Imposible descansar (ni) en vacaciones
El descanso se convierte en otro trabajo, otra tarea pendiente que hay que hacer lo mejor posible, y eso lo convierte en un objetivo inalcanzable


Todas mis amigas, familiares, colegas de curro y conocidos comparten conmigo un idéntico anhelo para estos santos días: descansar. Todos llegamos a los días libres con una necesidad radical de descanso pero cuando termina el paréntesis vacacional, a menudo ansiamos tiempo para descansar del cansancio de las vacaciones. Vivir se ha convertido para una inmensa mayoría en un ejercicio agotador. El hecho de que esta semana quiera escribir sobre el descanso es, en realidad, una forma de exigir descanso también para mí dentro de esta columna. Dejar de pensar qué está pasando en el mundo y sobre qué podría formular una opinión más o menos interesante o adecuada. Pensar el mundo es también reposar sobre él, mirarlo despacio, quedarte sin palabras, no decir nada. Y aquí estoy, en silencio, relajada y con una pregunta sobre la que reflexionar juntos: ¿por qué hay tanta gente tan profundamente cansada?
Creo que es la presión que metemos a cada uno de nuestros actos lo que nos cansa tanto. Hay un nivel de exigencia en el ambiente mental de nuestro tiempo que es imposible mantener. La variedad de tareas que afrontamos es cada vez mayor y todas tienen la misma importancia. Es igual de importante llevar al niño al cole (y hacerlo bien, con amor, con alegría, con educación positiva), planificar las vacaciones (reservar pronto y barato, encontrar los restaurantes mejor valorados, comprar entradas, hacer buenas fotos), bordar la reunión con tu jefa o el examen o el entreno, reflexionar sobre tu salud sexual o cerrar una cita de Bumble. Y esa exigencia mental resulta extenuante, insoportable diría. Es como si hubiéramos perdido la jerarquía de los actos y de los objetivos y, ya de paso, aquello que antes se llamaban prioridades vitales. Ahora la prioridad existencial es todo. Así que no cansa la vida sino la forma de vivirla.
Y este nivel de exigencia se convierte a veces en una losa sobre nuestra cabeza, toneladas de obligación que nos cubren como una masa de paralizante cemento. Todo se vuelve laborioso y esforzado y perdemos, en el peor de los casos, esa feliz despreocupación que es imprescindible para afrontar la vida con cierta levedad y alegría. Pero ¿cómo se asoma una a la levedad con el peso del cemento con que se ha cubierto la vida? Si vas a comer, antes tienes que preparar la comida. Si vas a preparar la comida, antes tienes que comprarla. Si vas a comprar, antes tiene que haber ganado dinero. Si ya tienes el dinero, entonces habrás de tener una profesión para haber conseguido ese dinero. Cada acto humano se divide en infinitos mundos inacabados e inagotables, y nosotros, que lo sabemos, nos extenuamos solo de pensar en el esfuerzo radical con que queremos emprender cada una de las tareas que, por supuesto, consideramos trascendentales una por una y cada una en sí misma, tanto o más que su objetivo.
¿Y cuál es el objetivo de las vacaciones? Descansar, ya lo hemos dicho. Pero, paradójicamente, en cuanto planteamos el descanso como un objetivo sucede que lo hemos convertido en un trabajo más y, sin darnos cuenta, lo hemos transformado en otra meta inalcanzable. Así las cosas, solo queda desear que vuelva a ser lunes. Tal vez entonces, si tomamos la rutina con la levedad que merece, consigamos por fin unas merecidas vacaciones… de nosotros mismos.
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