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Citlali Gómez Lepe, presidenta de Comepesca: “Hasta el 80% del producto del mar que comen los mexicanos es importado”

La bióloga lidera un movimiento para consumir más diversidad de especies de origen nacional. Más de 70 pesquerías tienen certificados internacionales

Citlali Gómez Lepe

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Comer pescado más variado. “Y que sea sostenible”. Esos son los objetivos principales por los que lucha Citlali Gómez Lepe (Ciudad de México, 53 años) desde que asumió la presidencia del Consejo Mexicano de Promoción de los Productos Pesqueros y Acuícolas (Comepesca), dedicado a promover su origen legal y trazable —aquel que puede ser rastreado desde que se captura hasta toda su cadena de distribución—.

Desde la organización que lidera también trata de incentivar que se coma mejor pescado y en mayor cantidad. En México, el consumo per cápita de pescados y mariscos es de 12 a 13 kilos anuales, mientras el promedio mundial ronda los 20. Si se tiene en cuenta que el país ocupa el cuarto puesto como exportador de estos productos en el mundo, “estamos hablando de una cantidad bajísima”, dice la empresaria. “Hasta el 80% del producto del mar que comemos los mexicanos es importado y de muy mala calidad, como la tilapia o basa que provienen de China, que además tienen mucho glaseo”, agrega, refiriéndose a la aplicación de agua o hielo a los alimentos congelados para protegerlos de la deshidratación y la oxidación.

Si bien se trata de una práctica necesaria para asegurar su conservación, en México se aplica en cantidades excesivas, lo que puede engañar al consumidor sobre el peso real del producto. “Se le está vendiendo agua a la población y un pescado que no es nutritivo. Es un verdadero fraude”, opina Gómez Lepe, que estudió Biología y después se especializó en acuicultura y desarrollo rural desde una gestión sostenible.

Esta visión de negocio que defiende, siempre de la mano del cuidado de la biodiversidad, la aplica hace más de dos décadas. Empezó con una empresa familiar: la cría de truchas en la Reserva de la Mariposa Monarca. En este lugar sagrado en las montañas de Michoacán, frontera con el Estado de México, entendió la importancia de asegurar el equilibrio de los ecosistemas a través de una producción acuícola basada en el cuidado del bosque y de los recursos hídricos, así como en la conservación de especies.

Para lograrlo, hay una estrategia: incentivar un cambio en el mercado a través de la demanda. Es decir, que los pescadores pesquen menos y vendan mejor, así se pueden recuperar los stocks de las poblaciones. “Lo que tratamos de hacer es que los pescadores, en vez de sacar contenedores y contenedores del producto a un precio muy bajo, lo encarezcan y lo posicionen mejor en el mercado. Ya hay decenas de ONG trabajando en las comunidades para lograrlo”, cuenta.

En Baja California, por ejemplo, el verdillo (o Paralabrax nebulifer) especie de gran importancia para la costa del Pacífico, “ya muestra signos de recuperación gracias a las prácticas de pesca sostenible implementadas por cooperativas locales”, asegura. En los últimos años, la empresaria se ha dedicado en cuerpo y alma a impulsar Pesca con Futuro, una campaña que promueve el consumo responsable de productos pesqueros sustentables. “Se trata de un movimiento en el que expertos en sostenibilidad, pescadores, productores, mercados, organizaciones, embajadores y hasta chefs, se dan la mano para lograr el consumo responsable”.

Según el mapa de iniciativas de pesca sostenible creado por Comepesca, en el 2017 apenas se contaban siete especies en dicha categoría. “Y ya hay más de 70 pesquerías y cultivos que han logrado certificaciones internacionales y buenas prácticas”, reconoce. No obstante, advierte que México está aún muy lejos de transitar hacia la economía azul, aquella que persigue el uso sostenible de los recursos marinos y costeros para impulsar el crecimiento económico, mejorar los medios de vida y preservar la salud de los océanos. Para conseguirlo, apunta Gómez Lepe, se necesita un cambio cultural en los hábitos de consumo de los mexicanos.

Uno de los factores principales detrás de la sobreexplotación es el exceso de demanda de ciertas especies, consecuencia de pedir los mismos pescados y mariscos. “El consumidor mexicano siempre quiere lo mismo: róbalo, huachinango, mero, que casi nos lo acabamos, y camarón o salmón, que ni siquiera son productos nacionales”, lamenta.

El problema, sostiene, “es que no se conoce la biodiversidad de nuestro mar: todos los peces y mariscos que se pueden consumir”. Por eso, una de las iniciativas principales de su organización se ha dirigido a la sensibilización de los agentes involucrados en el sector, como los jefes de compra de hoteles y restaurantes, o chefs, que pueden cambiar los menús. “En algunos lugares, como en la Riviera Maya, ya hay muchos que están supercomprometidos y que están apostando porque el producto sea 100% de pesca sostenible”, cuenta.

Junto a otras organizaciones como Oceana, Comepesca también trabaja para exigir que salga adelante una norma que regule el porcentaje de glaseado permitido para evitar prácticas abusivas que afectan a los consumidores. “Otra de nuestras grandes frustraciones es el engaño con la baza (Pangasianodon hypophthalmus) que se importa porque dicen que es una proteína barata. Pero más barata es la sardina. ¡Y además es nacional! No acumula metales pesados y tiene muchos mejores aportes nutricionales”, revela Gómez Lepe. Recientemente, la experta fue invitada a formar parte de la junta directiva de la Global Seafood Alliance (GSA), una de las organizaciones internacionales más importantes en la promoción de prácticas responsables en la industria de productos del mar.

En su opinión, para que México transite hacia la economía azul, necesitamos primero verlo como una oportunidad. “Hay que invertir en tecnología. No solo en pesca, sino también para incentivar la producción de algas y de otros proyectos innovadores, como la producción de bivalvos [moluscos de dos conchas, similares a los mejillones] que fijan el carbono y generan energía”.

La última campaña de la organización está dirigida a dar respuesta al sargazo que invade las playas del caribe, un problema derivado del cambio climático al que se propone atajar a través de soluciones innovadoras, sostenibles y que además generen empleo.

Según la líder de Comepesca, los desafíos de su sector son muchos y urgentes, pero también sorteables. “Hay que regular mucho mejor la pesca ilegal y conseguir implementar la trazabilidad, así como otras normas necesarias”, dice. Habla además de conseguir incentivos para los pequeños pescadores y productores, rescatar la acuacultura rural del país, beneficiar a las comunidades, y que se garantice que todos los productos pesqueros cumplan con estándares específicos de calidad, seguridad y sostenibilidad. “Debemos ayudar a los pescadores artesanales a cumplir las normas al tiempo que se les garantiza condiciones de salud y de seguridad. La economía azul es aquella en la que ganamos todos”, concluye.

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