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Médicos europeos tras abandonar Gaza: “Los animales tienen más derechos en el Reino Unido que los palestinos en su tierra”

Tres doctores británicos y uno español detallan la grave situación en la Franja, donde los profesionales de la medicina trabajan con hambre, sin el material necesario y con el ruido incesante de los bombardeos de fondo

Un grupo de gazatíes carga el cuerpo de una persona que murió cuando buscaba ayuda humanitaria, este jueves en Gaza.
Luis Carlos Pinzón

Lo más desgarrador de salir de Gaza es la velocidad con la que se pueden ver dos mundos distintos. Del lado gazatí, donde empezaron su camino cuatro médicos que este jueves hablaron con EL PAÍS, los huesos no se curan y las heridas no sanan. Las infecciones abundan por doquier, mientras los cuerpos desnutridos de los palestinos sufren las consecuencias del férreo bloqueo impuesto por Israel, que permite una entrada muy limitada de comida al enclave. Los bombardeos continúan mientras el desánimo arrecia en una población diezmada por el hambre, donde tienen prohibido hasta meterse al mar y donde, como describe el cirujano británico Graeme Groom, las familias “duermen juntas para vivir o morir juntas”. Los doctores coinciden en que la palabra para describir las mil crisis que se viven en Gaza es el cansancio. Hay mucho cansancio.

Cuando los médicos entrevistados cruzaron al lado israelí, el mundo se transformó en uno con total normalidad. Allí, concuerdan, abundan las granjas y los invernaderos, los semáforos y los peatones. Todo al otro lado del “horrible laberinto de hormigón”, como cuenta James Smith, quien salió por el paso sur de Kerem Shalom. “Todo cambia apenas 30 segundos después de salir del complejo militar”, describe. Junto con sus colegas Groom y Ana Jeelani, integra una delegación de médicos británicos que, después de trabajar como voluntarios en la Franja, han visitado Madrid para denunciar la dramática situación gazatí.

Raúl Incertis, médico español, tuvo un shock similar al salir por el paso de Kissufim, según cuenta por videollamada con este periódico desde Valencia, después de pasar cuatro meses en el enclave sirviendo en la atención de los pacientes heridos. Mientras circulaba por una carretera junto a la valla, podía ver Gaza desde fuera. “A la derecha, todo Rafah destruido. A la izquierda, veía cultivos de olivos, de cítricos ordenaditos, perfectos. Es muy raro, porque sales del infierno y llegas a un lugar normal”, recuerda.

El doctor Raúl Incertis con el cirujano vascular Mahmoud Aldrini, en el quirófano del hospital Nasser el pasado domingo, en una imagen cedida por él.

“Es difícil llamarlos mundos diferentes porque estamos viviendo el mismo mundo, en esta única realidad distópica”, abunda Smith. “Me parece que los animales tienen más derechos en el Reino Unido que los palestinos en su propia tierra”, enfatiza.

La labor de los médicos

El hambre ha dejado una situación desoladora en Gaza, denuncian los entrevistados. Los profesionales operan hambrientos, sin los insumos apropiados y en medio de los bombardeos israelíes. “Uno de mis colegas cirujanos me contó que necesitaba un catéter intravenoso en el brazo mientras operaba, porque hacía dos días que no comía“, denuncia Jeelani.

Para Groom, uno de los casos más ilustrativos de la crisis es el del anestesista Nissa Abu Dhaka. “En las últimas dos semanas, le he preguntado, ¿tienes algo de comer? Él tiene seis hijos. Durante tres o cuatro días a la semana, no comen nada. Me dice que lamen sal por la noche y se llenan el estómago con agua para dormir sin sentir hambre”, relata el británico.

El hambre aqueja al personal sanitario tanto como al resto de la población. Los médicos estuvieron siempre rodeados por niños que mendigaban con sus platos vacíos. “En el momento en que me di cuenta de la hambruna, estábamos trabajando en una clínica para niños desnutridos en el hospital Nasser”, recuerda Groom, “cuando una joven pediatra me mostró la sala de pacientes donde estos pequeños restos de humanidad se aferraban a la vida”. En esa misma sala, 60 bebés recién nacidos habían muerto por la falta de alimentos en la Franja.

