Esperar en la frontera hasta que pase la era Trump: cuando quedarse en México empieza a ser la primera opción
Cientos de migrantes viven hacinados en Ciudad Juárez, a la espera de cambios legales en EE UU, mientras otros ya se han establecido con la idea de quedarse a vivir

En el norte de Ciudad Juárez, a unos metros del río Bravo, hay un campamento casi vacío que espera para mitigar las olas de repatriados mexicanos prometidas por Donald Trump, pero las olas no llegan o no son lo que se esperaba. En otro lugar, al norponiente, un convoy de camionetas de la policía estatal recorre el terreno junto al muro en busca de traficantes de drogas o migrantes, pero no encuentra nada, más allá de agujeros en la malla fronteriza. En medio de estos dos puntos, en el Centro, decenas de migrantes viven hacinados en viviendas arrendadas a la espera de algún cambio en las leyes migratorias de Estados Unidos, otros ya se han establecido con la idea de vivir en México. Los albergues, antes rebasados, ahora lucen vacíos. Mientras, la política mediática y de terror del presidente estadounidense surte efecto, incluso, sin que los datos respalden a sus amenazas.
“Los proyectos de vida se han replanteado después del 20 de enero. Ahora se trata, para muchos, de esperar cuatro años en la frontera a que cambie la presidencia de Estados Unidos, si es que lo hace”, dice Daniel Soto, un enfermero de 37 años nacido en Venezuela que llegó a Ciudad Juárez en 2018 con la firme idea de quedarse allí, donde trabaja brindando ayuda humanitaria a personas en situación de tránsito para que accedan al sistema de salud.

Los albergues para la migración están por debajo del 10% de su capacidad de ocupación y las personas que se encuentran ahí están pensando en quedarse en la ciudad y buscar una casa de renta o en regresar a sus países, de acuerdo con Ivonne López, trabajadora social de la Casa del Migrante.
“Ahorita, por ejemplo, la población que tenemos es de unas 30 o 38 personas que están en espera de decidir si se van o se quedan. Cuando en los momentos más críticos llegamos a tener 1.138. Igual andan todos los albergues de la ciudad”, dice López.
En 23 albergues monitoreados al 31 de julio se contaron 625 alojados, de acuerdo con Dirvin García, coordinador del Programa de Atención a Migrantes y Movilidad Urbana del Consejo Estatal de Población en Ciudad Juárez, Chihuahua. Esto quiere decir que 23 establecimientos se mantiene a poco más de la mitad de lo que la Casa del Migrante albergó en su punto máximo.
David Berrio intentó cruzar con su familia, su esposa y su hija de algo más de un año de edad. A ellas las enviaron a Cuba, de donde son originarios los tres. Pero a David, sin explicaciones, lo dejaron en Ciudad Juárez. “Nos separaron, eso ha sido lo más difícil de mi vida. Pero al menos estando aquí en Juárez les puedo enviar algo de dinero que estando allá no conseguiría”, dice el hombre, quien planea mantenerse en la frontera, trabajando en el estacionamiento de una plaza comercial donde cuida y lava autos. Vive en un cuarto de renta con dos colombianos, en una casa donde habitan alrededor de 12 personas, en el centro de la ciudad.
Bajo la estrategia “México te abraza”, el gobierno federal implementó a lo largo de toda la frontera una estrategia de recepción de mexicanos repatriados por Estados Unidos, ante las advertencias del presidente estadounidense, Donald Trump, de efectuar deportaciones masivas.

