Ir al contenido
_
_
_
_
ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Reino Unido: la principal confrontación será entre demócratas y la extrema derecha de Farage

Un año largo después de su extraordinaria victoria electoral, el Gobierno de Keir Starmer se tambalea

Keir Starmer
Joaquín Estefanía

La izquierda se enfrenta tradicionalmente a cuatro enemigos formidables: los intereses de los ricos, las élites políticas, los principales medios de comunicación, y, sobre todo, la izquierda misma. Lo escribe el ensayista Owen Jones, el apreciado autor de un best seller de las ciencias sociales contemporáneas: Chavs, la demonización de la clase obrera (publicado en España en Capitán Swing), a cuenta de lo que está sucediendo ahora mismo en Gran Bretaña.

Aquello tiene algunas analogías con lo sucedido en España a partir del año 2014 (nacimiento de Podemos), aunque todavía se perciben notables diferencias. En el Reino Unido ha aparecido un nuevo partido todavía sin nombre (Your Party) a la izquierda de los laboristas, que emergió con 750.000 firmas de aval. Sus principales figuras eran el eterno Jeremy Corbyn, exlíder del laborismo, y Zarah Sultana, exdiputada de la misma formación política. Este embrión, junto a un renacido Los Verdes, de naturaleza ecosocialista, ha encontrado acomodo porque Keir Starmer, el primer ministro laborista después de 14 años de gobiernos conservadores, está practicando todo lo que la derecha de su partido deseaba: atacar a la Seguridad Social y a los inmigrantes, y negarse a subir los impuestos a los más acomodados.

Poco dura la alegría en casa del pobre. Nada más presentar en sociedad al nuevo partido han comenzado las bofetadas entre los dos principales líderes y sus inmediatos seguidores para ver quién manda más. Cuotas de poder. ¿A alguien que conozca mínimamente la historia de la izquierda de la izquierda le es ajena esta dinámica? Ante el temor de que la ilusión generada implosione antes de nacer, los amigos han advertido de lo que supondría el fracaso. Artículos de Yanis Varoufakis y el cineasta Ken Loach (el Partido Laborista de Starmer se precipita de cabeza a un vacío moral tras otro, recortando las prestaciones por discapacidad, apaciguando a los racistas, revocando derechos civiles o confabulando con Israel en el genocidio de Gaza); Owen Jones (el bote salvavidas está siendo hundido por fuego amigo; hay demasiado en juego para permitirse un fracaso), o el periodista Chris MacLaughlin, que pone el acento en el centro de gravedad: con sus políticas, más allá de la retórica, Starmer está allanando el camino a Nigel Farage, el líder de la extrema derecha.

En este contexto se acaba de celebrar en Liverpool el congreso anual del Partido Laborista. Además, ha emergido, espectral, la figura del turbio Tony Blair, para tener un papel en el futuro de Gaza, avalado por Trump y Netanyahu. Blair fue el último laborista que generó una borrachera de entusiasmo en las filas socialistas británicas, aunque todos recuerdan que cuando a Margaret Thatcher le preguntaron cuál era su principal legado, respondió rotunda: “¡Tony Blair!”.

Del desarrollo del congreso laborista y del discurso principal de Starmer es de los que se desprende la dinámica de la política británica en los próximos años: desaparecido del combate el Partido Conservador, la principal confrontación será entre los demócratas (izquierda y derecha) y la extrema derecha de Reform UK, el partido de Farage, que aparece ahora el primero, a mucha distancia del segundo en todos los sondeos.

El próximo año hay elecciones autonómicas y locales en las que la mayoría de los escaños en juego se disputarán en los tradicionales bastiones laboristas. En muchos de ellos existe la convicción de que la dirección del partido, exenta de todo glamur, ha abandonado a su suerte a las clases medias (la antigua clase trabajadora), también sus valores y las políticas que defienden sus intereses. Ejemplos son los recortes parciales a las ayudas a los vulnerables para el pago de la factura del gas y la electricidad (lo que provocó una rebelión parlamentaria de su partido contra Starmer), la obsesión por responder con más mano dura a la inmigración, la obsecuencia con Trump, y, sobre todo, una economía que no acaba de arrancar y en la que los precios continúan subiendo.

Los volantes laboristas de hace un año, cuando dieron la abrumadora mayoría a Starmer, pensaban que aquellas formas de austeridad eran cosa ya del pasado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_