Sam Neill, el héroe cinematográfico que prefirió pasar desapercibido: “Hollywood me aburrió muchísimo”
Superviviente de un cáncer y protagonista de cintas taquilleras y obras de culto, el actor vuelve a la televisión en la serie ‘Indomable’

El anuncio, en marzo de 2023, de que Sam Neil (Omagh, 77) padecía cáncer hizo temblar Nueva Zelanda, su país de adopción. A pesar de que es un actor discrerto, de que puede ir a Starbucks sin que reparen en su nombre. “¡Les digo mi nombre y no me conocen”, confesó a The Guardian. Y le encanta. “Tengo amigos muy famosos y no cambiaría sus vidas por nada del mundo”. Es un lujo que se puede permitir a pesar de que sus películas han recaudado miles de millones.
Neill confesó su enfermedad en su libro ¿Te he contado esto alguna vez? En él explicaba que un año antes le habían detectado un linfoma angioinmunoblástico de células T y que se sentía “agradecido de despertar cada día”. Había recibido quimioterapia, pero cuando esta empezó a fallar decidió tratarse con un nuevo medicamento anticancerígeno que deberá recibir mensualmente toda su vida y, aunque ahora asegura estar libre de cáncer, el revuelo fue tal que tuvo que salir a tranquilizar a sus fans. Había Sam Neill para rato. El actor había aprovechado aquel descanso obligado para escribir sus memorias, quería que sus cuatro hijos y sus ocho nietos conociesen su historia. “Comencé a pensar que tenía que escribirlo, porque no estaba seguro de cuánto iba a vivir. Era una carrera contrarreloj”.

Por tradición familiar debería haber sido militar, pero se decantó por la interpretación. No tiene formación académica, algo que extrañó cuando se trasladó a Inglaterra y empezó a trabajar con actores shakespearianos, pero tambien es consciente de que si hubiera ido a la escuela de arte dramático, probablemente habría tenido una carrera muy diferente, “quizás no tan divertida en algunos aspectos”. Entró en en cine rozando la treintena, pero interpretó desde niño. “Nací en Irlanda del Norte, pero de muy niño me fui a vivir a la otra parte del mundo, a Nueva Zelanda. Mi padre era militar, mi madre era diplomática… y de repente me encontré en aquel país con mi acento británico tan extraño. En el colegio, si tenías aquel acento, el resto de niños podían meterse contigo, así que aprendí a hablar rápido para disimular. Me tuve que adaptar. Y ahí sucedió: de repente, era actor”, confesó durante su visita al festival de Sitges.
También modificó su verdadero nombre, Nigel. “Mi mejor amigo del colegio también se llamaba Nigel y era confuso. Así que yo le llamaba Bill y él me llamaba Sam”, nombres habituales en las películas estadounidenses que les gustaba ver. “Además, Nigel era un lastre. Si te llaman Nigel, eres un blanco fácil para que se metan contigo”. La actuación también le ayudó a luchar contra su tartamudez. “Pasé la mayor parte de mi infancia esperando que la gente no me hablara para no tener que responderles. Era una tartamudez muy grave. Más o menos, la superé. Aunque todavía se me puede identificar como tartamudo”.

Neill es una celebridad atípica, pero también tuvo coqueteos con las veleidades de la fama. Tras su primer éxito, la serie británica Reilly: As de Espías (1983) se compró un Porsche, su sueño. “Parecía una mosca azul. Era todo negro con cuero negro. Pensé que era lo más bonito que había visto en mi vida y estaba completamente emocionado”, pero en cuanto lo arrancó empezó a sentirse ridículo. “No soy un hombre de Porsche. Esa es la cuestión”, confesó al periodista Andrew Denton. Intentaba que nadie lo reconociese cuando lo conducía, pero un día se cruzó con una amiga, la actriz australiana Judy Davis, “y ella simplemente negó con la cabeza. Tú no, Sam, tú no, me dijo. Y se dio la vuelta y se fue. Vendí el coche al día siguiente”.
Con Davis, una de las mejores actrices del mundo en palabras de Woody Allen protagonizó su primer éxito, Mi brillante carrera (1979). Su impacto internacional les llevó a ser considerados para protagonizar La posesión, la polémica película del polaco Andrzej Zulawski, versión gore y alucinada de Historias de un matrimonio, de Bergman, inspirada en el divorcio del propio director. Finalmente el papel femenino fue para Isabelle Adjani y Neill interpretó al espía cuya mujer tiene una aventura con... bueno, es mejor que la vea usted mismo. El actor la califica como “una de las mejores películas en las que tuve la suerte de participar”, pero es consciente de que es una cinta peculiar, cree que es “una obra maestra”, aunque sabe que no es una opinión popular. “Poca gente la ha visto y, entre quienes sí la han visto hay muchos la detestan”. También es consciente de que el método de trabajo de Zulawski,un “cineasta atractivo, carismático y salvaje”, no sería tolerable hoy en día. “No me gustaba mucho; lo que él veía como dirección a menudo era pura intimidación. Pero tenía visión, era un auténtico cineasta. Y esos son escasos”, escribió en sus memorias. “Zuławski te exigía más de lo que podías dar. Había momentos en que le gritaba a Isabelle Adjani en plena cara. Era angustioso verlo”, confesó. “Hacías lo que él quisiera. Y aunque eso me haga parecer una víctima clásica de abuso, que en cierto sentido creo que lo éramos, era más que eso. Creíamos plenamente en él como artista. Estábamos creando algo más grande que nosotros mismos”.