La delegación británica insiste en que es la primera vez que los médicos que entran a Gaza deben llevar su propia comida “porque no van a encontrar nada adentro”, denuncia Jeelani. “Siguen cayendo bombas del cielo. Y cuando los heridos van al médico, el propio médico no ha comido. Y somos cirujanos, debemos estar atentos, pero están todos agotados. Hay cansancio, y todo es provocado por el ser humano“, denuncia.

Médicos europeos tras abandonar Gaza

Todas las tareas de los médicos, la vida en general de los palestinos, se desenvuelve bajo el ensordecedor sonido de los drones. “Este es un dron que grabé en el hospital Nasser”, inicia Jeelani. Es un ruido tan intenso que no permite a nadie pensar durante el día ni descansar durante la noche. “Es una guerra psicológica. Así que imagina que todo esto ocurre al mismo tiempo. Está llegando un número masivo de víctimas. Tienes niños gritando. Adultos gritando, todos cubiertos de escombros y hollín”, cuenta mientras muestra el vídeo en su móvil.

“Quiero que se imaginen cómo es salir de Gaza. De repente el sonido desaparece. Vas a un restaurante, puedes pedir la comida que quieras, estás a salvo. Es como si estuvieras en una distopía”, insiste.

Ese dron puede ser silencioso, recalca Groom, porque “no es un dispositivo con hélice”. El ruido es opcional, es “simplemente para crear esa tortura psicológica”, insisten los médicos de la delegación británica.

La deshumanización de la GHF

En el mundo fuera de Gaza, específicamente en el paso fronterizo de Rafah, filas y filas de camiones llenos de comida y productos vitales para la población, esperan la oportunidad para entrar. La fruta podrida de tanto esperar ―en el enclave palestino hace mucho que no se consigue fruta fresca― se puede encontrar “tirada en el suelo”, denuncia Jeelani. En el mundo de adentro, “los repartos de comida son trampas mortales”, asegura Incertis. En el interior de Gaza, la distribución de alimentos está prácticamente centralizada en la controvertida Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, en sus siglas en inglés), creada por Estados Unidos e Israel, en cuyos puntos de distribución han muerto más de 1.330 personas mientras esperaban recibir ayuda.

“Desde que abrió la GHF, empezamos a recibir muchos heridos de bala. Bastantes de ellos, niños. Reportamos a la ONU que hay un patrón de intencionalidad, porque son disparos en la cabeza y en el tórax. Y hay veces que disparan a los genitales”, denuncia Incertis, quien confirma que las balas que extrajeron de los cuerpos de la gente eran del ejército israelí.

Las víctimas de las crisis que se suceden en la Franja llegan “todos los días, a veces de golpe”. “Entonces los tienes que atender en el suelo. Los familiares muy nerviosos, gritando y llorando. Es horrible. ¿Y luego? Hay que operar a estos pacientes. Pero falta fentanilo. Hay muy poca morfina. No había gasas ni compresas“, recuerda Incertis.

Conmovida, pero firme, Jeelani cuenta que mucha gente en Gaza repetía que si se supiera lo que está pasando, alguien detendría esta situación. “Fue muy triste cuando se dieron cuenta de que sabemos lo que está pasando y que nadie lo detiene. Recuerden que todos ellos tienen redes sociales. Allá, ellos ven tus publicaciones”.

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Sobre la firma

Luis Carlos Pinzón
Latinoamericano. Periodista de la sección Internacional. Es abogado (Universidad del Rosario, Bogotá), máster en Derecho Constitucional (CEPC, Madrid) y sumiller profesional (Gato Dumas, Bogotá). Trabajó en la Corte Constitucional y el Senado de la República de Colombia. En la actualidad, cursa el máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid). 
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