Ciudades inteligentes en contextos desiguales: “Hay que construir un puente entre las plataformas tecnológicas y sociales”
La segunda jornada del Día Mundial de las Ciudades pone el foco en las formas alternativas de recopilar datos sobre la ciudadanía para nutrir las políticas públicas


Las ciudades inteligentes están de moda. Desde hace décadas, las grandes urbes del mundo se preguntan por la mejor manera de incorporar los avances tecnológicos dentro de la planificación urbana para mejorar el transporte público, generar una gestión de residuos más eficiente o reducir la contaminación. En últimas, para incrementar la calidad de vida de las personas. Bogotá no es la excepción y, por el contrario, consolida la tendencia al acoger la cumbre del Día Mundial de las Ciudades de la ONU cuyo lema es “Ciudades inteligentes centradas en las personas”. Durante la segunda jornada del evento, que culmina este viernes en el Centro de Convenciones Ágora, el alcalde de la capital colombiana, Carlos Fernando Galán, ha señalado la ciudad atraviesa una transformación guiada, precisamente, por el principio de tener a las necesidades e intereses de los bogotanos en el centro de la planificación.
“Las ciudades inteligentes son inteligentes porque son capaces de aprender la manera en que las comunidades han construido su forma de vida”, ha asegurado a EL PAÍS el director del Centro de Estudios de Favelas de Brasil y panelista del evento, Jeroen Klink. “Son ciudades que son capaces de aprender de las necesidades de los ciudadanos para mejorar las políticas públicas”, ha asegurado. Klink argumenta que, si bien el llamado big data y las plataformas tecnológicas son importantes en ese proceso, “no son suficientes para construir mejores ciudades”. Para ello, enfatiza, “es necesario crear alianzas amplias entre los gobiernos locales y los movimientos sociales y ambientales. Necesitamos incorporar a las comunidades y sus sistemas alternativos de recolección de datos, que las herramientas tradicionales no tienen en cuenta”.
Eso adquiere particular relevancia en un contexto de profunda desigualdad social como el bogotano donde, por ejemplo, 8 de cada 10 personas en el área rural de la ciudad no tiene acceso a un computador y donde en la localidad de Sumapaz, completamente rural, solo el 20% de personas cuentan con acceso a internet, según datos oficiales. Ya lo advertía la misma alcaldía en el documento diagnóstico de la política pública de Bogotá Territorio Inteligente, que el gobierno de Galán incluyó en su plan de desarrollo como Bogotá Ciudad Inteligente. “Una ciudad inteligente no puede desarrollarse de forma amplia si la ciudadanía no accede de forma equitativa a los desarrollos y bondades de la tecnología, los datos y la innovación. El acceso poco igualitario a los recursos y ventajas que ésta proporciona, hacen que el territorio inteligente solamente sea una realidad para unos pocos privilegiados”, asegura el documento.
Por ello, mientras se expande el acceso a la tecnología, es necesario pensar en soluciones alternativas. Klink asegura que si bien en su instituto trabajan con mecanismos de recolección de datos tradicionales, también realizan “mapeos participativos y comunitarios” que han resultado, por ejemplo, en la elaboración de un plan municipal de gestión del riesgo para la ciudad de Diadema, en el estado de Sao Paulo. “Junto con la comunidad pudimos crear un plan en el que el número de personas que deben desalojar en caso de inundación es menor al número que se estipula en el plan oficial”.
La secretaria Distrital de Hábitat, Vanessa Velasco, asegura a EL PAÍS que en Bogotá buscan coordinar y convocar a los diferentes sectores y poblaciones para participar en el desarrollo de proyectos de todo tipo, “transporte, infraestructura, vivienda, medio ambiente, desarrollo económico e inclusión social”, mediante sistemas de monitoreo y análisis de datos e información. Da como ejemplo la estrategia de mejoramiento de barrios, con “analítica de bases de datos, recopilación de información geográfica mediante drones, cruce con análisis de datos de otras entidades para priorizar áreas vulnerables y así identificar áreas a intervenir”. Para mejorar la eficiencia de la asignación de subsidios para vivienda y de asignación del programa Mi Casa en Bogotá, la Secretaría ha creado un sistema de información que permite a las familias postularse y habilitarse como candidatas en tiempos más rápidos, y se ha articulado con la Superintendencia de Notaria y Registro para acelerar la verificación de datos. En esa misma línea, la entidad ha creado una ventanilla única para constructores con la que espera agilizar tiempos y reducir el 20% de los trámites que requieren para llevar a cabo proyectos de vivienda de interés social y prioritario.
Una de sus políticas estrella ha sido la creación del Índice de Revitalización Urbana, que funciona para “priorizar inversión”, asegura Velasco. “Identifica las inversiones que se han hecho en los barrios y después determina las que son necesarias para complementarlas. Queremos medir la mejora de la calidad de vida de los hogares por esas inversiones”. De la misma manera, han impulsado el sistema Chatico, un agente virtual de inteligencia artificial que funciona como un canal de atención ciudadana permanente para realizar trámites, consultar información sobre servicios y participar en procesos de gobierno.
Klink, sin embargo, es enfático en su argumento de involucrar los procesos más orgánicos de las comunidades en la dinámica de las ciudades inteligentes. Para él, lejos de ser objetos de estudio y monitoreo, los ciudadanos son “participantes activos que deben formar parte de la construcción y la transformación de las ciudades”. En ese sentido, es fundamental “acudir a la creatividad y al saber no codificado de las comunidades sobre sus propias dinámicas” e ir más allá de la dicotomía entre la generación de datos mediante plataformas tecnológicas y los procesos sociales: “Hay que construir un puente entre esos mundos”, asegura, “es la única manera de movilizar el potencial de las personas para construir mejores ciudades”, concluye.
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