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El omnipresente Trump (también) acapara la política mexicana

La semana ha dejado un reguero de iniciativas y declaraciones que exhibe la agenda que Estados Unidos impone a su vecino del sur

Donald Trump en Doha, Qatar, el 14 de mayo de 2025.
Carmen Morán Breña

No hay día sin Trump, no hay semana sin Trump, no hay mes sin Trump. La política mexicana está acaparada en lo absoluto por la omnipresencia del mandatario estadounidense en los asuntos que conciernen a ambos países, que no son pocos: la lucha contra el narcotráfico y los criminales, la migración, el lavado de dinero, los políticos corruptos y los importantes acuerdos comerciales que tienen en vilo a todo el país, dada la asimetría en la relación bilateral y las muchas dependencias económicas de México respecto al gigante del norte. Los titulares encabezados por Estados Unidos monopolizan los medios de comunicación sin solución de continuidad. Esta semana, especialmente, Estados Unidos inició su agenda mexicana acusando a dos empresarios de sobornar a la petrolera estatal, Pemex, siguió con el envío de 26 reclusos al país vecino y acabó con la detención en Texas de Carlos Treviño, un pez gordo, último director de Pemex en el Gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Y no fue todo, la semana comenzó con halagos por parte de la Administración trumpista a la colaboración entre “aliados” y acabó con un guantazo en toda regla: “México y Canadá hacen todo lo que les decimos”, soltó el presidente. La semana que viene, más.

La relación de sumisión de México a Estados Unidos para salvar el horizonte económico ha llegado para quedarse, a decir de los analistas, que tras ocho meses del republicano en el poder no han visto otro paisaje más que el palo y la zanahoria y sin mucha coherencia en la estrategia. La presidenta Claudia Sheinbaum no ve otra salida que invocar la personalidad de Trump cuando le preguntan por sus inopinadas declaraciones: “Bueno, ya saben cómo se expresa el presidente”, dando por sentado que más allá de sus bravatas los acuerdos se mueven. Pero las que se están moviendo a toda máquina son las políticas de seguridad, reclamo innegociable del estadounidense para avanzar en todo lo demás. El secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, no deja de presentar resultados de incautaciones de droga, laboratorios desarticulados, criminales detenidos. Al paso, justifica otras acciones sospechosas, como el vuelo de aeronaves estadounidenses de tripulación remota sobre los bosques y las ciudades mexicanas: ese dron que sobrevoló Valle de Bravo el miércoles, dijo, está en tareas de investigación a petición expresa del Gobierno mexicano; o esos envíos de reclusos sin orden de extradición responden a normas de seguridad nacional. El mismo enredo con el exdirector de Pemex, Carlos Treviño, de quien primero se dijo que lo detenían en virtud de una orden de extradición contra él y después que fue arrestado por cuestiones de migración y será entregado a México para seguir el proceso judicial que tiene abierto por asociación delictuosa y recursos de procedencia ilícita. Cada capítulo parece saltarse las leyes del Estado de Derecho para sumirse en oscuros acuerdos de cooperación entre ambos países. Pero casi nadie duda ya de que todas las cuerdas las mueve Donald Trump.

“Lleva ocho meses y parecen tres años”, tal es la intensidad del intercambio político diario entre ambas naciones, ejemplifica Josué González, experto en Seguridad de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. “No se había visto cosa igual en toda esta época moderna. No parecen relaciones internacionales ni diplomáticas, sino una negociación con una empresa 20 veces más pequeña”, compara la actitud de Trump con México, que califica de “poder absoluto” con todo el mundo. “El nivel de presión es brutal, como no se había vivido en otro momento”. A pesar de todo, reconoce que México lo está sobrellevando, “sin subir el tono, porque no puede”, entregando tributos, dice, y con operaciones limpias, sin incidentes “que hace unos años hubieran sido imposibles”. En cuestión de seguridad, afirma el experto, así como en la lucha contra el narcotráfico, el Gobierno de Sheinbaum está presentando resultados que la alejan de las políticas anteriores de su predecesor.

No hay mal que por bien no venga, resume la internacionalista Aribel Contreras, quien repudia las amenazas del presidente Trump, pero agradece los beneficios de su presión sobre las políticas mexicanas: “Para quienes no estamos de acuerdo con estos sexenios de la 4T, que pulverizan la democracia, pisotean las instituciones y diluyen los tres poderes, Trump está impidiendo que penetre la agenda de este Gobierno”, afirma la experta de la Universidad Iberoamericana. Asegura que las políticas de migración del anterior sexenio fueron “un caos” y que, de todos modos, al populismo de Trump se suma el populismo de la presidenta Sheinbaum cuando le contesta que “en México solo gobierna el pueblo”. “Son frases potentes que gustan al electorado morenista, lo mismo que las declaraciones de Trump gustan al suyo”, explica Contreras. Lo que está por ver, añade, es si entre los dos y Canadá sabrán encauzar los imperiosos asuntos comerciales que les atañen. Mientras tanto, el presidente, analiza, ha situado a todo el mundo en conversaciones bilaterales, algo que México y Canadá deberían haber impedido por todos los medios, dado que les une un tratado comercial.

González ya da por hecho que nada se puede hacer con el ciclón Trump, más que evadir el temporal como se pueda. “En ningún momento serán relaciones diplomáticas la uso y siempre estaremos sujetos a los vaivenes y los impactos de sus declaraciones. A México solo le queda gestionarlo. Y no podemos ya descartar otras acciones, ni con él ni con el que venga, porque ya el secuestro del Mayo Zambada [en julio de 2024] puso de manifiesto el ingreso de las agencias estadounidenses en territorio mexicano”.

El embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, ha dejado su decálogo de “colaboración” para estos 90 días de tregua arancelaria con México. Es la cartilla de deberes inequívoca para todo el mandato. En ella se citan “las transferencias” de reclusos, la reducción de la migración y del fentanilo, los golpes a las finanzas de los carteles y hasta el trasvase de agua en la frontera o la cooperación en el Mundial de Fútbol. En el punto 7 menciona la designación de carteles como organizaciones terroristas, lo que “desbloquea un amplio rango de nuevas facultades y recursos para combatirlos”. No parece que haya mucho que añadir.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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