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La piel joven no aguanta más el sol y otros argumentos para que tu hijo adolescente entienda la importancia de echarse crema

Los jóvenes no suelen responder bien a las prohibiciones, pero sí a la coherencia, y la educación en salud cutánea empieza en casa: “Si queremos que usen protección solar, debemos usarla nosotros”

Proteger la piel en la adolescencia debe verse como una acción preventiva de salud a largo plazo.

Cuando los niños son pequeños, los padres suelen estar pendientes de echarles la crema protectora para evitar quemaduras del sol que puedan tener consecuencias en la piel en el presente y a largo plazo. Pero al llegar la adolescencia la cosa cambia, pues son ellos mismos quienes tienen que estar pendientes de protegerse la piel y muchos, por olvido o pereza, pueden pasar un día entero con amigos en la piscina o la playa y no ponerse crema más de una vez o, lo que es peor, ninguna.

“La piel adolescente es una piel joven y el riesgo de quemaduras solares agudas, es decir, la piel roja después de mucho sol, se ha relacionado con el riesgo de sufrir un melanoma en la edad adulta”, explica la dermatóloga Montserrat Fernández Guarino, creadora de Madriderma, clínica de dermatología asentada en Madrid, y profesora acreditada de Medicina del Hospital Ramón y Cajal.

Según la SkinCancer Foundation, el 80% del daño solar ocurre antes de los 18 años. Cada quemadura solar grave durante estos años duplica el riesgo de melanoma en la vida adulta. Este no es un dato para alarmar, sino para actuar. “El eritema solar, ese enrojecimiento que muchos minimizan, es una inflamación aguda producida por una respuesta inmunitaria frente a un daño en el ADN celular”, recuerda Andrea Valladares, médico estética. “Cuando la piel se quema, hay muerte celular y una alteración de los mecanismos naturales de defensa”, prosigue, “la piel no olvida y cada exposición sin protección deja una huella molecular”, incide Valladares. “Además, la exposición solar sin protección puede empeorar la inflamación y alterar el equilibrio lipídico de la piel, agravando el cuadro clínico”, agrega.

Proteger la piel en la adolescencia no debe verse como una rutina estética, sino como una acción preventiva de salud a largo plazo. Según Valladares, esto implica:

El papel de los adultos en cuanto al cuidado de la piel es de gran importancia. “Los adolescentes no responden bien a las prohibiciones, pero sí a la coherencia. Por lo tanto, si queremos que usen protección solar, debemos usarla nosotros”, explica Valladares. “Si hablamos de autocuidado, debe notarse en nuestros gestos. La educación en salud cutánea no empieza en la consulta, sino en casa”, agrega. “Desde mi punto de vista, lo más importante que hay que transmitirles es no quemarse de forma aguda”, sostiene la dermatóloga Fernández Guarino. “Podemos personalizar el protector solar en función del tipo de piel: si es grasa, buscamos protectores solares oil free, mate, de tacto seda o sin brillo, incluso los hay formulados especialmente para el acné”, agrega. Si es una piel sensible, hay protectores adaptados.

El daño solar acumulado en la infancia y la adolescencia es el principal factor de riesgo para el desarrollo de cáncer de piel en la edad adulta.

Y es que los adolescentes pueden tener acné, lo que repercute en dos aspectos. “Por un lado, hablamos de una piel más inflamada. Cuando hay granos, la piel está roja, si le da el sol, pueden quedar manchas marrones, lo que llamamos hiperpigmentación posinflamatoria, pudiendo resistir varias semanas requiriendo tratamiento”, empieza Fernández Guarino. Por otro lado, según explica, hay que tener en cuenta que son pieles que pueden estar usando productos para la grasa o la seborrea que suelen ser secantes, conteniendo a veces ácidos como el salicílico, el glicólico o retinol y derivados: “Con estos ácidos te puedes quemar más fácilmente con el sol. Los dermatólogos ajustamos estas rutinas en verano o bien las indicamos solo por la noche, pero no se deben aplicar por la mañana si vas a exponerte al sol”.

“La adolescencia es una etapa de transformación profunda donde cambia la mirada, el cuerpo, la identidad… Y la piel. Una creencia bastante extendida es que la piel joven aguanta más y eso es totalmente erróneo y, además, peligroso”, sostiene Valladares. Durante la pubertad, la piel se enfrenta a una tormenta hormonal: “Aumenta la producción de sebo, se modifica el microbioma cutáneo y aparecen condiciones como el acné o la sensibilidad reactiva, pero, más allá de estas manifestaciones visibles, la piel adolescente todavía está madurando en términos inmunológicos y estructurales, por lo que la hace especialmente susceptible a la agresión solar”. Valladares añade que la radiación ultravioleta (UVA y UVB) penetra con facilidad en una epidermis delgada y una barrera cutánea que aún no ha terminado de consolidarse: “El daño solar acumulado en la infancia y adolescencia es el principal factor de riesgo para el desarrollo de cáncer de piel en la edad adulta”.

“Además, tenemos el exceso de skincare en adolescentes, que estamos viendo cada vez más en consulta, derivado de la influencia de las redes sociales”, alerta Fernández Guarino. Para la dermatóloga, esto conlleva una variedad de reacciones cutáneas como dermatitis irritativa o brotes de acné cosmético, que, sumados a la piscina, la playa y el sol, pueden empeorar notablemente la piel del adolescente.

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