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COLOMBIA
Tribuna
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Con Medellín en el radar

Innovación, convicción y por supuesto recursos, al servicio de una ciudad rodeada de montañas que hoy es ejemplo mundial, polo turístico y de desarrollo de Colombia

Vista de la ciudad de Medellín (Colombia).

Hace unos días tuve el privilegio de ser invitado a un encuentro internacional en Medellín, en que representantes de distintos países vinculados con la elaboración de proyectos urbanos abordaron mecanismos para darle “un propósito” a las iniciativas u obras que paulatinamente van transformando las ciudades.

No es casual que esta ciudad colombiana haya sido por unos días escenario de una cita internacional de esta naturaleza. Por medio de intervenciones urbanas en infraestructura, transporte, oferta de servicios, cultura y entretención, la también llamada ciudad de la eterna primavera pasó de ser una de las urbes más peligrosas del mundo en la década del 90, a convertirse en uno de los ejemplos más nombrados al momento de reflexionar sobre el impacto concreto de una buena y sostenida planificación urbana.

El milagro medellinense no lo generó solo la intervención de la ciudad, pero las decisiones urbanas que se tomaron fue la locomotora que tiró ese proceso. Recuperar el centro y de ahí avanzar hacia el exterior fue una de esas definiciones, junto con la priorización de barrios carenciados y generar una verdadera protección de los niños con una oferta deportiva y cultural tanto dentro como fuera del horario escolar, además del énfasis en una movilidad que acerque los beneficios de la ciudad. Todo ello, con una especial preocupación por la arquitectura, el diseño y el color -la belleza-, y en un dato sorprendente, destinando solo un 30% de los presupuestos a lo constructivo… el resto fue usado para fortalecer el trabajo comunitario y social, lo que hizo que los habitantes de los barrios intervenidos hicieran absolutamente suyo cada proyecto.

La preocupación por lo estético fue y sigue siendo un foco relevante en Medellín. “Lo más bello para los más humildes” es de hecho una frase que repetía su exalcalde Sergio Fajardo, promotor de una resuelta colaboración público-privada -si el privado puede hacerlo, que el privado lo haga, era otra de las premisas-, con mancomunión de esfuerzos y con un activo rol de distintas empresas del Estado en el mejoramiento de entornos. La receta terminó de cuajar con la activa participación de los propios habitantes de Medellín.

En un período de 16 años -lo que también habla de la mantención de objetivos a lo largo del tiempo, tema especialmente sensible cuando se planifica una ciudad-, se generaron programas de mejoramiento de barrios, con el apoyo financiero y técnico de Alemania, España y Suiza, que implicaron incluso la reubicación de viviendas emplazadas en zonas consideradas como “no recuperables”. También se crearon planes de ordenamiento territorial, proyectos urbanos integrales que significaron por ejemplo la renovación del Jardín Botánico y Parque Norte, la construcción de un nuevo museo de ciencia y tecnología -Parque Explora-, y la implementación de infraestructuras orientadas a la educación y la movilidad, como parques biblioteca, colegios públicos, parques lineales, canchas deportivas y teleféricos conectados al sistema de transporte masivo metropolitano “Metrocable”, uniendo de mejor manera a las personas que habitaban los distintos territorios.

La complejidad y cantidad de intervenciones en Medellín van desde una escala más pequeña con planes a nivel local para áreas reducidas de una comuna, a iniciativas de gran escala con infraestructuras que abarcaron amplias zonas metropolitanas. Para que todo fluyera, se creó una Empresa de Desarrollo Urbano a cargo de la ejecución de los proyectos.

Innovación, convicción y por supuesto recursos, al servicio de una ciudad rodeada de montañas que hoy es ejemplo mundial, polo turístico y de desarrollo de Colombia. Una “ciudad para los ciudadanos”, tal como decía el lema de otros de sus alcaldes, Daniel Quintero, en una demostración de que los gobiernos locales pasan, y las buenas decisiones urbanas quedan, perduran y sirven de ejemplo para mantener en el radar de las buenas prácticas de ciudad.

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