Mi hijo adolescente tiene que repetir curso: ¿cómo lo afrontamos?
Esta medida excepcional no implica que el alumno no esté capacitado, sino que necesita un apoyo y atención desde otras perspectivas más eficaces, ya que volver a estudiar el mismo curso no mejora el rendimiento y puede generar un fuerte impacto emocional

Los alumnos de Secundaria recibieron sus notas de final de curso hace apenas unos días. Un día lleno de nervios en el que los profesores califican a cada adolescente en la materia correspondiente y se hace una evaluación global del alumno con respecto a su madurez y consecución de objetivos.
Actualmente, la LOMLOE (Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación) rige el criterio sobre un tema espinoso y que genera no pocos dolores de cabeza para el alumno y su familia. ¿Qué pasa si mi hijo tiene que repetir 3º de la ESO, por ejemplo? La norma explica que la repetición de curso es una medida excepcional, que los estudiantes de Primaria solo pueden repetir curso una vez y los de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) dos veces.
Ahora mismo ya no existe la recuperación de septiembre como en las generaciones anteriores. Así que el resultado es que el alumno tiene que repetir curso. Muchos padres pueden preguntarse qué hacer, cómo actuar con él, si castigarlo por no haber superado el curso o tratar de hablar las cosas. Azucena Caballero, profesora de máster universitario de neuroeducación, formadora de pedagogos y psicopedagogos en Fundación Universitaria Martí l’Humáy y jefa de estudios de Montessori British, tiene claro que más que hablar de fallo del alumno, quizás pueda ser fallo del sistema: “Cuando un adolescente repite curso, no solo repite contenido, repite frustraciones, se le hace perder el tiempo y se rompe algo dentro de él”. “A esa edad, lo que necesita no es volver a pasar por lo mismo que ya no funcionó, no necesita repetir el temario con el mismo sistema. Lo que necesita es avanzar, sentirse capaz, volver a confiar, necesita que alguien le mire y le diga: ‘te veo, y sé que puedes, aunque ahora mismo no lo parezca”, sostiene.
“Repetir es quedarse atrás no solo en lo académico, sino en lo vital. Mientras sus compañeros —su tribu, la que según los antropólogos es clave para el desarrollo emocional en esta etapa— siguen adelante, él se queda. Y no solo se queda: se separa. Entra en un nuevo grupo ya formado, con la etiqueta de “repetidor”, con el estigma, la desconfianza y la tristeza que eso suele conllevar. ¿De verdad pensamos que eso ayuda?”, se pregunta Caballero.
Según el informe de Save the Children Repetir no es aprender (2021), hacer de nuevo el curso no mejora el rendimiento y puede generar un fuerte impacto emocional: baja la autoestima y multiplica el riesgo de abandono escolar. El 28,7 % del alumnado español de 15 años ha repetido al menos un curso, según los datos de este informe, una de las tasas más altas de Europa, y aun así nuestros resultados educativos no mejoran. Para Caballero, lo que sí tendría sentido es que el sistema ofreciera alternativas como un apoyo individualizado, acompañamiento emocional y metodologías adaptadas.

Caballero tiene claro que es importante que se valoren las competencias que no salen en los exámenes, “las que no siempre se pueden medir, pero que son esenciales para la vida, porque incluso en un curso difícil, un adolescente madura, aprende, crece. Aunque no lo diga una nota”, reflexiona.
Por suerte, informa Caballero, en España hay algunos centros que ya trabajan así, que permiten avanzar sin repetir, “ajustando el recorrido del alumno a sus necesidades reales; son pocos, pero existen”. “Es una pena que no se invierta más”, se lamenta.
Para Caballero, la educación sigue anclada en un modelo de evaluación que ya no tiene sentido en el mundo actual: “Uno que premia la memoria frente a la curiosidad, lo escrito frente a lo conversado, lo mecánico frente a lo significativo, así que creo que repetir no debería ser la respuesta, la respuesta debería ser ayudar a ese adolescente a seguir caminando, con lo que tiene, con lo que es, con lo que necesita”.
La importancia de hablar de qué ha pasado
Carmen Durán es psicoterapeuta experta en adolescencia y, para ella, en este tipo de situaciones es muy importante que “los padres tengan en cuenta que no es el fin del mundo, sino el inicio de una conversación que quizás estaba pendiente”. Según explica, hay progenitores que sienten que algo ha fallado y se activa el miedo, la culpa, la rabia: “Se preguntan qué han hecho mal, ¿qué va a ser de su futuro? ¿Y si se queda atrás? Todas esas reacciones son normales, pero repetir no es el problema, sino cómo lo percibes”. Para la experta, repetir un curso es un síntoma, una señal de que algo necesita atención, no solo académica, sino emocional, familiar, motivacional, social: “Ningún adolescente deja de rendir porque sí, hay un mensaje debajo como la desmotivación, autoimagen dañada, presión, miedo, vacío, desconexión o simplemente, agotamiento”.
“Lo primero que hay que hacer para abordar la situación es calma y presencia, no ponerse a buscar culpables, no convertirse en inspector, sino en acompañante”, prosigue Durán, “es importante preguntarse ¿qué está sintiendo mi hijo, más allá de las notas? ¿Cuándo fue la última vez que hablamos sin hablar del instituto?“. Y agrega: “No es momento de sermones, comparaciones ni amenazas, es momento de escucha real, de validar lo que siente, aunque no lo diga. De reforzar la idea de que su valor no se mide en boletines. Que hay vida más allá de este curso, y que crecer también incluye tropezar”. “Después, sí, habrá que revisar hábitos, apoyos, rutinas, pero desde la alianza, no desde la guerra”, incide.
La psicóloga recuerda que cuando un adolescente repite curso, a veces lo que más necesita es confianza, sentir que alguien cree en él, incluso cuando él no puede: “Repetir curso no define a tu hijo. Lo que hagáis juntos con esa experiencia, sí. Los hijos no son fracasos que corregir, son semillas que cuidar y siempre hay opciones y alternativas, solo hay que escucharlas”.
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