinara su situación jurídica.

La Procuraduría evalúa cada caso y emite un plan de cómo se restituirán los derechos violentados al menor y qué institución debe remediar la situación. En el mejor de los casos, el bebé se queda con la madre si no hay riesgos o se le busca un familiar cercano que pueda proveerle cuidados seguros. En el peor y más común de los casos, los bebés son trasladados a casas hogares, públicas o privadas.

Cada vez es más común que no se encuentre una red de apoyo para los bebés en lo que se soluciona la situación de la madre, según Trelles. Por eso, los trasladan a Centros de Asistencia Social (CAS): establecimientos públicos, privados o de asociaciones civiles destinados al resguardo de infancias sin cuidado parental, que suelen ser espacios no adecuados para recibir a esta población. Desde 2016, el DIF (Desarrollo Integral de la Familia) registra al menos 1.185 bebés niños, niñas y adolescentes hijos de toxicómanos, en CAS.

Aunque en la ley se establece que el DIF está facultado para recibir a población vulnerable, como personas en situación de calle, con discapacidad o adultos mayores, no tiene la obligación de albergar población con problemas relacionados a las drogas. Para eso existe una Red de Atención a las Adicciones, dirigida por la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama), conformada por casi 2.400 unidades públicas y privadas.

A diferencia de estos, los CAS no cuentan, por ejemplo, con clínicas de desintoxicación, equipamiento o insumos médicos específicos para reducción de daños o sustitutivos de opiáceos; tampoco personal capacitado como especialistas en rehabilitación, o psicólogos y psiquiatras con estudios relacionados a las adicciones; ni programas específicos o protocolos para atender a esta población, mucho menos para tratar con recién nacidos trastornados por drogas.

“Allá afuera, hay muchos pidiendo ayuda”

Alejandra relaciona las personalidades de sus hijos –aquellos dos que tuvo durante su periodo de adicción– con los efectos de las drogas con las que tuvieron más contacto. Una, la que calmaban a soplidos de marihuana, es muy tranquila, hasta diría que floja, duerme mucho y es de apetito voraz. La otra, la que se gestó con cristal, que nació con síndrome de abstinencia y que sintió los efectos de la droga cuando era amamantada, es mucho más vivaracha, muy inquieta, traviesa y llorona, y casi nunca tiene hambre o come muy poquito.

El deseo de cambio, de querer rehabilitarse, dice Alejandra, vino precisamente cuando se dio cuenta de eso, de cómo la droga se había colado en lo más íntimo de su familia. Empezó a sentir culpa y remordimiento. Además, cada vez empeoraban los síntomas de la abstinencia: fiebre, psicosis, dolor de huesos, convulsiones y hasta ideas suicidas.

Pero cuando pidió ayuda, nadie respondió. “Muchas veces quieres dejar la droga, pero no puedes. Necesitas la mano o necesitas la ayuda; en este caso, de un centro de rehabilitación que te obstruya el paso a acceder a la droga”, dice.

Buscó entonces opciones en Cancún y encontró el centro de rehabilitación irregular donde está, que opera sin permiso de la Conasama, con solo una licencia de funcionamiento otorgada por la autoridad local como la que tramita cualquier negocio, y donde se internó por su propia voluntad. “Actualmente, llevo ya tres meses sin consumo. Y ya apenas empiezo a ver la luz”, dice.

Alejandra ahora tiene metas. Quiere dejar el cristal, completar los seis meses que dura el programa y luego hacer que sus amigas embarazadas o que son ya madres con adicción sepan que existen lugares donde les pueden ayudar a rehabilitarse. “Hay personas que ya no se quieren drogar así como yo. Muchas veces tuve una pipa y decía ‘ayúdame a salir de esto, que ya no me quiero drogar, pero no sé cómo dejarlo’ y no recibía respuesta. Entonces, siento que hay muchas personas ahí afuera que también están con una pipa en la mano diciendo: ‘Ayúdame”, dice y lanza un último cuestionamiento: “Toda madre, al final, aunque sea adicta, aunque sea alcohólica o drogadicta, tiene derecho a cambiar por su hijo, ¿no?”

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