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Antonio Bachour: “Cuando te dicen que te quedan dos años de vida es difícil parar”

El pastelero puertorriqueño ha recibido la medalla de oro internacional de la Escuela de Pastelería del Gremio de Barcelona

Antonio Bachour
Mar Rocabert Maltas

A sus 51 años, Antonio Bachour tiene una nutrida trayectoria como chef pastelero. Lo ha hecho casi todo y tanto sus clases como sus asesorías son demandadas en todo el mundo. Actualmente, tiene cinco restaurantes Bachour (dos en Miami, dos en México y uno en Brasil) y varios quioscos donde vende sus vistosos pasteles en diferentes espacios. También se ha encargado de la parte dulce de muchos hoteles, entre ellos fue el chef pastelero del Trump Soho de Nueva York durante dos años y más tarde fue el máximo responsable de postres de la cadena St. Regis. A pesar de su buen momento, sabe lo que es pasarlo mal. Le diagnosticaron un tumor con 17 años y le dieron solo dos años de vida, pero está convencido de que fue su entrega a la pastelería lo que le salvó. Bachour recibió anoche la medalla de oro internacional de la Escuela de Pastelería del Gremio de Barcelona (EPGB) en la gala de celebración de los cincuenta años de esta prestigiosa escuela.

Tras su inseparable gorra oscura con su apellido inscrito en letras azul claro y su chaquetilla azul marino, Antonio Bachour (Puerto Rico, 1974) ultimaba el pasado domingo los pasteles que se servirían al día siguiente en la gran gala de pastelería catalana organizada con motivo del cincuenta aniversario de la Escuela de Pastelería del Gremio de Barcelona. Lo hacía bien acompañado de varios colegas, como Lluís Costa, de Vallflorida Xocolaters, José Romero, profesor de EPGB, o Saray Ruiz, la directora de la escuela. Dos días antes hizo una cena a cuatro manos con Paco Roncero en su restaurante de Madrid y este martes mismo volará hacia Bangkok para seguir con su apretada agenda de famoso pastelero, que cuenta con más de 1,5 millones de seguidores en Instagram.

Antonio Bachour, junto a la directora de la escuela, Saray Ruiz, en el obrador de EPGB.

“En los últimos tres años he dormido solo treinta días en mi casa de Miami”, cuenta Bachour agradecido por su carrera profesional. Lejos de sentirse estresado, disfruta con su vida de chef nómada que imparte clases en muchas escuelas y asesora a compañías alrededor del mundo. De hecho, su estrecho vínculo con la EPGB viene de aquí, de visitarla cada año para impartir sus monográficos y masterclass. Un vínculo que empezó con el anterior director, Olivier Fernández, actual gerente del Gremio, a quien considera el visionario que internacionalizó la escuela. “Para mí es la mejor escuela de pastelería del mundo”, dice sin dudar. “Con un grado de cuatro años, de aquí salen profesionales clistos para trabajar”, añade.

Precisamente una de las cosas que más ilusión le hacen a Bachour es inspirar a otros profesionales, por eso se muestra muy satisfecho de haber recibido este reconocimiento de la Escuela de Pastelería, donde ha impartido clase muchas veces desde 2012, cuando vino la primera vez. También ha compartido sus conocimientos en la escuela Hofmann y se manifiesta admirador de dos pasteleros españoles: Carles Mampel, que revolucionó la pastelería de vitrina con la apertura de Bubó en el Born barcelonés, y el alicantino Paco Torreblanca, que a su parecer fue el principal transformador de los postres de restaurantes.

Con el nombre de Bachour se conocen sus restaurantes, donde la parte dulce es tan importante como la salada. Los lleva con su hermano José, con quien forma un buen tándem que sigue creciendo después de abrir el primero en 2016 en Miami. La siguiente apertura será en Argentina, en Palermo, a finales de año. Con su marca dicta tendencias en pastelería y reconoce que cada vez van más rápido. “Los jóvenes y las redes obligan a novedades constantes”, reconoce. Pero a él le parece bien porque es creativo y siempre está pensando en nuevos productos. De hecho, cuenta que solo hay tres pasteles que están fijos en sus restaurantes como es el Bachour Rocher, un clásico de su firma que imita al popular Ferrero Rocher. “Me encanta, todavía hoy los compro a veces”, reconoce. Tampoco falta en su vitrina una tarta de chocolate de Valhrona y un pastel de frutas tropicales, con piña, guayaba, mango y maracuyá. Pero el resto cambia cada tres meses. “Cuando publicamos un nuevo postre en redes, se genera un boom que dura al menos tres semanas”, dice.

Acostumbrado a un oficio muy manual, le costó entrar en el mundo virtual, pero cuando lo hizo se dio cuenta de que las redes son imprescindibles hoy. “Al principio no me gustaban, pero comprendí que tenía que estar”, entona ahora agradecido al poder multiplicador que tienen estos canales para llegar a más gente. Además, si por algún sitio entran primero sus creaciones es por la vista. La estética es tan prioritaria como el sabor. Lejos de guardarse sus conocimientos, postea en seguida cada novedad e incluso ya ha publicado ocho libros con sus recetas.

