La escuela que abre puertas a empleados con discapacidad en el Caribe mexicano
Un programa brinda habilidades para obtener el primer trabajo a personas discapacitadas en la boyante industria turística de Cancún

A Frida lo que le gusta es ir a trabajar. Es que no pinta nada mal. No hay checador. Puede ir los días que quiera y a la hora que pueda, aunque a ella le gusta cumplir con los días pactados y llegar muy de mañana. Antes de empezar la jornada, desayuna el lonche que le pone mamá –esta vez, unas empanadas de queso con salsa roja de la que pica. Y por ahí de las 10:00 horas empieza la faena. Lo primero es hervir las hojas de maíz; suavizarlas para facilitar su manejo a la hora de armar el paquete. Luego, esta joven de 23 años ayuda a preparar la harina y los guisados con los que hará tamalitos, ese alimento tradicional envuelto, choncho y masudo que gusta tanto al mexicano. Si el trabajo es tan flexible es porque se trata de un programa de inclusión laboral para personas con discapacidad como Frida Sofía de la Cruz Romero, con Síndrome de Down, desarrollado por la asociación civil Manos Especiales, en Cancún, México.
De lo que se trata no es de disciplinarlos, sino de crear un espacio seguro para esta población y un programa a través del cual brindarles habilidades que les permita obtener su primer trabajo en este polo turístico, el más importante de México, el de la boyante industria gastronómica con más de 3.000 centros nocturnos y restaurantes. “Nuestro sueño es conseguir empleo a 100 personas con discapacidad”, dice Daniel Sánchez, de 33 años, y fundador de Manos Especiales y de la iniciativa Inclu Tamali.
Aquí las personas con discapacidad no sólo aprenderán de cocina, sino que conocerán los procedimientos a seguir para solicitar un empleo. “Les enseñamos a elaborar un currículum, a prepararse para una entrevista, a tener en orden su información fiscal; a darles capacitación laboral en temas de hotelería, pastelería, cocina, etcétera”, explica Sánchez.

Hoy ya presumen de un caso, el de Víctor Balam, un joven con Síndrome de Down, al que lograron colocar, con contrato y base, en una cafetería de uno de los hoteles más lujosos del Caribe mexicano. “Hicimos alianza con Palace Resort para que abrieran la puerta a personas con discapacidad. Recuerdo que la primera vez que le pagaron su primera quincena me habla la mamá y me dice: ‘Oye, Daniel, creo que hay un problema. Es que le depositaron un montón de dinero”, cuenta asomando una sonrisa. “No era ningún error, sólo era el primer pago de su primer trabajo formal”. Apenas un caso de los 25 beneficiarios que ya suma Inclu Tamali. Si es poco es porque allá afuera, en el salvaje mercado laboral, es prácticamente imposible que una persona con discapacidad encuentre empleo.
En 2023, unos 100.000 establecimientos en México emplearon a personas con discapacidad. Eso es apenas el 1,5% del total. El resto, los más de siete millones de negocios de diversos giros y tamaños no tiene ni un sólo empleado con diversidad funcional, ya sea de tipo físico, mental, intelectual o sensorial, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Eso significa que más de 8,8 millones de personas pertenecientes a esta población encuentran dificultades para la participación plena y efectiva en la sociedad, sobre todo, las mujeres. Sólo el 31,3% de ellas ha podido participar en la economía, frente al 40,6% de ellos, según el último Censo Económico, que en 2024 abordó por primera vez información sobre personal ocupado con alguna discapacidad.
Discriminación desde antes de nacer
En la primera consulta prenatal de Ana Romero, la madre de Frida, ya sintió el latigazo de la discriminación. “Frida es producto de mi segundo embarazo. Cuando voy a revisión, los doctores me comentan que hay un problemita, que se ve un problema en el ultrasonido, y me recomiendan hacerme un legrado”, recuerda la mujer de 43 años en referencia a la intención de los doctores de acabar con la existencia de una persona con Síndrome de Down, una condición genética causada al presentarse una copia del cromosoma 21, lo cual causa discapacidades intelectuales y físicas con las que la sociedad no ha aprendido a convivir.
Eso fue en Veracruz, de donde Ana es originaria y de donde migró a Cancún hace 20 años. En las demás revisiones obstétricas, los doctores le insistían en el legrado y la trataban mal por desear tener una hija con discapacidad. “Así me la pasé nueve meses. Y cuando nació fue muy hermosa mi hija. Yo la vi hermosa, blanca, peloncita, gordita. Pero el doctor que me asistió dijo: es mongolita. Te lo juro por mi hija. Esas fueron sus palabras. Desde ahí supe a lo que yo me iba a enfrentar”.

