Meghan O’Gieblyn, ensayista: “No creo que Trump crea realmente en Dios”
Tras abandonar la fe y recurrir a la tecnología en busca de claves existenciales, la escritora estadounidense cree que las respuestas, para el ser humano, son espirituales


A Meghan O’Gieblyn no le incomoda admitir que tiene más preguntas que respuestas. Eso no quiere decir que esta licenciada en Literatura Inglesa no haya buscado desesperadamente estas últimas a lo largo de su vida. Criada en una familia profundamente cristiana y evangélica del Medio Oeste de EE UU, O’Gieblyn (Boston, 1982) encontró durante mucho tiempo certezas en la fe. Hasta que comenzó a cuestionar algunas convicciones y todo empezó a desmoronarse. Quedó huérfana, lidiando con inquietudes existenciales que a menudo se sentían abrumadoras. Entonces recurrió al transhumanismo, el movimiento filosófico y social que aboga por el uso de la tecnología para potenciar nuestra capacidad. Se sumergió en sus teorías… Hasta que, una vez más, sintió que no eran suficientes.
Dios, humano, animal, máquina: tecnología, metáfora y la búsqueda de sentido (Erasmus, 2025) es un reflejo de esa infructuosa búsqueda de respuestas, de lo teológico a lo tecnológico. Admite que escribir sobre todo ello la deja aún más “confundida”, pero ha encontrado paz en el no saber. “Valoro la humildad en todas sus formas, especialmente la humildad epistémica, respecto a lo que podemos saber y lo que no. Estoy intentando vivir más en un estado de incertidumbre”.
Nos encontramos en su hotel la mañana del 4 de julio. Como muchos otros turistas, la ensayista está en Nueva York para el fin de semana festivo, en su caso para una boda. A diferencia de la mayoría de los visitantes, vestidos con atuendos alusivos a EE UU para celebrar el 249º Día de la Independencia del país, O’Gieblyn va de negro. Una elección sobria para un momento sobrio en la historia de la nación. Naturalmente, nuestra conversación deriva orgánicamente hacia la presidencia de Trump.
Pregunta. ¿Qué le hizo perder la fe?
Respuesta. En parte fue el problema del mal; si existe un Dios benevolente y todopoderoso, ¿por qué existe el mal? Sentí que los cimientos de todo lo que creía estaban en ruinas. Y no se trataba solo de que no hubiera un Dios. También de la historia y del tiempo. En la tradición cristiana, existe la idea de que la historia sigue un arco narrativo que se inclina hacia la redención. Y tras perder la fe, tuve la sensación de que estamos dando vueltas en círculos, o de que el tiempo no va hacia ningún lado. Estuve a la deriva mucho tiempo. Caí en una adicción durante años.
P. ¿Era consciente entonces de que su giro hacia el transhumanismo era cambiar un mecanismo de afrontamiento por otro?
R. No me di cuenta entonces. Empecé a leer a pensadores como Ray Kurzweil y Nick Bostrom, que escribían sobre la idea de que la tecnología iba a ayudar a la humanidad a trascender todas nuestras fallas y evolucionar hacia una nueva forma de existencia poshumana. Ahora puedo ver que tenía muchas similitudes con la narrativa cristiana de la redención. Desde entonces, me he vuelto escéptica con la idea de buscar en la ciencia y en la tecnología una forma de satisfacer deseos espirituales.
P. ¿Por qué?
R. Son dos epistemologías distintas. La manera en que nos acercamos a ambas es totalmente diferente de los anhelos que tenemos a nivel espiritual. Pero confundimos ambas cosas; mucha gente hoy en día simplemente no tiene una vía espiritual.
P. Se suponía que la tecnología del siglo XXI resolvería nuestros problemas, pero ha creado otros que no parecemos superar.
R. Suena grandilocuente, pero creo que las respuestas acerca de la naturaleza humana son espirituales. Puedes interpretarlo de forma amplia; no quiero decir necesariamente la religión. Max Weber tiene un ensayo donde dice que si quieres trascendencia y vida eterna, no la busques en un laboratorio. Así pienso hoy, y lo digo como alguien que entiende tanto la seducción como las trampas de esas teorías. Nuestro deseo de trascendencia ha sido malinterpretado como algo que va a ocurrir a nivel material, a través de la tecnología.
P. Sin embargo, estamos en un punto en el que parece que la tecnología se ha apoderado de nuestras vidas.
R. Es como si ya no estuviera en nuestras manos. Estamos entregando nuestra agencia y nuestro pensamiento a sistemas que no tienen conciencia. Los sistemas de IA son inteligentes, pero no tienen sensibilidad, y eso me asusta. Hay muchas cosas básicas que pueden salir mal con la IA, es algo que no evolucionó con nosotros. No tiene las mismas intuiciones morales, ni la misma socialización, a pesar de todo su entrenamiento.
P. ¿Estamos perdiendo la capacidad de distinguir entre lo humano y la máquina?
R. Esas líneas se están volviendo realmente borrosas. Y son más importantes que nunca. Nos permitirán hablar de algo que es humano, que no es solo computacional, que aún no entendemos del todo, y eso es la conciencia. Estas máquinas son buenas para muchas cosas, pero les falta lo que nos parece que es lo más esencial de nosotros como humanos.
P. ¿Pueden los seres humanos y las nuevas tecnologías coexistir?
R. No tenemos por qué. Cuantos más se resistan y rechacen tecnologías que consideren perjudiciales, mejor estaremos. La tecnología no va a desaparecer, pero todavía tenemos cierta capacidad para decidir cómo queremos que sea nuestra vida.
P. ¿Será suficiente esa resistencia, incluso cuando, por ejemplo, EE UU tiene un presidente cercano a las grandes tecnológicas?
R. Es como si estuviéramos enfrentándonos a una cantidad imposible de dinero y poder, como si estos sistemas se estuvieran utilizando en nuestra contra. Están presentes en el sistema judicial, el financiero, en educación, inmigración. Y para las personas creativas, estas tecnologías se construyen sobre el trabajo que producimos, sin compensación. Me consuela el hecho de que hemos logrado resistir a otras tecnologías destructivas antes, como las bombas nucleares.
P. ¿Es la tecnología, tal como se emplea hoy en países como EE UU, un sistema de opresión?
R. Absolutamente. El hecho de que perpetúe la injusticia sistémica, especialmente en el sistema judicial y migratorio, y que la Administración de Trump la utilice como propaganda. Se está convirtiendo en una herramienta del fascismo en muchos sentidos.
P. ¿Es la Administración de Trump una tecnocracia?
R. Un amigo dice que estamos deslizándonos hacia el tecnofascismo, me parece un término más preciso. Yo era lo suficientemente joven, durante las filtraciones de [Edward] Snowden, cuando la gente se indignó porque el Gobierno y las empresas tecnológicas estaban recopilando todo tipo de datos de los ciudadanos estadounidenses. Ahora, simplemente regalamos nuestros datos. Ya superamos ese pánico, pero es hora de volver a preocuparnos, y mucho.
P. Volviendo a la religión, se ha cumplido un año desde el primer intento de asesinato contra Trump. Muchos lo interpretaron como un acto divino, él también lo presentó así. ¿Trump se ve a sí mismo como un dios?
R. No creo que Trump crea realmente en Dios; simplemente descubrió cómo ganarse a los votantes cristianos. En el evangelicalismo, muchas historias del Antiguo Testamento se usan para justificar su ascenso. Como la del rey malvado Nabucodonosor: muchos cristianos creen que Dios usará a Trump para cumplir su voluntad. Aunque no estén de acuerdo con su moral, creen que ha sido designado divinamente.
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