El populista Farage promete recuperar ayudas sociales para conquistar a “la clase trabajadora” del Reino Unido
La popularidad del político que protagonizó la campaña del Brexit amenaza a laboristas y conservadores


Nigel Farage no tiene reparo en admitir que es una rareza histórica. Cuando le preguntan si se ve a sí mismo como el próximo primer ministro del Reino Unido, cada vez responde con más aplomo: “La historia sugeriría que la respuesta a esa pregunta es no. Pero las circunstancias sugieren que es sí. Algo extraordinario está sucediendo. Se trata del hundimiento de la confianza en los dos principales partidos, que cada vez están más fusionados”, decía este martes el líder de la derecha populista británica y el político que más ha alterado la historia del Reino Unido en las últimas décadas junto al ex primer ministro conservador Boris Johnson. En un claro intento de atraerse al colectivo de los trabajadores, Farage ha comparecido para prometer que, si gobierna, recuperará ayudas sociales afectadas por los recortes como subvenciones energéticas, ayudas a los discapacitados o beneficios por hijos.
El triunfo del partido de Farage, Reform UK, en las pasadas elecciones locales del 1 de mayo, celebradas en parte de Inglaterra, fue absoluto. Arrebató centenares de concejales al Partido Conservador en zonas donde el voto tradicional iba a esa formación, pero también dio un buen golpe al Partido Laborista en regiones históricas de voto obrero.
Farage vuelve a cabalgar en una ola, y este martes ha convocado a sus cinco diputados y a muchos de sus nuevos concejales en el Parlamento de Westminster para proclamar un nuevo manifiesto y presentarse ante la opinión pública como el partido de las clases trabajadoras y el mundo empresarial. “No existe en absoluto una contradicción cuando afirmamos que somos el partido de los trabajadores y de los empresarios. Ninguno de estos grupos puede existir y triunfar sin la existencia del otro”, ha afirmado ante los suyos.
Patria y familia
Si algo ha demostrado en los últimos años Farage es su capacidad camaleónica para adaptarse a las circunstancias cambiantes, sin abandonar las banderas que le han dado su popularidad. Cuando el consenso es absoluto en torno a las consecuencias negativas que el Brexit ha acarreado en el Reino Unido, él es capaz de seguir sosteniendo que los culpables son todos los demás -tanto conservadores como laboristas-, por no haber negociado con inteligencia con la UE. Y si el actual Gobierno de Keir Starmer endurece hasta límites insoportables su política migratoria, acercándose peligrosamente al discurso populista de Reform UK, nunca será suficiente para su líder Farage, que va tan lejos como para tachar de poco patriota al primer ministro: “No existe un gran debate sobre el peligro que supone para nuestra seguridad nacional el canal de la Mancha [en referencia a los inmigrantes irregulares que llegan a las costas inglesas por esa vía]”, denunciaba este martes en su discurso. “El liderazgo de Stamer es deprimente, poco inspirador, desconectado de la vida real y, en mi opinión, nada patriota”.
Consciente de que gran parte de su éxito en las pasadas elecciones locales ha derivado de la irritación de muchos votantes con los recortes sociales de Stamer -en las subvenciones energéticas a los pensionistas, ayudas a los discapacitados o beneficios por hijos-, Farage ha prometido recuperar todas esas ayudas. Toda una pirueta cínica por parte de un político que siempre ha cargado contra el Estado del bienestar, pero que ahora se presenta como defensor de la familia tradicional: “Sigo sin apoyar una cultura de subvenciones, pero creo que de este modo es algo más fácil tener hijos para los trabajadores con bajo salario”, ha explicado. “Es algo dirigido a las familias británicas, no a aquellos que vienen a este país y deciden tener un montón de hijos”, ha rematado, con esa dosis perfecta de demagogia y cinismo capaz de combinar el racismo y la defensa de los valores tradicionales.
Ataques conservadores y laboristas
Solo políticos como Farage o Johnson tienen licencia para lanzar proposiciones estrambóticas y que los medios de comunicación las acojan con pretendida seriedad. La última ocurrencia del político populista ha sido desafiar a Starmer a un debate cara a cara en algún club de clase trabajadora, para que quede claro quién cuenta con el calor del pueblo. “El primer ministro no tiene conexión con la clase trabajadora. No entiende en qué consiste levantarse a la cinco de la mañana y realizar tareas físicas”, remataba.
Downing Street no se ha dignado a contestar, pero el Partido Laborista y el Gobierno laborista, que sabían de antemano la carga del discurso preparado por Farage para este martes, han desplegado una estrategia de duras respuestas contra el político. “Nigel Farage es un corredor de Bolsa educado en colegios privados y político de carrera, al que solo le preocupan sus propios intereses y su ambición personal, nunca lo que pueda ser bueno para la clase trabajadora o para este país”, decía a primera hora la presidenta de los laboristas, Ellie Reeves.
“En vez de echar mano de estas propuestas facilonas y populares, con las que Farage va moviéndose de la derecha a la izquierda, pasando por el centro, sin pensar cómo las puede poner en marcha o financiar, nosotros nos centramos en unas políticas duras, serias y de personas adultas”, ha defendido el portavoz de Economía del Partido Conservador, Mel Stride.
El problema, tanto para conservadores como laboristas, es que los votantes, como ya ha ocurrido con políticos como Donald Trump en Estados Unidos o Boris Johnson en el Reino Unido, saben perfectamente de dónde vienen estos personajes, cuáles son sus vicios, sus pecados y sus dosis de cinismo. Y cada vez los apoyan más. Según la encuesta continua de YouGov, actualizada el pasado 19 de mayo, un 29% de los británicos votarían hoy por Reform UK y Farage. Un 22% lo haría por el Partido Laborista y un 16%, por los conservadores.
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