Adjani ganó el premio a la Mejor Actriz en Cannes tras su estreno, pero supuestamente sufrió una crisis nerviosa y, según el propio director, intentó suicidarse. Neill confesó a The Independent que lo más duro que había hecho en su vida era abofetear a Adjani y, en principio, se negó. Le dijo al director que jamás había golpeado a nadie y no estaba dispuesto a hacerlo, pero fue la propia actriz la que le suplicó que lo hiciese.
No era la primera incursión de Neill en el género fantástico. Ya había sido el Damien Thorne de la tercera parte de La profecía, un papel complicado. “Ser el diablo es una tarea sin agradecimientos”. La película no fue muy alabada, sobre todo si pensamos en la consideración que recibió la primera parte de la saga, pero los fans del género supieron apreciarlo. “Como Damien, Neill abrazó el lado oscuro del Anticristo, a la vez que usaba su juventud y carisma para ofrecer monólogos shakespearianos y una inocencia engañosa. Es una actuación casi perfecta de un hombre que tuvo que asumir un papel muy cobarde”, dijo la revista especializada Fangoria.
Tampoco fue la última. A pesar de que no es un actor que en principio se asocie con el cine de terror, sus incursiones en el género han sido muy apreciadas, como demuestra el gran Gran Premio Honorífico el Festival de Sitges. Trabajó dos veces con John Carpenter, en En la boca del miedo (1995) y en Memorias de un hombre invisible (1991). También protagonizó Horizonte final (1997), de Paul W. S. Anderson, en la que interpretaba a un villano. Y podría tildarse de aterradora Un grito en la oscuridad (1988), la cinta que protagonizó con Meryl Streep sobre la historia de Lindy Chamberlain, una madre acusada de haber matado a su hija, mientras ella defendía que había sido devorado por un dingo (y al final la justicia le dio la razón).

Por supuesto, como todo actor anglosajón con buena planta, fue candidato a interpretar a James Bond. Cuando Roger Moore anunció que dejaba el personaje, Neill fue uno de los que participaron en el casting para encontrar un sucesor. No tenía ningún interés, pero lo hizo para agradar a su agente y el vídeo de su prueba circula por internet.
Finalmente el papel fue para Timothy Dalton y a Neill no le importó demasiado. Le dolió más no haber conseguido otro papel que sí ansiaba, el de protagonista de Pretty Woman. Su debut en Hollywood llegó, en su lugar, con La caza del Octubre Rojo (1990), una experiencia que no está entre sus favoritas. “Me resultó un poco extraño porque todo el equipo eran hombres y yo estaba acostumbrado a trabajar con mujeres. Fue como estar en un equipo de fútbol”, declaró a ICON. Es un ferviente admirador del cine hecho por mujeres. “Voy a arriesgarme y decir que las mujeres son mejores actuando que los hombres. Si las directoras tuvieran las mismas oportunidades que los hombres, creo que también descubriríamos que son mejores dirigiendo. Siempre me ha encantado trabajar para mujeres y con mujeres. Y sí, ahora lo digo, no hay nada como estar en escena frente a una gran mujer que trabaja contigo, contra ti y a tu lado”, afirmó a Indie Wire.
No es extraño que una de las figuras del cine que más admira sea Jane Campion, aunque su trabajo en El piano (1993) resultó complicado. “Fue un trabajo excepcionalmente solitario para mí. Holly y yo nos llevábamos bien. Pero ella era, por necesidad, distante. Lo entiendo. Está comprometida con el papel, y cualquier broma, algo que suelo hacer, la habría distraído. Interpretar nuestras escenas juntos me resultaba perturbador”. Rodar la escena en la que la arrastraba por el barro y le cortaba un dedo fue especialmente complicada para él. “Holly es pequeña, pero es muy fuerte. Me di cuenta en la primera toma de que la lucha para sacarla tendría que ser real. No se iría sin luchar... Y tengo que confesar que todavía estoy un poco dolido de que insistiera en que mi hacha se cambiara por una réplica de goma. ¡Por el amor de Dios!”, bromea en sus memorias. Es consciente de que pasó desapercibido entre Hunter, la debutante Anna Paquin y un Harvey Keitel convertido gracias a la cinta de Campion en el icono sexual más improbable. “Nadie te presta mucha atención, no te nominan para nada. Pero estuve. Estuve presente en una importante película feminista. Estuve en primera línea en una importante película neozelandesa. Ninguna de estas etiquetas le hace justicia a la película. Es una película que siempre tendrá un lugar en la historia del cine. Y estuve en ella”.
El piano le dio prestigio, pero nada cambió tanto su vida como ser elegido para protagonizar Parque Jurásico (1993). Spielberg se fijó en él gracias a Calma total (1989), un thriller marítimo en el que interpretaba al marido de Nicole Kidman. Se embarcó en el proyecto sin dudarlo. “Todo lo que Spielberg tocaba era oro, pero no tenía ni idea del fenómeno cultural en el que se convertiría. Ahora me asocian con los dinosaurios, y cuanto mayor me hago, más me parezco a uno”, bromeó en The Times.

