Ir al contenido
_
_
_
_
Claudia Sheinbaum
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El descuido a la presidenta

El tiempo de la presidenta de México es muy valioso como para desperdiciarlo en un intercambio de ocurrencias en las mañaneras. Es claro que a la presidenta no la cuidan

Claudia Sheinbaum en la conferencia matutina en Palacio Nacional, el 10 de julio.
Juan Ignacio Zavala

En las tareas de la presidencia de un país, el control de la comunicación, del mensaje, de la noticia ha sido siempre uno de los objetivos primordiales. Hoy en día se le dice “dominar la narrativa”. Es lo mismo, pero en woke. Si antes se trataba de controlar directamente a los medios de comunicación, ejercer sobre ellos una presión tal que solo cupiera la voz gubernamental, ahora hay que multiplicar la presencia pública. La evolución mediática, más allá de que se siga ejerciendo esa presión con resultados no siempre exitosos en los llamados medios tradicionales, ha hecho que sean los propios titulares de la presidencia los que expongan de manera constante su presencia mediática, más allá de los periódicos y la televisión. Eso sucede en todo el mundo. El uso de las redes sociales o de los “youtubers”, el streaming o los podcast para la transmisión de mensajes tienen la misma importancia que la imagen en la tele y el audio en el radio. La transformación mediática ha forzado la transformación política.

En México pasamos de tener presidentes en imágenes acartonadas en eventos cerrados, inauguraciones, discursos escogidos y escasas conferencias de prensa a tener un presidente omnipresente como lo fue López Obrador; de tener un presidente que ocasionalmente se sometió a los medios de comunicación, como lo fue Peña Nieto a un merolico, una boca incontrolable como lo fue AMLO.

La presidenta. Sheinbaum decidió mantener el estilo de su antecesor y conservó las mañaneras y a quien las ideó —el señor Jesús Ramírez—. El resultado está lejos de ser exitoso. Si bien es cierto que hay cada vez más periodistas serios, siguen dominando los improvisados, los sujetos con agendas en ocasiones estrambóticas en las que nada debiera de opinar la presidenta. Desde hace años el rumor del negocio con las preguntas en las mañaneras no ha hecho más que fortalecerse. Personas incapaces de hacer una pregunta y la tienen que leer en su teléfono. De esa manera, la presidenta lo mismo tiene que contestar preguntas sobre los OVNIS que a cerca de la conducta de algún alcalde desconocido o sobre las supuestas acciones de determinada empresa. Son interrogantes que en una conferencia de prensa seria ningún periodista haría. La presidenta contesta de todo y eso está mal. Parece acostumbrada a encarar estupideces de cualquier nivel. El tiempo de la presidenta de México es muy valioso como para desperdiciarlo en un intercambio de ocurrencias. Su palabra todavía es vale como para verla caer por el despeñadero de la bobería. Es claro que a la presidenta no la cuidan. Si en materia de comunicación pusieran el mismo cuidado y talento que le han puesto a cómo la visten, el resultado sería otro. Pero no es así.

¿Qué hace la presidenta de México contestándole al abogado de un narcotraficante? ¿Por qué se permite que la presidenta entre en un intercambio con un personaje como ese? ¿Para qué exponerla a las majaderías de alguien que nada más crece con la respuesta presidencial? Si se considera que el abogado de Ovidio merece respuesta de la jefa del Estado mexicano, estamos en más problemas de los que suponíamos.

Lo mismo se puede decir del descuido enorme de mandarla a Sinaloa en los días dominados por la información alrededor de un peligroso líder del crimen organizado. Peor aún, ¿a quién se le ocurre ponerla a contestar preguntas sobre el narco al lado de gobernador Rubén Rocha? La imagen es demoledora: el gobernador es la imagen viva del fracaso con la cabeza agachada, la mirada en el suelo, la espalda encorvada, mientras a un lado la presidenta contesta preguntas sobre las declaraciones del abogado del capo.

Ojalá rectifiquen quienes exponen a Sheinbaum de esa manera.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Ignacio Zavala
Consultor en comunicación política y analista de la vida política mexicana. Ha participado en diversos medios de comunicación como polemista y comentarista. Ha sido responsable de comunicación de instancias como el PAN, la presidencia de la República y la FGR. Es autor de varias novelas, entre ellas 'Polarizados, una guerra'. íntima".
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_