En Ciudad Juárez, cinco días después de la investidura del mandatario en enero, ya estaban listas las carpas con capacidad para 2.500 personas. Las instalaron en una zona conocida como El Punto, nombrada así por la visita del Papa Francisco en febrero de 2016, desde donde envió un mensaje de aliento para los migrantes en Estados Unidos. Allí se congregaría todo aquel que quisiera ver al Papa, por eso se le llamó así: El Punto.
La estrategia “México te abraza” es integral, en ella confluyen diversas dependencias de gobierno de los tres niveles, organizaciones internacionales y locales, cuerpos militares, y de Protección Civil, entre otros. Sin embargo, lo que se esperaba como una crisis histórica se ha mantenido incluso por debajo de los números de deportaciones de las Administraciones de Joe Biden y Barack Obama.
“No se puede hablar de una repatriación masiva. Estamos ante una situación que se ha podido manejar en todo momento. No es una emergencia migratoria. Y qué bueno que no es así y que no estamos llenos”, dice en entrevista Mayra Chávez, delegada del Bienestar en Chihuahua y coordinadora del Centro de Apoyo y de Servicios México te abraza.
Y es verdad, de enero a julio de este año se ha repatriado por Ciudad Juárez a 6.983 mexicanos, de acuerdo con la delegada Mayra Chávez; en el mismo periodo, pero de 2024, regresaron 7.052, números muy parejos para discursos tan distintos como son el de Trump y el de sus antecesores. Si bien la estadística se mantiene similar, es la agresividad lo que marca la diferencia.
La estancia de los mexicanos en el campamento es corta, apenas uno o dos días, tiempo en el que pueden contactar a sus familiares, recibir una ayuda económica de 2.000 pesos a través de una tarjeta denominada Paisano y apoyo de transporte hacia sus lugares de origen, explica Mayra Chávez.
Es por esta razón que aunque el promedio mensual de mexicanos que son atendidos en las carpas es de 1.200, en realidad la ocupación se mantiene entre 30 y 50 personas diarias. Supone entre un 10% y 15% de la capacidad instalada. En cambio, trabajan alrededor de 100 empleados del Gobierno federal, a los que hay que sumar a las organizaciones y a los elementos de la Guardia Nacional que resguardan el espacio, más empleados que retornados. “El objetivo de esta estrategia es garantizar la bienvenida y reintegración a sus lugares de origen de nuestros hermanos mexicanos. Garantizar sus derechos y apoyarlos en todo lo que se pueda y que ellos se merecen, con dignidad”, asegura la delegada del Bienestar.

Operativo espejo
Dos camionetas y una Suburban de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado se abren paso entre el tráfico del centro de la ciudad en dirección al norte para recorrer desde ahí hacia el poniente toda la frontera mientras un grupo de agentes estadounidenses de la Custom Border Patrol hace lo mismo, pero al otro lado del muro.
Entre las dos camionetas va la Suburban y como copiloto el comandante Benjamín Esparza, quien dice al atravesar la colonia Rancho Anapra, una de las zonas más peligrosas por el tráfico de droga y personas: “Esta colonia retirada se presta mucho para resguardar personas que van a brincar al otro lado. Hay casas de seguridad, porque se confunden con el entorno. Tú piensas que vive ahí una familia y no, son casas muy bien encubiertas donde retienen a las personas migrantes”, dice el almirante.

“Sin embargo, los encuentros que hemos tenido, nosotros les llamamos rescates, han sido muy pocos desde que inició la nueva Administración en Estados Unidos. Sí, se ha reducido mucho, pero hemos notado un incremento en otros delitos que no tienen que ver con los cruces fronterizos, como el secuestro, por ejemplo”, añade.
El Operativo Espejo reúne autoridades de ambos países para localizar a personas que intenten cruzar a los Estados Unidos. Para ello, los agentes avanzan al mismo tiempo en ambos lados de la frontera, a veces con la ayuda de un helicóptero estadounidense o mexicano.
En una tarde de julio que empieza a caer, el polvo que levanta un helicóptero tiñe de ocre las lindes del muro cuando vuela bajo, junto a una carretera vacía a punto de desembocar en Santa Teresa (Chihuahua). Solo se oye el ruido de las hélices rompiendo el viento. Alrededor, el desierto fronterizo luce vacío.
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