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El escaso 13% de participación: los obstáculos de Morena y Sheinbaum para movilizar el voto en las elecciones judiciales

La oposición pierde otra oportunidad para sacar rédito político a su disconformidad

Una casilla de votación durante las elecciones judiciales en Ciudad de México.
Carmen Morán Breña

La escasa participación ciudadana en las elecciones judiciales de este domingo en México no se compadece con las mayorías que el partido gobernante, Morena, acostumbra a exhibir en otras convocatorias. Cabe preguntarse de inmediato qué ha pasado en esta ocasión, habida cuenta de que la reforma jurídica se presentó como un anhelo del pueblo manifestado con su abrumador apoyo por la Claudia Sheinbaum y su partido en las presidenciales. El escaso 13% de asistencia a las urnas no tiene que ver con la popularidad de la presidenta, pero sí con su capacidad para entusiasmar a la población por unos comicios, por más inexplorados o abstrusos que hayan sido, y desde luego con la voluntad movilizadora de Morena, una formación que acusa fuertes divisiones internas a pesar de atesorar un gran poder. Así lo ven los analistas, quienes también señalan una tercera conclusión: gane o fracase, Morena siempre lo hace sin el concurso de la oposición, que no acaba de sacar rendimiento a ninguna circunstancia.

La reforma judicial se ha manejado con una grandilocuencia política que no ha tenido reflejo en las urnas, lo que denota, finalmente, “un escaso interés de la ciudadanía por participar en la elección de sus jueces”, desde el más desconocido del distrito al más renombrado en la Suprema Corte, sostiene el historiador del Colmex Humberto Beck. “Han llegado a hablar de una refundación Constitucional de México y de una conquista democrática que situaría a país en la vanguardia global, puede ser, pero si solo se legitima con un 13% del electorado podemos hablar de un gran fracaso”, dice el analista político. “La elección popular ha sido cuestionable, la forma de llevarla a cabo, apresurada e incoherente. Pero si hubiera encontrado una alta legitimación en la sociedad podría haberse dado por buena, pero el resultado ha sido raquítico”, explica. Como dice la fábula, parieron los montes y fue un ratón.

Echando una mirada al retrovisor, la figura del presidente López Obrador aparece quizá como el líder que hubiera movilizado con más éxito a sus seguidores. Lo consiguió en 2022, cuando llamó al pueblo a las urnas para revocar o continuar con su mandato, un proceso que también era inédito en el que logró un 17% del censo electoral. Se puede mencionar también la consulta popular para enjuiciar a antiguos presidentes convocada en 2021, pero aquella no alcanzó el 8% y la pregunta era compleja. Lo mismo puede decirse de las dificultades para votar en esta ocasión, con más de seis papeletas y nombres desconocidos. Pero los analistas políticos no creen que sea cuestión de comparar quién habría movilizado más este domingo, si Sheinbaum o López Obrador. Es cierto que el presidente lideraba el partido sin posibilidad de fisuras, “pero hay que tener en cuenta que el poder va desgastando y la capacidad de movilización de Morena va disminuyendo. A eso hay que sumar que los aliados, el Partido del Trabajo y el Verde no han salido a movilizar tampoco”, afirma Khemvirg Puente, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. “Es verdad que la presidenta no tiene el mismo liderazgo sobre el partido y eso influye, pero no determina. También lo es que el primer operador del partido es López Beltrán, que no responde a Sheinbaum, sino a su padre”, añade.

Un funcionario de casilla espera a los votantes en Morelia.

Todos mencionan las dificultades intrínsecas de las elecciones judiciales y del diseño legal de las campañas, y con ello descargan de responsabilidad a Sheinbaum en alguna medida, “pero ella ha mantenido la dimensión de este proyecto cuando podía no haberlo hecho y ha apostado buena parte de su capital político en pro del movimiento que representa. Es la que sale perdiendo”, al parecer de Beck. A pesa de ello, el historiador no está seguro de que Obrador hubiera conseguido más, ni de que Sheinbaum haya perdido la fórmula que la alzó victoriosa el año pasado, una mezcla del partido y su propia figura. “Es, creo, la desconexión de la reforma judicial con las inquietudes populares. Sí hay un fracaso, pero es el no haber sabido contagiar entusiasmo”, añade.

“No es Sheinbaum, es la naturaleza de la elección”, afirma rotunda Viri Ríos, que ha analizado con mucho detalle el devenir de esta campaña. “Todas las elecciones judiciales son así, como dicen los académicos estadounidenses, el 80% quiere elegir a los jueces, el 80% no participa y el 80% no los conoce”. Para movilizar al electorado hay tres vías, sigue diciendo: las estructuras políticas, que normalmente son células que se van contagiando unas a otras porque todas requieren del mismo apoyo, “una lógica que aquí no ha existido”; el poder económico “también es muy importante, porque financia ilegalmente a los políticos de quienes espera conseguir algo, pero el Poder Judicial no tiene acceso a presupuestos, de modo que, si acaso, procederán a captarlos [a los jueces] una vez sepan quienes son”; y la tercera vía que menciona es la ciudadanía, que no se ha movilizado por las características complejas del proceso y por lo desconocidos que son los candidatos, sostiene Ríos.

Ahí entra en juego el fracaso también atribuible a la oposición. “No se dieron cuenta de que una vez que iban a fallar las dos primeras vías, ellos podrían haber movilizado a la ciudadanía, sin embargo, prefirieron quedarse en casa. Es un error histórico”, insiste la analista. “Se hubieran podido hacer con la Corte Suprema entera, pero cometieron el imperdonable error de no participar”. Nadie puede ignorar que cada partido tiene sus preferencias por unos u otros jueces, magistrados o ministros y la influencia política podría haberse notado. La oposición, sin embargo, no ha sacado rendimiento alguno a sus críticas, ni política ni judicialmente. “El dilema ético legítimo sobre si salir o no a votar ha desincentivado a la ciudadanía, desde luego”, dice Puente, pero no se puede atribuir al arrastre personal de Sheinbaum. “Lo que sí podemos afirmar es que la baja participación no ha sido un triunfo de la oposición. Su papel ha sido del todo irrelevante en este proceso”, añade el analista. “Han perdido capacidad de movilización para cualquier cosa, como se pudo comprobar con las manifestaciones que convocaron el domingo en la calle, cada vez tienen menos recursos para aceitar la maquinaria electoral”, asegura Puente.

Finalmente, el factor más relevante en este fracaso, si así debe entenderse la escasa participación del 13%, es la desconexión que la ciudadanía ha manifestado por este procedimiento, el embrollo que suponía y la desconfianza en que candidatos que no conocen vayan a cambiar los intolerables agujeros que presenta la justicia en México, coinciden todos. Esa es la clave de este asunto. Solo si los nuevos jueces y ministros consiguen dar señales de mayor eficacia en su tarea podría atisbarse un mayor interés y participación en futuras convocatorias. Pero justo ahí es donde más descreídos se muestran los analistas: un voto popular por sí solo no modifica los intereses creados ni las mafias que en buena medida tienen hoy por hoy subyugados a todos los poderes.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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