La incansable tarea de recurar nuestros barrios
No hay recuperación urbana sin participación ciudadana, sin voluntad política sostenida y sin una mirada estratégica de largo plazo.

En Santiago, hablar de espacios como el barrio Meiggs, la calle Bandera o los alrededores de Plaza Italia es referirse a lugares que, durante décadas, han tenido un fuerte valor simbólico, cultural y social. Sin embargo, también significa poner el foco en zonas que han sufrido un profundo deterioro urbano, con impactos negativos en la seguridad, la calidad de vida y la cohesión comunitaria.
Frente a este escenario, distintas iniciativas -impulsadas desde lo público, lo privado y las propias comunidades que residen o trabajan en esos entornos- hoy buscan activamente recuperar estos sectores, con la conciencia de que se requiere volver a impregnar dinamismo, seguridad e identidad a espacios paulatinamente degradados. Recuperar el espacio urbano no se trata solo de mejorar fachadas o aumentar la vigilancia, sino de habilitar barrios en los que se promueva la vida en comunidad, el acceso equitativo y un desarrollo económico sostenible.
En el barrio Meiggs, por ejemplo, ya se está avanzando en un plan de reordenamiento del comercio informal, junto con la recuperación de fachadas, fiscalización del espacio público y mejor iluminación, lo que debiera ir mejorando la percepción de seguridad y favoreciendo la recuperación del comercio formal. De hecho, recientemente se dio a conocer el proyecto de supermanzana en este barrio, una idea a que se enmarca en un plan maestro que precisamente busca un reordenamiento del espacio público y convertir este tradicional sector en el mayor centro comercial a cielo abierto del país.
Esa propuesta es fruto del trabajo entre la Asociación Gremial para el Desarrollo del Barrio Meiggs y la Dirección de Extensión y Servicios Externos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y cuenta con el plus de que se trata de un proyecto ya probado en otras latitudes. Barcelona, por ejemplo, es una de las ciudades más activas en su implementación. En la capital de Cataluña existen varias supermanzanas funcionales, y se anticipa la inauguración de otras tantas durante los próximos años.
En el entorno de Plaza Italia los esfuerzos por reconfigurar el espacio buscan equilibrar el legítimo uso ciudadano con una recuperación urbana sostenible, que incluye arborización, rediseño del mobiliario urbano y una mayor conectividad peatonal. En torno al eje Bandera, en tanto, se ha dado un interesante debate sobre si mantener -volviéndola a limpiar y hermosear- su condición peatonal, o recordar que esto fue una media transitoria por obras del Metro, por lo que debiera regresar a su uso por parte de vehículos a motor. Ojalá el peatón triunfe en esta disputa.
Estas recuperaciones urbanas son pasos importantes, que también deben lidiar con múltiples incivilidades que ocurren en estos espacios. Volvamos a Barcelona, específicamente a su barrio del Raval, marcado antes por la marginalidad, la prostitución y la criminalidad, convertido hoy en un sector revitalizado a partir de una fuerte inversión en equipamiento cultural, vivienda social y renovación urbana, sin perder la identidad del barrio ni desplazar a sus residentes originales.
En Estados Unidos, la ciudad de Detroit, tras décadas de abandono, logró reactivar su Distrito de Midtown mediante incentivos a pequeños emprendedores, recuperación de espacios industriales y fortalecimiento de las comunidades locales. Y qué decir de Medellín, en Colombia, donde la Comuna 13 pasó de ser uno de los sectores más violentos del continente a un ejemplo global de integración urbana gracias a intervenciones innovadoras como escaleras mecánicas al aire libre, centros culturales, murales comunitarios y una decidida política de inclusión social.
El punto en común en todos estos casos es claro: no hay recuperación urbana sin participación ciudadana, sin voluntad política sostenida y sin una mirada estratégica de largo plazo.
En Santiago, aún estamos a tiempo. La revitalización de nuestros espacios públicos no debe entenderse como una meta aislada, sino como parte de un proyecto colectivo de ciudad. El desafío es grande, pero posible: construir ambientes urbanos que no solo se vean mejor, sino que sean puntos de encuentro donde las personas habiten y disfruten sus barrios. Porque cuando una ciudad cuida sus espacios públicos, también protege su tejido social, su memoria y su futuro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.