Alemania y sus vecinos exigen más expulsiones para atajar la inmigración irregular
“No lo hemos logrado”, dice el canciller Merz 10 años después de que Angela Merkel permitiese la entrada de un millón de refugiados


Es la hora de los duros en Europa. Los partidos conservadores y de centroderecha, que gobiernan en los principales países europeos, sienten el aliento de una extrema derecha que abandera las demandas de deportación y cierre de fronteras. Y responden endureciendo la retórica y las medidas. Es lo que hicieron Alemania y la mayoría de sus países fronterizos al lanzar este viernes un llamamiento a acelerar las expulsiones para atajar la inmigración irregular.
“Compartimos la convicción de que Europa debe actuar con decisión y unidad para reducir de modo efectivo la inmigración ilegal”, se lee en la declaración firmada, tras una reunión en Baviera, por el ministro del Interior alemán y anfitrión, el socialcristiano bávaro Alexander Dobrindt, y sus homólogos francés, austriaco, checo, polaco y danés. Asistió también Magnus Brunner, comisario para Asuntos Internos y de Migración de la Unión Europea (UE). “Queremos restaurar la confianza”, añaden, “y garantizar que quienes no tienen ningún derecho a quedarse se marchen de la UE rápidamente, que prevalezcan los procedimientos ordenados, y que las entradas ilegales se reduzcan de manera consistente”.
La reunión de ministros del Interior se celebró en el Zugspitze, la cumbre de la montaña más alta de Alemania, y coincidió con la deportación desde este país a Afganistán de 81 afganos con delitos y crímenes graves. También con el estreno del nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, en la tradicional rueda de prensa veraniega en Berlín. El democristiano Merz, que gobierna en coalición con los socialdemócratas, quiere romper con una política de inmigración que considera fallida y que se identifica con las medidas de acogida que defendió la canciller Angela Merkel, también democristiana.
Un periodista le preguntó a Merz por la declaración de Merkel, hace 10 años en la misma conferencia de prensa veraniega. La entonces canciller, en plena crisis migratoria, pronunció su famosa frase: “¡Lo lograremos!”. Al permitir la entrada a Alemania de en torno a un millón de refugiados, Alemania mostró al mundo la imagen de un país acogedor y solidario.
El actual canciller respondió el viernes: “La señora Merkel lo dijo en un contexto determinado. Diez años después, hoy, sabemos que, en el ámbito al que se refería, es evidente que no lo hemos logrado”.
Mucho ha cambiado desde 2015. Los ejemplos de éxito en la integración son innumerables, pero también los casos fallidos. Hoy existe un diagnóstico bastante compartido que vincula el “lo lograremos” de Merkel con el ascenso posterior de Alternativa por Alemania (AfD), el partido de extrema derecha que, desde las elecciones de febrero, es la segunda fuerza con más votos y escaños.
En esta década, Europa se ha deslizado a la derecha y partidos de la órbita de AfD han consolidado posiciones y amenazan a los conservadores y a la derecha moderada. Estos creen que la sensación de que la inmigración está fuera de control hace mella en una parte de la ciudadanía europea y es combustible para la extrema derecha. Si los moderados no dan respuesta a esta inquietud, lo harán los radicales con políticas antidemocráticas, según este razonamiento.
“Condenamos con rotundidad la instrumentalización de la inmigración y el uso de los migrantes como arma política”, declararon los ministros del Interior, mayoritariamente de centroderecha o conservadores. En la declaración, sostienen que “en los últimos 10 años un gran número de inmigrantes ha entrado en Europa ilegalmente y ha creado una presión considerable sobre [los] sistemas de asilo, de recepción y de integración”. También señalan, en alusión a los atentados y crímenes perpetrados por extranjeros sin papeles, que esta inmigración ha provocado “desafíos a la seguridad interior”. Concluyen que esta situación “ha contribuido a la polarización en [las] sociedades”.
Controles fronterizos
Buena parte de los ministros reunidos en el Zugspitze tiene en común una vecindad conflictiva, debido a la inmigración. Es el caso de Alemania y Polonia. A principios de mayo, tras la investidura de Merz como canciller, Alemania reforzó los controles en la frontera y anunció la aceleración de las devoluciones de demandantes de asilo. La semana pasada, el primer ministro polaco, Donald Tusk, un europeísta de centroderecha como Merz, replicó poniendo también controles al otro lado de la frontera. El resultado es que Schengen, el sistema de libre circulación dentro de la UE, está en crisis. Y no está claro que todas estas medidas y contramedidas sirvan para contener a la extrema derecha, ni hasta qué punto servirán tampoco para reducir la inmigración irregular.
Entre otras iniciativas acordadas en Baviera, los ministros proponen establecer centros de retorno en países fuera de la UE, adonde se enviara a los expulsados antes de volver a sus países de origen. “Los retornos a Afganistán y Siria deben ser posibles”, afirman. Los países que no cooperen al readmitir sus emigrantes podrán verse castigados en la política de visados, el comercio o la ayuda al desarrollo.
En la rueda de prensa en Berlín, Merz dijo que su propósito era “corregir” las políticas de inmigración que impulsó Merkel, y que en esto sus socios socialdemócratas están de acuerdo. Él pone a menudo como ejemplo del Gobierno socialdemócrata en Dinamarca. En una década, desde el “lo lograremos”, el consenso europeo sobre la inmigración ha cambiado.
“Yo fui uno de los primeros en la Unión [la alianza de partidos CDU/CSU] que dijo que Alemania es un país de inmigración”, dijo Merz. “Pero debemos controlarla mejor y ocuparnos de que los que vienen estén bien integrados, algo que visiblemente no hemos logrado suficientemente”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