Lo que siguió fueron regaños de parte del personal médico: “Ya viste cómo salió”, le repetían. A Frida la arrinconaron en el cunero del fondo, lejos de los demás recién nacidos. Cuando Ana la amamantaba, los demás pacientes y doctores se le acercaban curiosos a cuchichear y a hacer comentarios inapropiados. Cuando llegó a Cancún, buscó opciones de terapias de estimulación temprana para la pequeña. Así dio con los Centros de Atención Múltiple (CAM), que brindan atención escolarizada a niñas, niños y adolescentes con discapacidad, y donde Frida cursó primaria y secundaria.
En Quintana Roo, el Estado al que pertenece Cancún, hay 29 CAM con una matrícula de 1.742 estudiantes. “El problema es que ahí sólo los aceptan hasta los 22 años. Y luego, ¿qué hacen?”, cuestiona Sánchez. Para esto está Manos Especiales, que recibe a personas con discapacidad a partir de los 18 años.
El más joven en el ecosistema
Daniel Sánchez es originario de Yucatán y está involucrado desde joven en iniciativas altruistas. Todo empezó, dice, en la preparatoria. “Con amigos jugábamos a ser emprendedores, jugábamos a la cuestión de querer cambiar el mundo, en esta cuestión de poder hacer actividades sociales. En la prepa, hicimos un proyecto escolar en donde buscábamos capacitar a personas con alguna discapacidad. Luego vi que el Gobierno de Yucatán lanzó una convocatoria para financiar emprendimientos y capacitarnos. Apliqué con este proyecto que se llamó Panadería del sueño, y ganamos. Nos dieron como 18.000 pesos [algo menos de mil dólares]”, recuerda.
En 2011, fueron reconocidos con el Premio Estatal de la Juventud. Y poco tiempo después, se dieron de alta como asociación civil. Y es ahí donde nace Manos Especiales A.C. Los siguientes años fueron de pausa, pues los involucrados empezaron a hacer su vida profesional en caminos opuestos. Pero Sánchez siguió su curso y estudió la carrera de Educación Especial en Yucatán. En 2015, migró a Cancún, donde empezó a ofrecer cursos a hoteles y restaurantes en temas de inclusión, con los que ha capacitado, calcula, a unas 15.000 personas.
Aunque Inclu Tamali nació en 2019, duró muy poco porque llegó la pandemia. Suspendieron el programa, que es gratuito, y lo reactivaron en junio de 2024. “Estamos por cumplir un año desde que retomamos. Hoy tenemos tres vías de venta. El primero es a través de la Asociación de Padres de Familia con Hijos con Discapacidad Intelectual de Quintana Roo, que suele pedir 100 tamales; el segundo es con aliados estratégicos, y el tercero es con pedidos especiales de cualquier interesado”, explica Daniel.

Además de capacitación laboral, esta asociación ofrece cursos de pintura, elaboración de artesanías y también actividades recreativas como llevarlos al cine y a excursiones turísticas a las que difícilmente podrían ir por su cuenta. El director dice que es importante empoderarlos, pero también hace falta garantizar su derecho a la recreación y al goce.
Este mes incluyeron una nueva actividad: zumba, impartida por Ana Romero, quien debido al extenuante trabajo de cuidados que requiere Frida no ha podido emplearse en un trabajo formal, pero sí emprender. En el último año, mientras Frida hacía tamales, Ana se certificaba como instructora de este un baile para ejercitarse. Hoy da varias clases en varios lugares, incluido en Manos Especiales, una vez por semana, con su hija como alumna.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Más información
