Abel Ramos perdió la vida intentando salvar a su pueblo del fuego
El hombre, un voluntario de 35 años, se vio envuelto por las llamas en una zona boscosa de Quintana y Congosto (León)


En la esquela de Abel Ramos Falagán destaca su relativa juventud, 35 años, en una tierra donde eso no abunda. Quintana y Congosto (León, 215 habitantes) ha perdido a un vecino nacido allí, aunque instalado en la cercana La Bañeza. Las raíces le tiraban fuerte y lo llevaban a ofrecer cualquier ayuda desde su empresa de construcción. Solía prestar su maquinaria para apaños durante los festejos patronales, pero esta vez aportó las desbrozadoras para tratar de proteger al pueblo de las llamas del incendio de Molezuelas de la Carballeda, originado en Zamora y extendido sin control hasta León. Ramos se ofreció al puesto de mando, lo enviaron a una zona boscosa y allí murió envuelto por las llamas, convirtiéndose en la primera víctima mortal de la oleada de incendios de entre León y Zamora.
Su pueblo sigue desalojado, entre el humo que siguen escupiendo algunas casas alcanzadas por el frente y las arboledas de alrededor. La presencia de ladrillos y bloques de piedra en las aceras y calzadas revelan que allí ha habido una especie de explosión en esta guerra de fuego. Por allí caminan con la cabeza gacha varios amigos de Abel, que prefieren no dar su nombre, mientras recuerdan a su colega: era vicepresidente de un club motero en La Bañeza, impulsor de un rally por los alrededores y, ante todo, “muy implicado”. Tanto, que en cuanto asomó el humo, agarró dos de sus máquinas, alquiló otra y se plantó en Congosto, uno de los dos núcleos del municipio.
Se presentó como voluntario a las órdenes del puesto de mando. Le encomendaron la misión de levantar y limpiar el terreno en una carretera cercana. Allí lo vio uno de sus amigos sobre las cinco o cinco y media de la tarde. “Le llevé agua y estaban intentando hacer un contrafuego para que el frente no avanzara”, recuerda el muchacho. A las siete de la tarde cambió el viento y según el consejero de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, Juan Carlos Suárez-Quiñones, lo envolvieron “dos lenguas de fuego”. Murió pocas horas después.

Los vecinos critican que, como en tantos rincones carbonizados de la comunidad, no había bastantes efectivos autonómicos, competentes en gestión forestal. Los que había, además, enviaron a ese lugar de riesgo a Ramos, quien acudió con otro amigo, Jaime, herido con quemaduras muy graves. “Abel era quinto mío…”, se despide su amigo, calle abajo.
La desgracia ha ocasionado algunos daños humanos y múltiples materiales. Lo sufren especialmente en el contiguo Quintana, donde el fuego se abalanzó sobre las casas. Los efectos se sienten al pasear por la zona: hay varias casas donde solo resisten a duras penas las fachadas. Los canalones del tejado se comban como serpientes, el suelo se ha llenado de cristales de las ventanas reventadas. Uno de los árboles resistentes da sombra a dos bancos oxidados. Allí se sientan dos ancianos y una mujer que prefieren no identificarse, pues bastante ocupados están intentando contener el llanto.
-“No quiero contar mi vida, solo con pensar lo que nos ha pasado ya nos vale”.
Les ha pasado casi lo peor, intentan consolarse esta mujer menuda, de pelo corto y canoso, camisa azul larga y ojos tristes. Al lado, su marido, de boina y piel curtida por años de agricultura. A través del umbral de una casa, se ve a un vecino refrescar con una sulfatadora el esqueleto de lo que fue su vivienda Intenta evitar que el fuego se reproduzca. Desde fuera se ve un somier arrugado. Por delante de la casa, pasa otro señor, que amontona con un cepillo los incontables ladrillos rotos.

-“No queda nada, se han perdido la tele, la calefacción, las camas, los cristos y las vírgenes. Está media casa quemada!”.
La otra media, por fortuna para sus tres perros de caza que se refugiaron en retaguardia, se mantiene casi intacta. Un coche y un remolque siguen en buen estado. La anciana empieza a hacerse preguntas que quizá nunca sean respondidas. “¿De dónde salió el fuego? ¿Cómo llegó aquí? Es alucinante”. Es alucinante, sí, pues la devastación se ceba con pueblos pequeños como ese, repartidos en una Castilla y León, escasa de bomberos y prevención y sobrada de despoblación y bosques inflamables. El grupo analiza la escena política y rememoran las promesas de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco (PP), quien ha asegurado que su Gobierno cubrirá todos los gastos derivados de estos catastróficos incendios. Las buenas palabras también se emitieron en 2022 tras arder la sierra zamorana de la Culebra y los hechos y los números revelan que de ese manguerazo autonómico queda mucho caudal por aportar. “Ahora tendrán que pagarlo”, trata de mostrarse optimista la hija de la matriarca. “¡Qué va! Si aquí nunca pagan nada, además estaba de vacaciones en Sevilla [realmente se encontraba en Cádiz]”, responde la jefa, con el desmoronado hogar familiar en la retina. Su interlocutora agacha todavía más el gesto: “Algo tendrán que hacer”.
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