Gracias a Parque Jurásico descubrió lo complicado que era ser un héroe de acción. “Es un arte muy subestimado y creo que lo hice mejor la segunda vez. En la primera, pensé que era el tipo con el sombrero. Sabes que eres el tipo de acción cuando te toca un sombrero así”, explicó al periodista Andrew Denton. “Y pensé que Spielberg me diría qué hacer con el sombrero. Pero estaba muy concentrado en todo lo demás, así que no tuve mucha dirección de héroe de acción en la primera, y fui un estúpido; debería haberlo planeado por mi cuenta. Así que, en la segunda vez, creo que lo hice un poco mejor”.
Su popularidad aumentó exponencialmente, pero ese éxito no le hizo irse a vivir a Hollywood porque no quería criar a sus hijos en Los Ángeles. “Estuvimos allí un año y medio y no era feliz. No había nada más que espectáculo. Nada de otras conversaciones, nada de otros intereses. Me aburrió muchísimo”.
Es un enamorado del cine clásico, de la salas de cine y no de ver películas en aviones o plataformas. También rechaza los efectos especiales en CGI. “De hecho, en Parque jurásico todos los decorados eran naturales, pero ahora entras en el set y solo hay pantallas verdes a tu alrededor. Te ponen en una plataforma verde y tienes que imaginarte todo lo que será añadido digitalmente después. No es muy divertido. Lo odio un poco”, ha confesado. Tampoco le gustan especialmente los éxitos de taquilla actuales: “Ahora estamos en la era de las películas de acción de Marvel, gente destruyendo ciudades enteras por capricho, no me resultan particularmente interesantes”, pero eso no ha impedido que haya participado, aunque casi de manera testimonial, en las dos películas de Thor dirigidas por el neozelandés Taika Waititi. No rechaza frontalmente las películas de superhéroes, pero quiere que se hagan también películas para otro tipo de espectadores.

Su principal espejo son los actores clásicos. Especialmente James Mason, a quien considera su mentor. Afirma que el protagonista de Lolita “tenía un carisma tremendo. Cuando tenía veintitantos y trabajaba en Australia, él y su esposa me enviaron un billete de avión y me dijeron: ‘Ven a vivir con nosotros a Suiza porque nos gusta lo que haces y creemos que deberías desarrollar una carrera en el extranjero’. Él cambió mi vida”, contó a The Times. Mason fue también quien despertó en él el amor por el vino. Con el sueldo de Parque Jurásico compró su primer viñedo y ahora es casi tan viticultor como actor. También granjero: vive rodeado de animales que se llaman igual que sus compañeros de rodaje. Tiene a la oveja Jeff Goldblum, la vaca Helena Bonham Carter y la gallina Meryl Streep.
A pesar de sus muchas aficiones, no piensa retirarse de la pantalla, tiene varios proyectos pendientes de estreno y acaba de llegar a Netflix con Indomable, un misterio rural en la América profunda donde coincide con Eric Bana, otro actor de las antípodas. Le encanta trabajar y ni siquiera se tomó un descanso demasiado largo tras recuperarse del cáncer. “Eso habría sido rendirse. En mi primer trabajo de regreso, ¡estaba tan emocionado! Tenía algunas dudas, obviamente. ¿Tendría la energía? ¿Tendría la resistencia? No lo sabía, pero lo superamos y todo salió bien”. Por muchos años.
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