Una de sus escuelas de oficio fueron los hoteles. Ha sido chef pastelero en varios, desde el Trump Soho hasta la cadena St Regis, donde estuvo varios años e hizo la apertura de muchos de sus establecimientos en diferentes países. Recuerda a Trump como un señor muy amable y respetuoso y confiesa que está muy sorprendido por este viraje que ha dado con la inmigración. “Venía a la cocina y saludaba, se sabía los nombres de todos”, recuerda, mientras añade que su postre favorito era el helado de avellana. “Pero el partido republicano es muy conservador, él se ha acercado a este público, la política es así”, suelta.

La pastelería le salvó la vida

Aunque ahora esté en su mejor momento, la vida no ha sido siempre dulce para Bachour, que fue diagnosticado con 17 años de un tumor cancerígeno en la glándula pituitaria. En Puerto Rico le dijeron que no podían hacer nada por él y sus padres removieron cielo y tierra para curarle. Encontraron un doctor en el Hospital de niños de Filadelfia que le operó, pero el caso era muy complejo y solo le dieron dos años de esperanza de vida. Después de ocho meses ingresado y tomando muchas medicaciones porque le extirparon esta glándula vital, sorprendentemente fue recuperándose y consiguió hacer una vida autónoma.

El pastelero Antonio Bachour en la Escuela de Pastelería del Gremio de Barcelona.

“Cuando me desperté de la operación no recordaba casi nada, solo a mi mamá y mi deseo de ser pastelero”, cuenta, en referencia a esa ilusión infantil que descubrió ayudando en la panadería que su padre tenía muy cerca de casa. Habiendo pasado todo este trance, su madre le protegía de tal manera que le tenía en una burbuja. Pero él, decidido a ser pastelero, se matriculó por su cuenta en el French Culinary Institute de Nueva York (actual The International Culinary Center) y se compró un pasaje para cumplir su sueño. Cuando sus padres se enteraron, cedieron su brazo a torcer, pero le pusieron como condición que uno de sus siete hermanos viviera con él para que estuviera acompañado. Está convencido de que la pastelería le salvó la vida. “Me empecé a empapar de este oficio, no salía a fiestas, siempre estaba estudiando y trabajando”, recuerda.

La muerte de su padre pocos años después de un cáncer de pulmón fue otro duro golpe, pero él se aferró de nuevo a su lado dulce. Y así sigue, viajando por el mundo con su pasión. Cuidándose porque tiene dos aneurismas en el cerebro y no tiene glándula pituitaria. No fuma ni bebe, pero toma pasteles todos los días. Por eso ha procurado que sean algo más saludables reduciendo a la mitad el uso de azúcares y grasas. El público demanda postres menos calóricos y él tuvo claro que ese era el camino cuando tuvo el primer comercio. “Si quieres que la gente repita no puedes hacer postres muy pesados”, aclara. No todo han sido éxitos, hace pocas semanas cerró Tablé by Bachour en Miami, una propuesta más sofisticada que no resultó rentable.

Además de infinitas colaboraciones, acumula varios premios, como el de mejor pastelero del mundo en tres ocasiones, 2018, 2019 y 2022, por The Best Chef Awards. Uno de los más recientes es el del premio al pastelero más innovador de La Liste en 2024, un galardón que le hizo especial ilusión porque es un reconocimiento a este espíritu creativo. Reconoce que no para, pero es feliz así, dedicado en cuerpo y alma a la pastelería, y acompañado en todos los viajes por su esposa. “Estoy siempre activo y trabajando, cuando te dicen que tienes dos años de vida es difícil parar”, reflexiona.

Cincuenta años de la Escuela de Pastelería

La gala para celebrar los cincuenta años de la Escuela de Pastelería del Gremio de Barcelona reunió anoche 300 personas en el Born Centre Cultural, donde se entregaron los premios anuales. Además de Bachour, también recibió la medalla de oro a nivel nacional el pastelero y maestro chocolatero Ramon Morató; el reconocimiento Alumni fue para Oriol Castro, chef del Disfrutar; el hito de 2024 para Tonatiuh Cortés, ganador de la Copa del Mundo del Panettone; el premio a la trayectoria para la familia Baixas, con la pastelería del mismo nombre en Barcelona; el reconocimiento al proyecto innovador fue para Gerard Gil, del Forn Gil; y el personaje dulce para la periodista Carme Gasull.

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Sobre la firma

Mar Rocabert Maltas
Es periodista de tendencias y cultura en la redacción de Cataluña y se encarga de la edición digital del Quadern. Antes de llegar a EL PAÍS, trabajó en la Agència Catalana de Notícies. Vive en Barcelona y es licenciada en Periodismo por la Universitat Pompeu Fabra.
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